Santiago Caicedo se alza con el Quirino con su ópera prima, “Virus tropical”
Santa Cruz de Tenerife (España) — La película colombiana “Virus Tropical”, ópera prima de Santiago Caicedo, se ha alzado esta noche en Tenerife con el galardón al mejor largometraje del año en la segunda edición de los Premios Quirino, instituidos para promocionar la industria iberoamericana de la animación.
Se trata de una adaptación de la novela gráfica homónima de Power Paola (Paola Andrea Gaviria) y narra la historia de Paola, una niña que crece entre Cali (Colombia) y Quito (Ecuador) y que lucha por hacerse con las riendas de su vida.
Durante su discurso, Santiago Caicedo ha resaltado la aportación de todo el equipo que participó en la película y ha dedicado el premio “a todos los chicos y chicas que se atreven a ser ellos mismos” y “que tratan de encontrar su lugar en el mundo”.
La cinta colombiana se ha impuesto al filme brasileño “Tito y los pájaros”, de Gustavo Steinberg, Gabriel Bitar y André Catoto; y a las coproducciones españolas “Buñuel en el laberinto de las tortugas”, de Salvador Simó (España, Países Bajos); y “Un día más con vida”, de Raúl de la Fuente y Damian Nenow (España, Polonia, Bélgica, Alemania)
El Quirino a la mejor serie de animación ha sido para la tercera temporada de “Irmão do Jorel - Seja Brócolis!”, de Juliano Enrico, una producción brasileña, orientada al público infantil, que muestra la vida cotidiana de una familia brasileña en los años ochenta.
En su caso, competía con “Petit”, dirigida por Bernardita Ojeda Sala (Chile, Argentina, Colombia); y con la segunda temporada de “Puerto papel”, de Álvaro Ceppi (Chile, Brasil, Colombia, Argentina).
Su director, Juliano Enrico, ha dedicado el reconocimiento a todos los artistas, guionistas, animadores, productores y actores brasileños, y ha recalcado que la animación en su país es “mucho más” que entretenimiento, “es un negocio, son muchos artistas y mucho talento, y tiene que continuar”, ha afirmado.
En la categoría a mejor corto de animación, el Quirino fue para “Guaxuma”, de la brasileña Nara Normande, un corto “muy honesto y sincero” que reflexiona, a través de la arena, sobre la muerte, la infancia, la amistad y los recuerdos.
En este caso, la coproducción brasileño-francesa competía contra el cortometraje español “La Noria”, del director canario Carlos Baena; y la coproducción franco-española “Soy una tumba”, de Khris Cembe.
Durante su discurso, Normande ha criticado el régimen “fascista” del presidente de Brasil, Jair Messias Bolsonaro, y ha recordado al expresidente Lula da Silva, al que se ha referido como “preso político”, y a Marielle Franco, la concejal y activista de Río asesinada en marzo de 2018.
Asimismo ha asegurado que el futuro del cine en Brasil “ahora mismo es incierto” porque están “casi sin fondos”, por lo que ha llamado a “luchar”.
Los Premios Quirino también han reconocido a otras seis grandes obras: las españolas “Patchwork”, de María Manero; “La increíble historia del hombre que podía volar y no sabía cómo”, de Manuel Rubio; y “Black is Beltza”, de Fermín Muguruza se hicieron con el Quirino a mejor cortometraje de escuela, mejor animación de encargo y mejor diseño de sonido y música original, respectivamente.
La argentina “Belisario - El pequeño gran héroe del Cosmos”, de Hernán Moyano se hizo con el reconocimiento a mejor obra innovadora; la chilena “La casa lobo”, de Cristóbal León y Joaquín Cociña, fue merecedora del premio a mejor desarrollo visual; y la coproducción entre Chile, Brasil, Colombia y Argentina “Puerto Papel - La vida de los otros”, recibió el premio a mejor diseño de animación.
Los promotores de los Premios Quirino, José Luis Farías y José Iniesta, han recalcado que industria iberoamericana de la animación debe estar unida para que se “fortalezca el sector”.
“Creemos juntos, celebremos juntos, hagamos juntos y crezcamos juntos. Larga vida a la animación Iberoamérica y larga vida a los Premios Quirino”, ha concluido Iniesta.
Estos galardones deben su nombre al creador del primer largometraje de animación de la historia, Quirino Cristiani, que en 1917 dirigió “El Apóstol”, una producción argentina en la que se utilizaron 58.000 dibujos hechos a mano y varias maquetas que representaban edificios públicos y calles de Buenos Aires.