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Trump borra el control de armas de la respuesta presidencial a los tiroteos

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Donald Trump ha desterrado cualquier mención al control de armas de la respuesta presidencial a los tiroteos masivos, una posición que contrasta con los apasionados alegatos sobre el tema de su predecesor, Barack Obama, y que augura dificultades para avanzar en ese tema durante su mandato.

Trump, que hace seis meses prometió a la Asociación Nacional del Rifle (NRA) -un poderoso grupo de control que se opone a reforzar el control de armas- que tendrían un “amigo” en la Casa Blanca, ha obviado el tema en su respuesta a los dos grandes tiroteos ocurridos durante su mandato, incluido el de este domingo en Las Vegas.

La sobria petición de unidad nacional que hizo Trump en su discurso de hoy, cuidadosamente desprovisto de tono político, contrasta con las vehementes llamadas a la acción que solía entonar Obama, alguien que admitió que la mayor frustración de su presidencia era no haber podido reforzar el control de armas.

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En gran medida, la disparidad tiene que ver con la afiliación política: tradicionalmente, los demócratas piden un refuerzo del control de armas después de cada tiroteo, y los republicanos les acusan de “politizar” la tragedia y evitan, así, cualquier debate sobre el asunto.

“Los presidentes republicanos son muy reticentes a la hora de avanzar en el control de armas”, recordó a Efe un historiador presidencial en la Universidad de Princeton, Julian Zelizer.

Pero la reticencia de Trump es especialmente marcada: durante la campaña de 2016 obtuvo un respaldo temprano de la NRA e insistió una y otra vez en su defensa incondicional de la Segunda Enmienda de la Constitución, que garantiza el derecho a portar armas y sirve como argumento a quienes se oponen a restringir su uso.

Un mes después de llegar al poder, Trump firmó una ley que suspendía una regulación de Obama para impedir que las personas con problemas mentales puedan acceder a la compra de armas, y en abril se convirtió en el primer presidente en dar un discurso ante la convención anual de la NRA desde Ronald Reagan en 1983.

“El asalto de ocho años contra sus derechos protegidos por la Segunda Enmienda ha llegado a un final apabullante. Tienen un amigo en la Casa Blanca”, afirmó Trump en ese discurso, en el que prometió que, como presidente, “nunca” interferiría “en el derecho del pueblo de tener y portar armas”.

Sin embargo, igual que Trump no ha llamado a un mayor control de armas, tampoco se ha desvivido por respaldar explícitamente a la NRA en los debates que han surgido después del tiroteo de Las Vegas y el ocurrido el pasado junio en Arlington (Virginia), en el que resultó gravemente herido el congresista republicano Steve Scalise.

La portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders, trató hoy de aparcar el tema al considerar que es “prematuro” hablar sobre un mayor control de armas cuando la pérdida de vidas es tan reciente, pero no descartó que ese debate pueda llegar más adelante.

“No creo que esto sea una prioridad demasiado alta para Trump, pero le gusta recompensar a sus amigos, y la NRA fue prácticamente el primer grupo de interés en respaldarle durante las primarias”, dijo a Efe un experto en control de armas y política presidencial en la Universidad Estatal de Nueva York, Robert Spitzer.

Esa alianza complica las perspectivas de cualquier proyecto de ley para reforzar el control de armas durante su presidencia, especialmente con un Congreso controlado por los republicanos.

La duda está en si la NRA logrará traducir su cercanía a Trump en una relajación del control de armas: el lobby busca desde hace tiempo aprobar una ley llamada “de reciprocidad”, que “neutralizaría aquellas leyes estatales que son más estrictas en lo relativo a quienes portan armas de forma oculta”, explicó Spitzer.

Esa propuesta tiene el respaldo de Trump, y su hijo, Donald Trump Jr., “ha apoyado un proyecto de ley que facilitaría la compra de silenciadores de armas de fuego”, agregó el experto.

Spitzer no cree que Trump vaya a “trabajar muy duro” o gastar demasiado capital político para “aprobar las leyes respaldadas por la NRA”, pero tampoco pondrá trabas a los congresistas republicanos si desean avanzar en ello.

Y eso que el presidente no fue siempre el mejor amigo de los defensores estrictos de la Segunda Enmienda: en 2000, en su libro “The America We Deserve” (“El Estados Unidos que merecemos”), Trump respaldó la idea de vetar los rifles de asalto y alargar el periodo de espera para comprar un arma.

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