Aquí se vigila el Popo, el volcán que mantiene en alerta la Ciudad de México
México — Decenas de pantallas muestran imágenes en vivo del volcán Popocatépetl durante las 24 horas del día. Es el laboratorio del Centro Nacional de Prevención de Desastres de México (Cenapred), donde una decena de personas dan seguimiento al volcán que mantiene en alerta al centro del país y a la capital mexicana.
Desde que el Popocatépetl, conocido popularmente como Popo, reinició su actividad volcánica en 1994, el Cenapred ha ido perfeccionando los sistemas de medición y la coordinación con las autoridades para prevenir desastres.
Por ejemplo, la semana pasada, se registraron varios centenares de exhalaciones del volcán acompañadas de vapor de agua, gas y cenizas que cayeron en seis municipios cercanos.
Ubicado entre los estados de Morelos, de Puebla y de México, el Popocatéptl, cuyo nombre proviene del náhuatl y significa “montaña humeante”, se ubica 60 kilómetros al sureste de Ciudad de México.
Es precisamente en el sur de la capital mexicana donde se encuentra el centro de operaciones del Cenapred, donde se recibe la información de 17 estaciones ubicadas en el volcán que miden la sismicidad y la emisión de gases, entre otros parámetros.
“Desde 1994 hasta 2019, se ha ido mejorando la infraestructura de monitoreo hasta convertirse probablemente en uno de los volcanes mejor monitoreados del mundo”, explica a Efe Paulino Alonso, subdirector de Instrumentación y Comunicaciones del Cenapred.
Además, existe una comunicación constante con las autoridades, con el Sistema Sismológico Nacional (SSN) y con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para compartir la información que pueda servir, por ejemplo, para cerrar el aeropuerto por un incremento de emisiones.
A partir de la información recabada en este laboratorio, un consejo de científicos elabora el semáforo de alerta volcánica, que actualmente se encuentra en alerta amarilla fase 2.
Alonso explicó que este nivel se da cuando “tenemos presencia de emisiones de ceniza, probabilidad de flujos piroclásticos que pueden generar algunos problemas en la población y fragmentos arrojados a las laderas”.
El semáforo amarillo fase 3 se declararía en caso de un incremento de emisiones, mientras que el semáforo rojo implicaría la evacuación de poblaciones cercanas por peligro de explosiones volcánicas.
“Alrededor del Popocatépetl vivimos 25 millones de personas. Debido a eso y a que lleva prácticamente 25 años en erupción, está considerado uno de los volcanes de más alto del riesgo en el país y en el mundo”, cuenta a Efe Ramón Espinasa, vulcanólogo y subdirector de riesgos volcánicos del Cenapred.
El Popocatépetl es el quinto de cinco volcanes que se han ido creando y destruyendo en el mismo lugar durante medio millón de años, tiene un cráter de un kilómetro de diámetro y sus 5.452 metros de altura lo convierten en el segundo volcán más alto de Norteamérica, por detrás del Pico de Orizaba, también en México.
“Su actividad ha sido relativamente tranquila; sin embargo por estudios geológicos sabemos que este volcán cada 15.000, 20.000 o 30.000 años tiene erupciones muy grandes que producen mucha destrucción a su alrededor”, relata Espinasa.
En caso de una gran erupción, la Ciudad de México no sería afectada por la lava pero sí sufriría la caída de ceniza en “una cantidad suficientemente abundante como para producir graves problemas a la ciudad”, como el corte de carreteras y la caída de la electricidad.
Las poblaciones de mayor riesgo son Santiago Xalitzintla y San Pedro Benito Juárez, dos pequeñas aldeas ubicadas a tan solo 12 kilómetros del cráter, justo donde empieza el perímetro a partir del cual está prohibido acceder.
Los gases se dispersan rápidamente gracias al viento y a la altura del volcán pero las cenizas sí caen de forma recurrente en estos pueblos cuyos habitantes están acostumbrados a convivir con mascarillas.
“La gente está habituada a observar el fenómeno de actividades del Popocatépetl y tienen contacto permanente con Protección Civil”, explica Alonso, por lo que anualmente se hacen ejercicios para ser más eficientes en una eventual evacuación.