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Robert Mueller, el hombre que reformó el FBI, vuelve para investigar a Trump

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Asumió la dirección del FBI una semana antes del 11 de septiembre de 2001 y reformó este organismo para evitar su ruptura tras los atentados, ahora, Robert Mueller vuelve como “fiscal especial” para supervisar la investigación de la agencia sobre los nexos entre la campaña de Donald Trump y Rusia.

Nacido hace 72 años en Nueva York, su nombramiento este miércoles como “fiscal especial” ha tranquilizado a la oposición demócrata, que desde hace semanas presionaba al Gobierno para que designase a alguien externo al círculo de Trump para una investigación que ha convertido a Washington en una tormenta permanente.

El expresidente George W. Bush lo nombró en 2001 director del Buró Federal de Investigaciones (FBI) y Barack Obama prorrogó dos años su jefatura en 2011, al cumplirse su mandato de una década al frente de la principal agencia de seguridad pública del país.

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Mueller y James Comey, el director que le sucedió en 2013 al frente del FBI y que Trump destituyó la semana pasada, son cercanos.

Cuando Comey, como fiscal general en funciones de Estados Unidos, se enfrentó en 2004 al entonces presidente Bush por los programas secretos de espionaje Stellar Wind del FBI y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) que consideraba inconstitucionales, Mueller se puso de su lado.

Conocido por su exigente gestión, Mueller recibe el crédito de haber salvado al FBI cuando muchos abogaban por crear un nuevo organismo de inteligencia después de que Al Qaeda destruyera las Torres Gemelas de Manhattan y parte del Pentágono, asesinando a casi 3.000 personas y cambiando el mundo para siempre.

Mueller modernizó el FBI, convirtiéndolo en pieza angular de la inteligencia estadounidense de hoy.

Su salida de la agencia coincidió en el tiempo con la filtración masiva de Edward Snowden sobre programas de recopilación de datos telefónicos y digitales de la NSA a millones de usuarios dentro y fuera del país, unos programas que según Mueller evitaron al menos una docena de atentados terroristas contra el país.

Como muchos en Washington, empezó en las Fuerzas Armadas, concretamente en el Cuerpo de Marines, uniforme con el que recibió varias condecoraciones tras combatir en Vietnam al frente de un pelotón de la Tercera División.

Graduado en la Universidad de Princenton, con máster obtenido en la Universidad de Nueva York y doctor por la Universidad de Virginia, sus inicios como abogado litigante se remontan a San Francisco (California) en 1973 para la firma Pillsbury, Madison and Sutro, hoy conocida como Pillsbury Winthrop Shaw Pittman.

Tres años después, en 1976, pasó al sector público al servicio de la Fiscalía General de EEUU, primero en California, donde volvería entre 1998 y 2001 como jefe, y después en Boston (Massachusetts) en 1986.

Con George H.W. Bush en la Casa Blanca (1989-1993), Mueller tuvo su primera experiencia directa en el Gobierno como asistente del entonces fiscal general, Dick Thornburgh, y más tarde en la jefatura de la División Criminal del Departamento de Justicia, con casos como el del expresidente panameño Manuel Noriega o el del mafioso John Gotti.

Tras su paso por la firma de abogados Hale and Dorr entre 1993 -tras la marcha de Bush- y 1995, regresó al sector público como fiscal de la Sección de Homicidios en el Distrito de Columbia, dedicado al delito callejero tras haber estado años antes en la cúpula del Departamento de Justicia.

“¿De repente estaba haciendo crimen callejero? Crimen callejero, literal. Es inagotable. Es la encarnación de la integridad”, relató al The New York Times Preston Burton, un colega de la época.

Esa integridad es la que le ha servido como aval a sus 72 años para ser el elegido para supervisar la delicada investigación que atormenta a Trump por los posibles vínculos de su campaña con funcionarios del Kremlin y cuyos hallazgos podrían costarle el puesto si es sometido a un juicio político.

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