El guardameta “Conejo” Pérez dice adiós al fútbol después de 740 partidos
México — Óscar “El Conejo” Pérez, el guardameta titular de la selección de México en dos de los cinco Mundiales celebrados en este siglo, se retiró hoy del fútbol a los 46 años después de implantar un récord de 740 partidos de liga jugados.
Con apenas 1.72 metros de estatura, Pérez burló la lógica del balompié, según la cual los porteros deben ser gigantes, y con frecuencia también se mofó de la ley de la gravedad con saltos que en sus mejores días le permitieron tocar el travesaño con su pie.
Se trata de uno de los jugadores más cumplidores, sobrios y trabajadores que jugó en México en los últimos 26 años, que en 1997 fue campeón con el Cruz Azul, en 1999 ganó con México la Copa Confederaciones y en el 2001 brilló con el cuadro celeste en la final de la Copa Libertadores ante el Boca Juniors.
En aquel año “El Conejo” participó con México en el trofeo Teresa Herrera de España y en la semifinal ante el Real Madrid tuvo una de las mejores actuaciones de su carrera al detenerle dos penaltis al portugués Figo, por entonces en un gran momento de su carrera.
México cumplió una de sus mejores actuaciones en la fase de grupo de los Mundiales en Corea-Japón 2002 y Pérez fue uno de los héroes del equipo que tras empatar con Italia en un trepidante duelo, se clasificó en el primer lugar del grupo G.
El seleccionador argentino Ricardo La Volpe lo dejó fuera del Mundial de Alemania 2006, pero el mexicano Javier Aguirre lo rescató y sorprendió a todos al colocar al guardameta como titular en Sudáfrica 2010. A los 37 años Óscar respondió a su confianza con otra destacada actuación mundialista.
Ante la mirada atónita de los hinchas azules, el técnico paraguayo Sergio Markarián, de trabajo mediocre con el equipo, envió a Óscar al banquillo de Cruz Azul en el 2008 y provocó la salida del futbolista del equipo que más amó.
Entonces pasó por Tigres UANL, Chiapas, Necaxa, San Luis y Pachuca, con el que ganó su segundo título de liga y jugó sus últimos minutos.
Hoy, sin rastros del cabello en forma de caracoles con el que debutó en 1993, Óscar Pérez se paró en la puerta por última vez. Con un traje de Cruz Azul con motivos negros recibió un disparo simbólico a puerta en el inicio del partido contra Toluca y tras besar la pelota se fue al banquillo, de donde regresó a mitad del partido para un homenaje.
Poco después el héroe que varios de los delanteros más portentosos del mundo no pudieron vencer, aceptó su derrota ante un ente fantasmal, el padre tiempo, que lo obligó a regresar al estatus de persona normal, luego de más de 20 años con el estatus de semidiós para los hinchas de sus equipos.
“La despedida en el estadio Azteca, donde hace tiempo debuté. Es algo extraordinario”, había dicho horas antes de su acto más humilde de este sábado, echarse a llorar por la emoción de haber logrado el milagro de brillar con todo en contra.