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La prisión mexicana en la que reos pueden dar rienda suelta a su creatividad

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EFE

Los presos del Reclusorio Norte de la Ciudad de México se convierten en auténticos pintores gracias a un taller que incluso llevó a algunos de ellos a salir a la calle para exponer sus obras.

“El taller (de pintura) se basa antes que nada en una responsabilidad, en una disciplina. (...) Estamos comprometidos para ser mejores personas y contribuir a la sociedad”, comentó hoy a Efe el coordinador de este estudio y recluso Pablo Herrera Galicia.

Dentro del centro penitenciario, algunos de los presos realizan talleres industriales o de artesanía, como el de costura o el de pintura artística.

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La prisión, que aloja a más de 7.000 reos aunque su capacidad es de alrededor de 3.000, ofrece a algunos de ellos la posibilidad de seguir el camino de la reinserción mediante el desarrollo de un trabajo que ya habían realizado antes o en el que tienen interés en formarse.

“No se le puede llamar trabajo a algo que te gusta. Y a nosotros nos apasiona. Estamos aquí desde las 8.30 de la mañana hasta las 5.30 de la tarde, los 365 días del año”, indicó Herrera Galicia.

Josh, uno de los seis presidiarios que trabajan en el taller, construye algunas de sus obras con elementos reciclados como telas, trozos de madera o alambres.

Además, para él, el concepto “arte” acota demasiado a los creadores y el prefiere autoproclamarse “individuo que se dedica a pintar”, más que artista.

Antes de entrar al Reculsorio Norte, Josh hacía grafitis de manera ilegal en la Ciudad de México, y le costó adaptarse a pintar en caballete, pero desde hace cinco años acude al taller cada día con sus compañeros.

“Me han preguntado qué quiero hacer cuando salga de la cárcel pero siempre respondo lo mismo: ya lo estoy haciendo, ya me estoy dedicando a la pintura”, sentenció el artista.

Desde hace diez años, el taller ha acogido a varios centenares de presos con vocación artística que han ido transmitiéndose conocimientos de unos a otros e incluso construyen sus propios lienzos y elaboran sus propios óleos.

Estas técnicas, que comenzó a utilizar el maestro Tejada Jaramillo y hoy continúa enseñando Herrera Galicia, dan un valor añadido a las capacidades de los artistas del estudio, que saldrán de prisión con un oficio y una gran producción a sus espaldas.

Hace algunos meses pudieron salir del penal para presentar la exposición del proyecto “Libertad” en la Biblioteca de México, ubicada en el centro histórico de la capital mexicana.

En esta muestra los reclusos pudieron además vender sus obras, como Josh, que con el dinero que recibió por un cuadro pudo pagar la reparación del daño de su proceso judicial, por lo que espera poder salir del Reclusorio Norte en menos de un año.

La tienda establecida en las instalaciones de la Subsecretaria de Sistema Penitenciario ofrece al público una selección de las obras creadas por reclusos de esta prisión, que también elaboraron un catálogo comercial disponible en la web de la Secretaria de Gobierno.

El director ejecutivo de Trabajo Penitenciario en la Subsecretaría de Sistema Penitenciario, Aarón Sánchez, explicó a Efe que actualmente se pretende dar un nuevo enfoque a los asuntos presidiarios y “fortalecer los programas que contribuyan al proceso de reinserción”.

En el módulo donde se encuentran los talleres también hay un edificio de dos pisos con pequeños habitáculos en los que, en grupos de dos o tres, los condenados pueden dar rienda suelta a su creatividad.

En esta zona, donde el clima es profundamente relajado e incluso artístico, los presos crean muebles, cuadros de repujado, cuadernos hechos con billetes rotos, cajas de madera, instrumentos o zapatos adornados con dibujos hechos con máquina de tatuar.

Los talleres industriales funcionan de una manera muy organizada y se puede ver como la limpieza y el orden también son uno de los principios de estos espacios.

En el taller de pintura institucional, donde Antonio es coordinador, producen pintura vinílica desde cero y tienen capacidad, solo con cuatro personas trabajando, de hacer hasta 9.500 litros por semana, que habitualmente se utilizan para centros penitenciarios o edificios públicos.

Antonio explicó a Efe que de esta manera saldrá de la cárcel con un oficio: “Nos brindaron el apoyo para continuar con nuestro proceso de reinserción de una manera útil, honrada y honesta”, remarcó.

Separado solo por una verja y oliendo la pintura, los presos que trabajan en el taller de costura cosen también uniformes para centros penitenciarios y atienden a peticiones de otros proyectos, como bolsas de compra.

Tomás González, el coordinador, explicó que se siente afortunado de participar en el taller de costura, pues son pocos “los que pueden estar aquí”.

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