¿Cómo acabar con la grotesca epidemia de acoso sexual? Con la educación temprana
Cuando Harvey Weinstein trató de explicar su largo hábito de acosos y agresiones sexuales se burlaron de él, merecidamente, por afirmar que eran producto del espíritu de la época. “Llegué a la adultez en los años 1960 y 1970, cuando todas las reglas sobre el comportamiento y los lugares de trabajo eran diferentes”, escribió. “Esa era la cultura entonces”.
El suyo fue un intento transparente de cargar las culpas por sus propias patologías. Y, sin embargo, es una excusa tan conveniente que nos hace pensar cómo las futuras generaciones de hombres que se comportan mal podrían racionalizar sus fechorías. Tal vez así:
Llegué a la mayoría de edad en la década de 1990, cuando internet normalizó la pornografía, entonces pensé que así es como se trata a las mujeres.
Llegué a la mayoría de edad en la década de 2000, cuando todo el mundo enviaba selfies de desnudos.
Llegue a la mayoría de edad en 2016, cuando la estrella de un reality show habló acerca de tomar a las mujeres por los genitales y aun así fue elegido presidente.
El acoso sexual es eterno. Mientras hombres y mujeres tengan un desequilibrio persistente de poder, estará con nosotros. La pregunta, al menos para quienes esperamos que nuestras hijas hereden un mundo mejor, es qué planeamos hacer al respecto.
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“Tenemos que dejar de pensar que está bien”, afirmó Julia Horak, profesora de ciencias de escuela secundaria de Silicon Valley que habló conmigo este miércoles sobre sus esperanzas de cambiar la cultura del acoso. “Harvey Weinstein hacía que una institución completa trabajara para él. Había una infraestructura que, de alguna manera, se lo permitió”.
Cada semestre, Horak pasa un par de semanas enseñando a sus estudiantes de séptimo grado un currículo de educación sexual basado en hechos, Teen Talk, desarrollado por el grupo educativo del norte de California Health Connected.
Las lecciones se ajustan a una nueva ley de California, llamada Healthy Youth Act, que exige que las escuelas enseñen sobre el abuso en las relaciones entre adolescentes y también se centren en actitudes, comportamientos y relaciones saludables.
“La educación nos ayudará a superar el acoso sexual y la discriminación”, expuso Horak, de 58 años, quien ha enseñado durante un lustro. Anteriormente tuvo un empleo en ventas y marketing para una empresa de herramientas biotecnológicas. Durante esa etapa de su carrera profesional, comentó, tuvo jefes maravillosos. Pero cuando era una joven científica trabajó en un laboratorio de investigación donde “el profesor entró, me dio un abrazo y me tocó los senos”.
Horak quiere inculcar el respeto sexual tan pronto como sea posible. “Cuando alguien es un gerente, de 30, 40 o 50 años de edad, olvídalo”, dijo. “Ese pastel ya se ha horneado”.
Le pregunté si creía que Weinstein habría sido diferente si hubiera estado expuesto al tipo de lecciones que ahora reciben sus estudiantes. “Al menos esperaría que lo pensara dos veces”, respondió. “La razón por la que vengo a la escuela todos los días es para influir en eso de alguna manera”.
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El martes por la noche, me senté en un auditorio de la Avenida Fairfax y observé a tres estudiantes de preparatoria, Rachel Tokofsky, Alexa Hirsch y Lily Spar, dar una presentación de 90 minutos sobre conciencia de la violencia sexual ante alumnos de secundaria y preparatoria del área de Los Ángeles. El programa fue creado con los auspicios del Consejo Nacional de Mujeres Judías de Los Ángeles (NCJW, por sus siglas en inglés), cuya dedicación a las causas de justicia social es admirable e incansable.
“The Talk Project” fue creado por estudiantes de preparatoria en 2015, e intenta crear conciencia sobre la violencia sexual. Hasta el momento, detalló Maya Paley, directora de promoción y participación comunitaria del NCJW, han participado 2,200 alumnos en 15 escuelas.
El programa incorpora el juegos de roles, la participación del público y clips del documental “The Hunting Ground”, de Kirby Dick y Amy Ziering, sobre la agresión sexual en el campus (los documentalistas acaban de anunciar que su próximo proyecto se centrará en el acoso sexual en Hollywood).
La charla se desarrolló antes de que los casos de Weinstein se hicieran públicos, pero está perfectamente sintonizada con este momento (maestros: pueden invitarlas a sus escuelas).
A los estudiantes se les presentan (siempre a cargo de compañeros) conceptos como “cultura de violación” y cómo convertirla en una “cultura del consentimiento”. Aprenden respecto del número de estudiantes que denuncian agresiones en la universidad, cómo éstas a menudo manejan mal las quejas, y la importancia de la intervención de los testigos.
Todo ello me recuerda algo que dijo Horak: “No quiero sonar como el Departamento de Seguridad Nacional”, afirmó, “pero les enseño a los niños: ‘Si ven algo, digan algo’”.
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Después de que el New Yorker y el New York Times hicieran pública la historia de Weinstein, las acusaciones de acoso y agresión sexual contra hombres a la vista del público se acumularon como autos en la niebla.
Mi colega Glenn Whipp informó que 38 mujeres acusaron al director James Toback de acoso sexual, y luego se enteró de otras 272 después de la publicación.
Dos mujeres acusaron al expresidente George H.W. Bush de manosear sus partes traseras mientras posaban con él para una foto (él se disculpó.)
Leon Wieseltier, de New Republic, fue acusado de comportamiento inapropiado en el lugar de trabajo, al igual que el periodista político Mark Halperin. Después de que CNN informara que varias mujeres declararon que frotó su erección en ellas a través de sus pantalones, lo cual él negó, NBC y MSNBC cortaron relación con el profesional.
Los ensayos autoflagelantes de hombres que presenciaron malos comportamientos y no dijeron nada al respecto se están convirtiendo en un género periodístico por sí mismos. “No había nada secreto sobre esta voraz rapacidad; como un ogro glotón de los hermanos Grimm”, escribió en su página de Facebook el guionista Scott Rosenberg, quien fue aprendiz de Weinstein. “Pero todos estaban pasando un buen momento. Y haciendo un trabajo notable”.
Tal vez sea así, pero estoy bastante segura de que cada mujer que conozco cambiaría cualquier película trascendente de Weinstein, cualquier “Shakespeare in Love”, cualquier “Pulp Fiction”, por un mundo donde el comportamiento repugnante como el suyo dejara de existir.
Traducción: Diana Cervantes
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