OPINIÓN: No hay que olvidar a los paisanos
Es posible que nos encontremos ante un momento muy delicado del Programa Paisano, según lo reportado en algunos medios de comunicación. No está claro aún si se trata del fin del programa, de una transformación o del despido de sus funcionarios en algunos consulados en Estados Unidos, los más importantes por cierto.
El Programa Paisano nació en el sexenio del ex presidente Carlos Salinas como un intento de detener los abusos y las extorsiones por parte de autoridades mexicanas, de las que eran sujeto los mexicanos que vivían en Estados Unidos durante sus visitas a México, y quienes llevaban dólares y mercancías para sus familiares y amigos.
El programa inició durante los periodos vacacionales y se fue extendiendo hasta tener delegados en los consulados más importantes como Los Ángeles y Chicago, y se ampliaron sus actividades a labores informativas sobre los derechos, trámites y riesgos en sus viajes.
Junto con los grupos Beta, también creados en el sexenio de Salinas, son los únicos dos programas que protegen a los migrantes mexicanos en tránsito, cuando van o cuando regresan de Estados Unidos. En sentido estricto, es un esfuerzo que no debería existir, porque es tanto como aceptar que las autoridades de México abusan de estos visitantes a quienes en principio deberían servir y no extorsionar. Esta fue la estrategia en el pragmatismo salinista.
Sin duda el programa puede y debe mejorarse. En evaluaciones realizadas a los paisanos en sus visitas, mediante encuestas, se observa que antes de la implementación del programa, alrededor del 80% había sido víctima de extorsión o robo por parte de las autoridades mexicanas. Con el programa en marcha, ese porcentaje se redujo a menos del 10%.
Seguramente se argumentará que como ya no hay corrupción, porque ahora somos diferentes, el programa ya no es necesario. Ojalá fuera cierto.
Si el programa desaparece se suma a las ya extintas delegaciones de Turismo o ProMéxico en los consulados, con lo cual el personal del consulado, que debe enfocarse en la atención a los migrantes, ahora también debe cumplir funciones de promoción turística y económica de México, con lo cual se hacen evidentes dos creencias, en mi opinión, equivocadas:
La primera asume que el personal de los consulados está ocioso y se le pueden aumentar obligaciones, como si no tuvieran nada que hacer o estuvieran perdiendo el tiempo. Nada más alejado de la realidad.
Los consulados son el único espacio con el que cuentan los 37 millones de personas de origen mexicano en Estados Unidos para muchos de sus trámites, particularmente los 11 millones de éstos nacidos en México, de los cuales poco más de 5 millones son indocumentados y prácticamente no tienen ningún otro espacio de ayuda y protección.
La segunda creencia da por hecho que en estos consulados, particularmente en las delegaciones mencionadas, trabajan “recomendados” o “juniors”. No dudo que haya quien no haga nada, pero tampoco creo que deje de haber en un futuro; sin embargo, perjudicar a todos los demás y a las poblaciones que atienden, sin siquiera haber evaluado a fondo la situación, es un error.
Adicionalmente, descuidar a los paisanos es poner en riesgo la relación con una comunidad que nos deja muchos beneficios, que envían 33 mil millones de dólares anualmente a México, que nos visitan por millones y dejan una derrama económica considerable. Es no darse cuenta del importante papel que pueden jugar en la relación con nuestro principal socio y vecino. Si los perdemos no va a ser fácil recuperarlos.
*Jorge Santibañez es presidente de Mexa Institute
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