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Buena faena bajo tormenta de Adame y oreja en su adiós para Pizarro

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EFE

El torero mexicano Federico Pizarro se cortó la coleta en la undécima corrida de la Temporada Grande y obtuvo una oreja como premio a su segunda faena de la tarde.

Una lidia bajo la lluvia de Gerardo Adame, que no logró trofeo alguno, fue lo más relevante de la corrida.

El ganado del hierro de San Mateo fue de correcta presentación. No destacó por su juego ningún toro salvo el noble que salió en cuarto lugar. Asistió menos de un cuarto de plaza.

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Tras tres décadas de profesión, Federico Pizarro se despidió de los ruedos en la Plaza México. La emotividad del momento mantuvo la atención de una corrida muy plana hasta el sexto toro.

Bajo una fuerte tormenta, impropia de estas fechas en la capital mexicana, salió el de San Mateo. Un toro algo parado, al que el suelo embarrado y la lluvia hacían impredecible, pero con la casta suficiente para dar juego en la muleta, eso sí, exigiendo del torero firmeza.

Gerardo Adame, que cerraba cartel, toreó con decisión al astado. Obligó en la muleta al animal con más aplomo que sitio, logró hacerle cumplir su cometido al de San Mateo en pases rematados hacia dentro.

Especialmente bien ejecutados fueron unos pases de pecho aguantando mucho. Aunque no hubo fijeza, sí profundidad, en una buena fase con la mano izquierda.

La tanda de naturales cumplió con la estructura exigida para una correcta lidia. La lluvia realzó la labor del torero, que empezó la faena de muleta citando de lejos y la acabó con unas manoletinas traseras. Falló con el descabello tras una estocada desprendida y a pesar del aviso que recibió, saludó desde el tercio.

De igual manera, agradeciendo los aplausos al tendido, había acabado Adame la faena a su primer toro, el tercero de la tarde. Un manso peligroso con el que también estuvo valiente y al que logró sacar pases sueltos al natural.

Las golondrinas sonaron en la última faena profesional de Federico Pizarro. El toro en suerte fue el más claro de la tarde por su nobleza y recorrido. Pizarro aprovechó las buenas condiciones del animal tanto al capote, con el que realizó una estéticas “caleserinas”, como con la muleta.

Estuvo la faena del mexicano basada en la emoción del momento. Empezó su labor de muleta con las rodillas en el suelo. Luego toreó acompañando la embestida del toro más que mandándola. Una estocada caída acabó con el animal. El juez de plaza acertó dándole solo un apéndice y no satisfaciendo la petición de parte del público de una segunda oreja.

Al toro que abrió plaza, Pizarro no pudo meterlo en faena. Un toro encastado y fijo pero muy exigente, el toreo en línea del de luces no sirvió para someterlo.

El otro alternante, Fermín Rivera pasó desapercibido con sus dos toros. En ambos estuvo plano, toreando a distancia de sus rivales. Un buen descabello al manso quinto fue lo único que deó de mérito.

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