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En la crisis del coronavirus, Trump rara vez muestra signos de empatía

El presidente Trump espera el final de una pausa comercial durante una emisión de Fox News, el 3 de mayo pasado.
(Jim Watson / AFP via Getty Images)

La mayoría de los presidentes actúan como consoladores en tiempos de crisis nacional. Trump ha luchado por mostrar alguna empatía con las víctimas o sobrevivientes de COVID-19.

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Durante semanas, cientos de miles de estadounidenses murieron por COVID-19 en el brote de la enfermedad más mortal registrado en un siglo.

Pero cuando el presidente Trump abandone el área de Washington este martes, por primera vez desde marzo, no será para reunirse con las familias devastadas por las pérdidas, como suelen hacer los mandatarios en tiempos de crisis nacionales. Tampoco para consolar a los sobrevivientes, ni a las víctimas.

En cambio, el líder visitará una fábrica donde los trabajadores producen máscaras protectoras, en Phoenix. El gobernador de Arizona, Doug Ducey, extendió una orden estatal de permanencia en el hogar hasta el 15 de mayo, pero algunas empresas y dos sheriffs han prometido desafiar el decreto, en conformidad con el pedido cada vez más insistente de Trump para que los estados retomen sus actividades y la economía.

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El peligro de levantar las medidas demasiado pronto quedó claro el lunes, cuando se supo que la administración Trump proyecta en privado un fuerte aumento de muertes para este mes. El número diario de decesos alcanzará alrededor de 3.000 para el 1º de junio, según un documento interno obtenido por The New York Times, casi el doble de la cifra actual, cercana a los 1.750.

La Casa Blanca afirmó que las nuevas proyecciones, basadas en modelos gubernamentales compilados por la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias, no habían sido examinadas. Pero las estimaciones ponen de relieve los intentos activos de Trump para reabrir la economía, y sus pocas expresiones de compasión por las víctimas.

La pandemia, por supuesto, limita las oportunidades para que el mandatario se reúna con los sobrevivientes o el personal de emergencias, porque cualquier encuentro puede propagar infecciones.

Los jornaleros del condado de Los Ángeles están luchando por encontrar trabajo debido a las recientes lluvias y a la pandemia de coronavirus.

No hay funerales públicos en los que Trump pueda hablar, como lo hizo el presidente Obama después de un ataque racista contra una iglesia negra en Charleston, Carolina del Sur, en junio de 2015. Tampoco puede visitar con seguridad una sala de emergencias de la ciudad de Nueva York y conversar con los médicos, como el presidente George W. Bush hizo con los socorristas después de los ataques del 11 de Septiembre.

Pero incluso cobijado en la Casa Blanca, Trump sigue apartado del sufrimiento de la nación. Ha organizado numerosos eventos con líderes empresariales, legisladores y otros visitantes, pero sólo uno con un puñado de sobrevivientes.

El déficit de empatía se exhibió por completo en los últimos días, e incluyó un sorprendente giro positivo sobre los casi 70.000 muertos. Después de afirmar, el viernes pasado, que “nuestros totales de decesos, nuestros números, por millón de personas, son realmente muy, muy fuertes” y que estaba “muy orgulloso”, Trump sugirió el domingo que su administración merece crédito por evitar una situación mucho peor. “Si no hubiéramos hecho [las cosas bien], el mínimo que hubiéramos perdido sería de 1.2, 1.4, 1.5 millones, ese sería el mínimo”, manifestó el presidente.

Poco después de que Bush lanzara un mensaje en video, el sábado pasado, donde instó a los estadounidenses a dejar de lado el partidismo para luchar contra la pandemia, citando un “espíritu de servicio y sacrificio”, Trump criticó al expresidente republicano por haber permanecido en silencio durante su juicio político. Y cuando el mandatario se sumó a una “junta” de Fox News en el Lincoln Memorial, el domingo, afirmó que ha recibido un peor trato por parte de los medios que el que se le dio en su momento a un presidente asesinado. “Siempre dijeron que nadie recibió un trato peor que Lincoln”, aseveró Trump, sentado debajo de la gigantesca estatua de mármol de dicho mandatario. “Creo que a mí me tratan peor”.

Durante las frecuentes sesiones informativas de Trump en la Casa Blanca sobre la pandemia, sus comentarios preparados a menudo incluyen cierta simpatía por las personas que perdieron a sus seres queridos, pero rara vez profundiza en el tema.

El presidente Trump fue demandado por parte del paquete de ayuda para el coronavirus que podría negar los cheques a más de un millón de americanos casados con inmigrantes.

Cuando el 30 de abril se le preguntó si estaba considerando conducir un momento de duelo y reflexión por los muertos, Trump no respondió directamente, sino que se jactó de lo empático que es. “No creo que nadie pueda sentirse peor que yo por toda la muerte y destrucción tan innecesaria. Nadie”, declaró.

Luego pasó a hablar sobre la necesidad de alivianar las órdenes de cierre para que la economía reviva.

Dos días antes, un periodista le preguntó al mandatario si había hablado con las familias de los fallecidos por el virus, y si sus historias lo habían afectado. “He hablado con tres, tal vez cuatro familias, sin ningún vínculo conmigo”, dijo. “Perdí a un muy buen amigo, también a otros tres amigos; a dos de ellos no los conocía bien, pero eran amigos y personas con las que he hecho negocios”.

“Es una mala muerte”, agregó Trump, y luego pasó a temas más cómodos. Mencionó que los jóvenes son menos vulnerables al virus y que se recuperan “extraordinariamente bien. Por eso creo que podemos empezar a pensar en [reabrir] las escuelas”.

Dos semanas antes, el 14 de abril, Trump se reunió en la Casa Blanca con varios pacientes recuperados. Aprovechó la ocasión para promocionar un medicamento no probado contra el coronavirus, la hidroxicloroquina, que se emplea contra la malaria, e instó a los participantes a decir cuánto les había ayudado a recuperarse.

El mandatario no se demoró en el tema de la muerte cuando Karen Whitsett, una representante del estado de Michigan, mencionó que había “perdido a varios parientes” por COVID-19. “No me digas”, le respondió Trump.

La Administración de Drogas y Alimentos (FDA) ha advertido desde entonces contra el uso de hidroxicloroquina para tratar el COVID-19, a menos que el paciente sea monitoreado de cerca en un hospital o ensayo clínico, porque puede causar problemas en el ritmo cardíaco.

Si bien no es un fenómeno nuevo, la obsesión de Trump con su imagen durante un momento de peligro nacional puede explicar en parte la caída en sus índices de aprobación en las últimas semanas, en contraste con el aumento de popularidad “patriótico” que obtuvo Bush después del 11 de Septiembre.

Las respuestas públicas de Trump “reafirman que no tiene empatía, que no está interesado en desarrollar un consenso nacional para la curación, que es él quien necesita captar la atención, que no está dispuesto a compartir la atención con los verdaderos héroes...”, remarcó Timothy Naftali, un historiador presidencial en la Universidad de Nueva York. “Donald Trump es víctima de sus propias deficiencias, y todos estamos pagando el precio”.

La falta de empatía aparente del mandatario puede dificultar su intento de reelección. Su presunto opositor demócrata en noviembre, Joe Biden, ha hablado y escrito extensamente sobre la tragedia de su familia, y el tema resuena con algunos votantes.

Poco después de que Biden ganara por primera vez un escaño en el Senado de EE.UU, en 1972, su esposa y su pequeña hija murieron en un accidente automovilístico. Uno de sus dos hijos sufrió un tumor cerebral y murió en 2015.

Trump también ha experimentado una tragedia familiar: su hermano mayor era alcohólico y murió a los 42 años de edad, en 1981, pero rara vez el mandatario habla de ello.

Según se comenta, se siente incómodo con cualquier signo de enfermedad. Preocupado por proyectar fuerza y una salud robusta, se enojó con los asistentes que tosían o estaban resfriados a su alrededor y, a pesar de las pautas de su propio grupo de trabajo sobre el coronavirus, se negó a usar una máscara facial en medio de la pandemia.

Su personal a veces debe recordarle que muestre un enfoque humano.

Después de que un hombre armado mató a 17 personas e hirió a otras 17 en la preparatoria Marjory Stoneman Douglas, en Parkland, Florida, el 14 de febrero de 2018, Trump sostuvo una reunión con sobrevivientes de la violencia armada en la Casa Blanca, y los fotógrafos captaron su lista de puntos a conversar. El quinto y último de ellos era: “Los escucho”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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