Enric Puig Punyet, autor de “La gran adicción”: “Llevo un año desconectado a internet y no echo de menos nada”
REDACCION/BBC MUNDO — Es difícil dar con ellos, muy difícil. No tienen WhatsApp, no usan Telegram, odian Facebook, no sienten la más mínima traza de amor por Instagram, no quieren ni oír hablar de Twitter, no hay ningún rastro de ellos por internet, algunos no poseen ni siquiera una cuenta de correo electrónico y, los que la tienen, la abren sólo muy de vez en cuando…
Son los ‘desconectados’, una nueva tribu urbana compuesta por personas que han decidido darle la espalda a internet y vivir off-line.
Un pequeño ejército nada ruidoso que casi siempre pasa desapercibido pero que no deja de crecer.
Se les puede reconocer porque en los bares, en los restaurantes, en el bus, en el tren, en el trabajo y allá donde vayan suelen ser los únicos que no están pendientes del teléfono móvil.
De hecho muchos de ellos no tienen y, los que sí, llevan viejos celulares de esos sin conexión a internet que sólo sirven para hacer o recibir llamadas.
“Hartos”
Los hay que han dicho adiós a la web porque se dieron cuenta de que se estaban convirtiendo en adictos. Otros huyen porque estaban hartos de la vida virtual y deseaban recuperar la vida real. Y quienes se desconectan por motivos ideológicos, porque no le gusta la filosofía que transpira internet.
No faltan los que la esquivan en nombre de la privacidad, porque no quieren que sus datos circulen por ahí… Hay de todo.
Enric Puig Punyet es uno de ellos. Este español de 36 años, doctor en Filosofía, profesor, escritor, artista y líder de la banda de música indie Plexyglas es un desconectado.
No sólo eso: el asunto le interesa tanto que ha escrito un libro -”La gran adicción”, publicado en España por la editorial Arpa- en el que recopila casos reales de personas que, deseosas de recuperar el contacto directo con los demás y consigo mismas, han decidido desconectarse. Charlamos con él.
Pregunta. ¿Cuánto tiempo llevas desconectado?
Respuesta. De redes sociales, un año. Sin smartphone, medio.
¿Por qué decidiste desconectar?
Para escribir mi libro ‘La gran adicción’ tuve que ponerme en contacto con personas que, por distintos motivos, decidieron desconectar completamente de internet.
A través de ellos me di cuenta de hasta qué punto la hiperconexión a la red puede ser perjudicial para nosotros, y decidí abrazar su filosofía tanto como me fuera posible.
¿Pero es posible vivir desconectado? ¿No te limita profesional y socialmente?
Es posible sólo en algunos casos. Y deseable también sólo en algunos casos.
Para la mayoría de nosotros, la desconexión debería ser un ideal irrealizable que nos sirviera para estar alerta, para hacernos constantemente preguntas acerca de cómo nos conectamos, cuándo y por qué.
¿Qué es lo que te parece tan perverso de internet para haber decidido darle la espalda?
La internet participativa, que mayoritariamente es la modalidad en que lo estamos viviendo, busca nuestra dependencia.
Al tratarse casi en su totalidad de plataformas vacías que se nutren de nuestro contenido, interesa que estemos a todas horas conectados.
Esta dinámica la facilitan los teléfonos “inteligentes”, que han provocado que estemos constantemente disponibles y nutriendo a la red. Este estado de hiperconexión conlleva sus problemas, que estamos empezando a ver.
Nos resta la capacidad de atención, de proceso en profundidad e incluso de socialización.
Tú eres filósofo, ¿crees que internet subyace alguna filosofía o ideología? ¿No es un medio neutro que simplemente facilita las comunicaciones?
A menudo se dice que internet es una herramienta neutra y que depende de cómo la utilicemos. Esto es una simplificación.
Supone no entender que detrás de internet hay una ideología y una historia. En el último capítulo de esta historia, que se remonta al año 2000, emergió un modelo de negocio cuyas ganancias dependen del tiempo que pasemos los usuarios en internet.
Las plataformas y aplicaciones que han surgido desde ese momento se han configurado bajo esa premisa, lo que les aleja de esa falsa idea de neutralidad.
¿Te sientes un bicho raro? ¿Has tenido alguna vez la impresión de que los demás te ven como un extraterrestre por haber decidido vivir desconectado?
Cualquier acto de desconexión, ya sea total o parcial, debería entenderse como una medida de resistencia que desea compensar una situación que se encuentra descompensada. Personalmente, me he encargado de que en mi círculo se perciba así.
Quienes me rodean saben que comunicarse conmigo les comporta cierta limpieza digital, un espacio en el que lo físico y lo presencial vuelven a ser importante. Se trata de hacerlo ver como un beneficio, y no como una pérdida.
¿Te costó mucho lograr desconectarte? ¿No has sufrido síndrome de abstinencia?
Yo no lo he padecido porque fue una desconexión gradual, y cada paso era una respuesta a las preguntas que indirectamente me iban planteando personas que habían logrado con éxito la desconexión.
En muchos de esos casos, sin embargo, fue una tarea ardua, lo que demuestra una vez más el grado de dependencia que estas tecnologías nos han llegado a generar.
¿Qué es lo más duro cuando se desconecta?
Darse cuenta de que la pérdida en cantidad de comunicaciones se compensa con la calidad. Y vencer ciertos automatismos que nos han llevado a perder capacidades tan dispares como la improvisación, la apreciación del silencio o la orientación.
Hay que ser capaz de recuperar estas facultades y entender que en su recuperación está la riqueza de la desconexión.
¿Qué es lo más gratificante de la desconexión?
La recuperación de la atención. Sólo una lectura a la vez, sólo una conversación a la vez.
La multitarea, que es uno de los dogmas sobre los que se sustenta la digitalización, es una idea falsa. A lo que nos lleva es a reducir la intensidad de nuestras acciones y nuestras percepciones a costa de poder hacer varias a la vez.
¿Has tenido recaídas?
Ninguna. Lo que me propuse, que es utilizar internet cuando yo lo precisara, sin caer en sus garras, lo he cumplido hasta el día de hoy.
¿En qué ha cambiado tu vida desde que decidiste desconectarte? ¿Echas algo de menos de tu vida como conectado?
No echo nada de menos. Utilizo internet para muy poco. Básicamente para el correo electrónico, para buscar cierta información y para comunicarme con mis alumnos, puesto que soy profesor en la UOC, una universidad en línea.
Si en algún momento lo necesito para algo más, ampliaré mi uso. No soy ningún dogmático. Simplemente, he valorado y he decidido marcar unos usos concretos que se adaptan a mi situación y palian algunos inconvenientes.
¿Crees que en los próximos años el número de personas que decidan desconectarse aumentará?
Efectivamente, porque habremos pasado los primeros años de enloquecimiento por lo que nos ofrece y lograremos un estado de madurez.
En ese estado, tan legítimo será el discurso de alguien que opte por pasar mucho tiempo en internet como otro, contrario, de quien decida pasar muy poco tiempo ahí.
El estado de madurez se caracterizará por no ver sólo las ventajas de internet, sino también sus inconvenientes. Y entonces posturas contrarias podrán coexistir sin problemas.
¿Crees posible que internet deje algún día de ser omnipotente y omnipresente?
Creo que la internet participativa se transformará. El gusto por compartir la vida privada irá diluyéndose, y se sustituirá por usos de la red más profesionales o pseudoprofesionales.
De hecho, esto lo estamos viendo ya. Esta nueva forma también tendrá sus problemas, muy vinculados a las nuevas formas que tomará el mundo laboral. Deberemos estar atentos a los problemas que nos generará.
Ante todo, nunca dejar de preguntarnos por qué hacemos lo que hacemos.
La inmensa mayoría de la gente utiliza internet. ¿Puede tanta gente estar equivocada?
No es cuestión de estar o no equivocados. Gran parte del atractivo de las tecnologías digitales está diseñado por compañías que desean nuestro consumo y nuestra continua conexión, como sucede con tantos otros ámbitos y, en general, como es la base del consumismo.
El problema es que, por la historia particular que tiene internet, se ha caracterizado como servicio público y este otro elemento, que ya debería ser evidente, ha quedado sepultado bajo el discurso de que internet es una herramienta al servicio de las sociedades.
¿Qué argumentos emplearías para convencer a alguien de que se debe desconectar?
No querría convencer a nadie de que se desconectara. Sólo de que escuchara el discurso de los desconectados como una voz que conviene tener en cuenta y que quizá contribuirá a que se cuestione ciertos comportamientos que ha automatizado.
¿Cómo crees que influye internet en los jóvenes, en los nativos digitales? ¿Crees que a ellos les puede resultar más difícil desconectarse? Muchos no conciben su vida sin internet…
Creo que haber vivido o no sin internet no es un elemento importante a la hora de apreciar las ventajas de la conexión.
En cambio, la ventaja de las generaciones más jóvenes es que nunca se han visto hipnotizados por las novedades de las tecnologías digitales.
Para ellos, es una realidad más, que se puede aprovechar o desechar según convenga.
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