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La legión española revoluciona el fútbol sala vietnamita

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EFE

El fútbol sala vietnamita vive una revolución en la que son fundamentales los ocho preparadores españoles que transmiten sus conocimientos desde las categorías inferiores hasta la cima de la selección nacional absoluta.

“Creo que es un caso único en el mundo, estamos ahora ocho españoles trabajando para la federación vietnamita, más un fisioterapeuta que viene desde España en momentos clave”, dice Miguel Rodrigo, seleccionador del equipo nacional y entrenador en competiciones continentales del Thai Son Nam, el club más potente del país.

La historia de amor del fútbol sala vietnamita con España comenzó en 2013, cuando el presidente de la federación y dueño de varios clubes, el millonario Tran Anh Tu, fichó como preparador físico al gallego Héctor Souto, hoy entrenador del club Cao Bang.

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Tras Souto, en 2014 llegó Bruno García Formoso, que como seleccionador llevó a Vietnam a jugar por primera vez un Mundial en 2016, antes de dejar su cargo para tomar las riendas del equipo nacional japonés.

El éxito sin precedentes de García Formoso terminó de convencer a Thu de la valía de la escuela española y en 2017 llegó Rodrigo con un equipo de colaboradores cercanos que han encontrado en Vietnam el ecosistema ideal para crecer: el entrenador de porteros Antonio García, el preparador físico Arkaitz Sisniega y los entrenadores Álvaro Martínez y Rafael García para las categorías inferiores.

En 2018 han completado la nómina Lluís Bernat en el equipo Thai Son Nam y Juan Antonio Miguel García ‘Juanito’ en el Thai Son Bac, lo que ha convertido los campeonatos domésticos en una sucesión de duelos españoles en los banquillos.

“Este hombre fue visionario. Apostó por la línea española para desarrollar el fútbol sala vietnamita”, afirma Rodrigo.

En su año y medio en Ho Chi Minh (antigua Saigón), el seleccionador nacional ha comprobado que los jugadores vietnamitas “son fáciles de entrenar porque obedecen” pero admite que “les falta creatividad y rapidez para tomar decisiones en el campo”, una carencia común en varios países asiáticos.

Una de las peculiaridades que destaca es la figura paternal de Anh Tu con los jugadores, que viven juntos en una residencia y a quienes retiene parte del salario para que no incurran en vicios o les quita el teléfono móvil a partir de las once de la noche para que duerman las horas necesarias.

“En el fondo tiene un proyecto deportivo pero también social, nos cuenta historias atroces de chicos que ha rescatado para el equipo, metidos en el juego o endeudados con mafias locales”, dice.

Pese a la buena acogida general que han tenido, Rodrigo confiesa que ha habido algunas tensiones con los entrenadores locales por “la invasión de españoles que piensan opuesto a lo establecido”.

Álvaro Martínez, entrenador sub 18 del Thai Son Nam, coincide en “las reticencias para cambiar mentalidades”, pero destaca que han avanzado mucho para inculcar una mentalidad más creativa en los jugadores más jóvenes.

“Ha llegado un gran grupo de trabajo a puestos clave del club con nuevas metodologías y ha habido gente que nos ha visto como intrusos y otros que nos han abrazado enseguida. Los jugadores están todos encantados”, destaca.

En sus más de cinco años en Ho Chi Minh y tras pasar por varios cargos, Héctor Souto es el mejor posicionado para observar la imparable evolución del fútbol sala en el país, del que destaca el “gran cambio”.

“Todo el mundo ha tratado de copiar lo que los entrenadores españoles han hecho aquí. Ahora los equipos tienen más estructura y organización y la proyección es ascendente”, asegura.

En cuanto al futuro, pese a las limitaciones físicas y psicológicas que observan, Souto ve “un gran potencial en cuanto desarrollen las categorías de formación”.

“Este país -dice- tiene que explotar porque tiene una población muy joven, cada vez hay más entrenadores formados, hay jugadores que se retiran y han trabajado con españoles y podrán transferir el conocimiento a las nuevas generaciones”.

Eric San Juan

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