Entre el miedo y la incomprensión, el terremoto desde los ojos de los niños
México — Asustados y sin saber qué pasaba ni cómo actuar, millones de niños mexicanos tratan todavía de asimilar el trágico terremoto del 19 de septiembre en medio del caos y apoyados por entidades civiles y actividades culturales.
“Mi hermana estaba en la escuela. Sonó la alarma sísmica y mi abuelito estaba enfermo. Mi abuela se cargó (a la espalda) a mi abuelito y se empezó mover la casa”, relata a Efe Alison, de 4 años, desde el Huerto Roma Verde, un espacio comunitario de la capital que estos días funciona como albergue y centro de acopio.
El terremoto de magnitud 7,1 en la escala de Richter que azotó el centro de México ha causado ya 319 muertos repartidos en cinco estados y la Ciudad de México, la más castigada con 181, además de centenares de viviendas derruidas, otras al borde del colapso y miles de damnificados.
La Unicef calcula que hay 5 millones de niños viviendo en las zonas afectadas por el terremoto del 19 de septiembre, que se suman a los 2 millones de niños que padecieron el del 7 de septiembre, de magnitud 8,2 y que dejó 98 muertos, la mayoría en los estados de Oaxaca y Chiapas, muy pobres.
A partir del lunes, la actividad escolar se reanudará de manera escalonada en los distritos escolares de la capital y del estado de México hasta garantizar la seguridad en todos los edificios educativos.
Julieta, Danae y Leonardo coinciden en que el sismo se sintió “muy feo” y “muy fuerte”. Estaban en la escuela, y pasado el mediodía del pasado martes, cuando se cumplían 32 años de otro catastrófico terremoto en la capital, vieron cómo en su colegio todo empezaba a desmoronarse.
Recuerdan escenas de pánico y corredizas, incluso pisotones y caídas. En la escuela de Leonardo no falleció nadie pero la desgracia estuvo muy cerca.
“Las escaleras de emergencia colapsaron. Y un edifico casi se cae encima de la escuela”, contó el muchacho de 13 años. Una situación que recuerda al del Colegio Enrique Rébsamen, convertido en un símbolo de la tragedia al colapsar y dejar al menos 19 niños y seis adultos muertos.
Leonardo aparenta tranquilidad y firmeza. Pero su madre, Carla Ivonne, explica a Efe que la situación de la familia está lejos de normalizarse.
La casa que tienen en la popular colonia Guerrero tiene grietas y no pueden entrar. Las últimas noches la pasaron en tiendas de campaña, y no saben cuándo podrán regresar a su hogar, o si lo tendrán.
Ante este panorama, las actividades que ofrece el Huerto Roma Verde sirven de pócima para ahuyentar los peores fantasmas.
“Nuestra labor es crearles como la película ‘La vida es bella’. Todo alrededor es un caos, se corre y se está en estrés, y nosotros tratamos hacer un oasis a los niños, y que lo procesen de otra manera”, explica a Efe Gilda Gentile, productora de eventos para niño y voluntaria encargada del área de niños.
En el espacio hay una treintena de niños, entre albergados, hijos de voluntarios y vecinos, que se entretienen estos días con espectáculos de todo tipo, desde conciertos a bailes tradicionales, cuentacuentos o payasos.
La solidaridad, que se ha multiplicado a raíz del sismo también busca apoyar a los niños y niñas. El Huerto Roma Verde ha recibido más de mil solicitudes para poder realizar algún tipo de actividad con los menores, que han debido clasificar y programar, siempre buscando beneficiar al menor.
“El payaso tenía unas pompas muy grandes. Un traserón”, dice entre risas el menudo Isaac recordando el último ‘show’, mientras juega con Sergio, un nuevo amigo, al futbolín.
Una auténtica escuela de la diversión con un trasfondo complicado, incluso traumático. Dana, por ejemplo, afirma rotunda que no recuerda el terremoto.
Aunque se ha mudado a casa de su abuela porque la suya quedó dañada. Y su abuelo, enfermo, está pernoctando por seguridad en este albergue temporal.
“Queremos contar cuentos y hablarles de emociones a los niños. Qué es lo que están sintiendo, por qué están aquí y no hay escuela. Y por qué a veces su madre llora, o se sienten preocupados”, cuenta Ana Belén Sánchez, maestra de música y experta en estimulación temprana.
El payaso Chopín, con una peluca azul y unos grandes bombachos, les canta canciones, les hace inocentes bromas y les invita a jugar.
“Una sonrisa es mucho en ese tiempo tan difícil que estamos pasando”, remarca el artista.
Desde el niño más grande al más pequeño atiende el espectáculo, ríe y aplaude.
“Te olvidas un momento de lo que está pasando”, reconoce Leonardo, que siendo de los más mayores también se siente en la obligación de colaborar “donde necesiten mi ayuda” en el Huerto Roma Verde, que hoy es un río de gente dispuesta a ayudar, y en donde la logística es imprescindible.
Termina el payaso y algunos niños empiezan a jugar a la pelota o a entretenerse con material educativo junto con las voluntarias. Otros se duermen en una colchoneta, exhaustos de emociones, pero también más relajados.
Por unas horas, el miedo y la incomprensión, quedan guardados en el cajón de los recuerdos.