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El Consejo de Seguridad pide a los libios apoyo a nuevo plan de paz de la ONU

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El Consejo de Seguridad de la ONU llamó hoy a las distintas facciones libias a participar de forma constructiva en el nuevo plan de Naciones Unidas para poner fin al conflicto en el país.

En una declaración pactada por consenso, los quince Estados miembros del Consejo dieron su respaldo oficial a esa nueva estrategia, que ya ha comenzado a implementar el enviado de la ONU a Libia, Ghassan Salamé.

Según el texto, el Consejo de Seguridad “hace suyo” el plan de acción que Salamé presentó el pasado septiembre y “acoge con beneplácito la velocidad con que se ha iniciado el proceso”.

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El enviado de Naciones Unidas reunió a finales de septiembre a las partes del conflicto y, desde entonces, el gobierno del este de Libia, que no respaldaba la estrategia inicial de la ONU, ha avanzado en la aceptación de este nuevo plan.

El Consejo de Seguridad pidió hoy “espíritu negociador” a todos los libios y les animó a participar “de manera constructiva en el proceso político”.

“El Consejo subraya que no puede haber una solución militar a la crisis y reafirma la necesidad de que todas las partes en Libia ejerzan moderación y se abstengan de realizar cualquier acto de violencia o acción que pueda socavar el proceso facilitado por las Naciones Unidas”, añade la declaración.

El nuevo plan de Naciones Unidas prevé modificar el acuerdo de paz impulsado en 2015 por la organización y que nunca terminó de tener éxito.

Así, el acuerdo de 2015 seguirá siendo la base para lograr una solución política al conflicto, pero será enmendado como primer paso para tratar de desbloquear la situación.

Según el calendario, las enmiendas deberían consensuarse y ser aprobadas en la Cámara antes del fin del mes de noviembre para poder convocar nuevamente elecciones en el verano de 2018.

Libia es un Estado fallido, víctima del caos y la guerra civil, desde que en 2011 la OTAN contribuyera a la victoria de los rebeldes sobre la dictadura de Muamar al Gadafi.

Desde 2014, el Estado está dividido en dos, con una autoridad en el este, bajo el control del Parlamento en Tobruk y la tutela del mariscal Jalifa Hafter, y otra en Trípoli, sostenida por la ONU y representada por el primer ministro, Fayez al Serraj.

Ambas se apoyan en diferentes milicias que a menudo cambian de bando y que mantienen difusas relaciones con grupos yihadistas y con mafias dedicadas a todo tipo de contrabando.

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