Noción de que las mujeres son “hormonales” afecta investigación científica
Washington — La noción de que las mujeres son más volubles debido a sus ciclos hormonales ha afectado las investigaciones científicas que usan animales y presenta un problema crítico para la salud pública, según un artículo que publica hoy la revista Science.
La creencia de que las hormonas ováricas en circulación hacen que los datos de sujetos femeninos sean “más desorganizados” continúa influyendo a día de hoy en el diseño experimental de animales de laboratorio, en su mayoría machos.
“Cuando observamos a las hembras a través de una lente masculina, corremos el riesgo de no ver el quid de la cuestión para las hembras”, dijo la autora principal del estudio, Rebecca Shansky, profesora en el departamento de Psicología de la Universidad Northeastern de Boston (Massachusetts).
El asunto es más relevante cuando se trata de estudios de comportamiento relacionados con trastornos del ánimo y la ansiedad, como la depresión y el trastorno de estrés postraumático, ambos prevalentes en las mujeres.
“La idea de que el ciclo estral hará que los datos obtenidos de sujetos femeninos sean más variables que los obtenidos de los masculinos ha lucido como una presunción razonable a lo largo de la historia, que no se ha analizado científicamente hasta 2014”, escribió Shansky.
Fue entonces cuando varios estudios de neurociencia, que emplearon ratones como sujetos, hallaron que los datos recopilados de ejemplares femeninos, independientemente de su ciclo estral, no variaban más que los de los machos.
De hecho, en algunas instancias los datos de ratones machos resultaron más variables que los de las hembras.
Esto ocurrió particularmente entre machos alojados en grupos, pero no entre las hembras, ya que el establecimiento de una jerarquía de dominación resultó en que algunos machos tuvieran niveles de testosterona en promedio cinco veces más altos que los de los subordinados.
En 2016 fue cuando las agencias en Estados Unidos que financian estudios científicos requirieron que los recipientes de esa ayuda emplearan animales machos y hembras en su trabajo.
Pero, observó Shansky, dado que no hay normas explícitas sobre la incorporación de ambos sexos en los diseños de experimentos, algunos neurocientíficos trabajan primero con machos y luego, cuando tienen conclusiones, realizan la misma pesquisa con hembras.
A juicio de Shansky, esta estrategia “es peligrosa porque perpetúa la idea anticuada, sexista y científicamente errónea de que el cerebro masculino es la norma de la que el cerebro femenino se desvía”.
“Las mujeres no son más complicadas que los hombres”, concluyó Shansky. “Las hormonas no son un ‘problema femenino’ para la investigación con animales y tenemos que dejar de tratarlas de esa manera”.