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Reporte: Trump, gran tramposo al golf

Donald Trump saluda durante una sesión de golf. Un nuevo libro dice que el presidente de Estados Unidos es un conocido tramposo al golf.

Donald Trump saluda durante una sesión de golf. Un nuevo libro dice que el presidente de Estados Unidos es un conocido tramposo al golf.

(Peter Morrison / AP)
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¿Colusión con Rusia? El fiscal especial dice que no.

¿Trampas en el golf? Bueno, esa es otra historia.

Desde engañar a Tiger Woods hasta exagerar su hándicap, las artimañas de Donald Trump en los campos de golf son el tema de un nuevo libro del ex columnista de Sports Illustrated Rick Reilly, “Commander in Cheat: How Golf Explains Trump” (Comandante tramposo: Cómo el golf explica a Trump).

El título juega con la expresión “commander in chief”, o comandante en jefe.

Reilly documenta decenas de ejemplos de comportamiento turbio del presidente, transgresiones de las que hablan tanto los profesionales del golf como los aficionados.

“En el golf no queda exonerado”, dijo Reille a la Associated Press. “Hay decenas y decenas de personas que lo pueden declarar culpable de hacer trampas”.

En un caso muy conocido, en el 2017, jugó una ronda con Woods y con Dustin Johnson, actual número uno del mundo. La pareja de Trump, el analista de golf de Fox Sports, Brad Faxon, afirmó que las artimañas de Trump incluyeron una anotación que no tuvo en cuenta dos pelotas que mandó al agua en un hoyo.

“Oyes tanto de estas cosas que quieres presenciarlas para poder contarlas”, expresó Faxon, según el libro.

Nada grave, dirán algunos. Es apenas un juego.

El golf, sin embargo, tiene códigos de honor y los jugadores son sus propios árbitros, llevan su propia cuenta de los golpes que pegan y se aplican castigos a sí mismo si cometen infracciones.

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Las trampas de Trump, indicó Reilly, son tan alevosas que lo llevaron a escribir el libro.

“No sé mucho de política, pero sé de golf y eso realmente me ofende, no como votante o como ciudadano. Como golfista”, expresó Reilly.

El autor cita a jugadores que acusan a Trump, a su caddie y a agentes del servicio secreto de correr las pelotas cuando caen en sitios complicados.

En el Winged Food Golf Club de Nueva York, el único club de golf que no es propiedad suya del que Trump es socio, “los caddies están tan acostumbrados a que patee la pelota hacia el fairway que lo apodaron ‘Pelé’”, cuenta Reilly.

El comentarista deportivo Mike Tirico afirma que Trump una vez jugó con el presidente y este tiró su pelota del green hacia un bunker para dificultarle el disparo.

Algunas de las historias que cuenta el libro no son nuevas.

Como la del boxeador Oscar de la Hoya, que en 2016 le dijo a la AP que Trump le hizo trampa dos veces en dos hoyos. “Sí, lo pillé”, comentó de la Hoya. “Fue increíble. Pero era su campo. Supongo que esas son sus reglas”.

Trump es un buen jugador, según quienes lo conocen, especialmente para alguien de su edad, señala Reilly. Pero el hándicap de 2,8 golpes es producto de una manipulación.

El hándicap se basa en las 20 anotaciones más recientes y permite a los jugadores competir en el nivel más adecuado a su talento.

Alguien con el hándicap de Trump debe redondear rondas de tres sobre el par. Pero a pesar de haber visitado más de 150 veces sus campos de golf desde que asumió la presidencia, solo una vez tuvo una ronda usando el índice de Hándicaps de la Asociación de Golf de Estados Unidos.

Y fue de 96 (altísima, muy por encima de tres sobre el par).

La pasión de Trump por el golf contrasta con sus críticas a su predecesor Barack Obama por jugar demasiado al golf. “Yo no voy a tener tiempo de jugar el golf” de ser elegido presidente, afirmó durante la campaña presidencial.

“El golf ayuda a explicar a Trump”, opina Reilly. El mandatario salpica sus declaraciones públicas con alusiones al golf.

En diciembre publicó un tuit sobre la Reserva Federal que decía: “La FED es como un jugador muy fuerte que no puede anotar porque le falta clase. ¡No puede pegar un putt!”, el golpe corto.

Reilly sostiene que las andanzas de Trump en los campos de golf reflejan un poco su visión del mundo.

Trump aprendió a jugar en el Cobbs Creek, un campo público de las afueras de Filadelfia, que, según afirmó alguna vez, estaba lleno de “tramposos” y donde “aprendí de todo”.

“Tengo que embaucarlos a ellos antes de que ellos me embauquen a mí”. Esa fue la principal enseñanza que sacó de esas experiencias, de acuerdo con Reilly.

Bryan Marsal, director del Abierto de Estados Unidos de 2020 a jugarse en el Winged Foot, le dijo a Reilly que una vez hizo pareja con Trump y este le advirtió de entrada: “¿Ves esos dos tipos? Hacen trampa. ¿Me ves a mí? Yo hago trampa. Y espero que tú también la hagas porque les vamos a ganar a esos dos hoy”.

Trump no es el primer presidente acusado de tratar de sacar ventaja en el golf. Bill Clinton acostumbraba a repetir disparos malos sin el menor remordimiento.

Pero Reilly, quien conoce a Trump desde hace décadas, dice que las artimañas del presidente son “tan alevosas que casi las admiras”.

Reilly, a quien obviamente Trump no le cae bien, dice que decidió escribir el libro cansado de oír decir que Trump había ganado 18 torneos.

Asegura que no pudo corroborar una sola victoria del mandatario.

La Casa Blanca no respondió a pedidos de comentarios sobre el libro.

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