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Entrevista a Julio Patán ¿Es México un país bizarro?

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En 2017, Julio Patán y Alejandro Rosas, ambos escritores, historiadores, columnistas y bohemios (entre otras cosas), publicaron el exitoso libro México bizarro (Editorial Planeta), un compendio de 90 historias delirantes, estrambóticas, absurdas, bizarras, que tomaron de la realidad histórica mexicana desde territorios como la política, la nota roja, la farándula, el deporte y la cultura. Con amenidad, rigor y un más que saludable sentido del humor, los textos constituyeron un mosaico muy representativo de lo que hemos sido, lo que somos y lo que, muy probablemente, seguiremos siendo como país y como pueblo (cualquier cosa que esto último signifique).

Hace pocas semanas apareció la continuación de una serie que podría ser infinita, con la puesta en circulación de México bizarro 2, otras nueve decenas de narraciones tanto o más disparatadas y esperpénticas, aunque eso sí: muy divertidas.

Pero dejemos que sea Julio Patán, uno de los dos autores de esta obra, quien nos platique más acerca de ella.

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¿De dónde les surgió, a Alejandro y a ti, la bizarra idea de que México es un país bizarro?

Yo creo que se puede hacer un Estados Unidos bizarro, un España bizarra, un Italia bizarra, un Rusia bizarra, un Venezuela bizarra… Es decir, esto que hemos dado en llamar lo bizarro es algo universal, pero en México ha tenido rasgos especiales.

En los dos volúmenes de México bizarro hablamos de espectáculos, de deportes, de cultura, aunque en ambos predomina el tema histórico-político, un tema que le da a la ‘bizarrez’ mexicana una característica especial y creo que básicamente tiene que ver con lo siguiente: salvo la mejor opinión de Andrés Manuel López Obrador, quien puede llevarnos hacia allá, no hemos sido desde hace mucho un país autoritario.

Sí hemos sido un país hipocritonamente autoritario, con el priismo clásico que es como el gran enmascaramiento del autoritarismo; luego fuimos una democracia con muchas fallas, pero una democracia a pesar de todo (aun cuando probablemente estemos dejando de serlo), pero nuestra historia ha sido mayoritariamente eso: una especie de mestizaje entre una pseudo democracia y una pseudo dictadura rara. Sí hay pues un fenómeno único.

Es algo que han tratado de definir y lo hicieron con mucho éxito Octavio Paz, Enrique Krauze, Roger Bartra, José Woldenberg. Tenemos al respecto una importante tradición de gente seria que ha discutido estos temas.

Yo creo que esta especie de ambigüedad o de ambivalencia de la historia política mexicana da un rasgo especial a ese aspecto bizarro del país. Somos algo distinto a la tradición hispanoamericana de las tiranías. Por ejemplo, pienso que los antecedentes de López Obrador son Luis Echeverría y José López Portillo, quienes tenían algo de caudillos. Aquellas empresas paraestatales desmesuradas que se fueron a la bancarrota, aquellas ideas de servir agüita de jamaica en las recepciones diplomáticas del gobierno echeverrista, parecen locuras de dictadorzuelo caribeño, pero no del todo. Siempre había una especie de puesta en escena pseudo democrática, una especie de institucionalidad o de civilidad aparente. Entonces, esta cosa como doble le da algo especial al bizarro mexicano y lo marca de un modo alucinante.

¿De qué manera surgió el proyecto del libro?

¿Quieres que te cuente la verdad? La idea para hacer el volumen uno surgió una noche en que estábamos Alejandro Rosas, mi carnal y coautor, y yo en mi casa, con nuestro editor que es también mi carnal, Gabriel Sandoval. Los tres estábamos pedos, nos habíamos tomado unos whiskys y Rosas y yo nos pusimos a platicar de algo que nos ha gustado siempre y que es la historia de México, pero desde su lado disfuncional, absurdo, grotesco, o sea, no con rigor metodológico ni dando una gran teoría sobre la historia del país, sino de una manera anecdótica.

Hacía muchos años que Alejandro y yo hacíamos eso. Nos gustan las historias de priistas corruptos (valga la redundancia), de caciques, etcétera. La disfuncionalidad de la historia de México. Esa noche, Gabriel nos estaba escuchando y como él, a diferencia de Alejandro y de mí, sí tiene visión de negocios, nos dijo: “Huevones, eso es un libro”. Rosas y yo nos reímos y le contestamos: “No mames, güey. ¿Cómo crees?”. Pero dijo que sí y que el lunes nos mandaba el contrato. Así lo hizo y entonces Rosas y yo nos pusimos a hacer un índice de temas.

¿Ya tenían pensado el título?

La idea original era titularlo México freak, pero luego lo cambiamos a México bizarro. El plan para estructurarlo fue el de escribir anécdotas, contadas en corto y por separado. Esto quiere decir que Alejandro y yo escribimos 45 anécdotas cada uno para cada libro y lo firmamos en conjunto. Claro que uno leía y revisaba los textos del otro, para comentarlos o incluso criticarlos. Terminamos bastante rápido el primer volumen que apareció en 2017, trabajamos muy intensamente en él y debo decir que resultó un fenómeno editorial. No lo digo presuntuosamente, pero le fue muy bien. Lo presentamos con mucho éxito en la feria del libro del Zócalo, en la de Monterrey, en la FIL de Guadalajara. Todo 2018 estuvimos de feria en feria con un sorprendente éxito. Se llenaban los lugares en donde lo presentábamos, pero lo más importante es que la gente participaba. Muchas personas, ya sea en las mismas presentaciones o en las redes sociales, se nos acercaba para contarnos o recordarnos otras anécdotas históricas. Fue un año muy cansado de promoción, pero firmamos para hacer el segundo volumen. Nos habían quedado muchas historias pendientes y a lo largo de ese tiempo fuimos acumulando varias más.

Pero los libros no abarcan, al menos no todavía o no del todo, el sexenio pasado y el actual.

Podríamos haber hecho un México bizarro solamente con las anécdotas de Peña Nieto y del Peje. Nada más con las historias de Javidú o de las disculpas pedidas al rey de España, etcétera, podemos llenar un volumen. Pero no quisimos hacer una obra tan coyuntural. En primer lugar, porque todo eso está todavía muy vivo, muy presente. Las redes sociales, los medios, nos tienen como muy conscientes de todas esas historias (la corrupción de los gobernadores, la casa blanca, más todo lo que ha surgido con el nuevo gobierno) y no creo que en este momento pudieran resultar muy interesantes para los lectores.

Lo importante más bien es recordar que todo lo que está sucediendo ahora tiene antecedentes, que el bizarro mexicano no es algo nuevo. Por eso en ambos volúmenes los lectores pueden ver historias que van desde la época de la Conquista hasta casi la actualidad, pasando por la Independencia, la Revolución, el priismo clásico, etcétera.

¿Cómo escogieron los temas? ¿Se juntaron para ver cuáles les tocaban a cada uno? ¿Le editorial tiene que ver en la elección de algunas historias?

Debo decir que Planeta nos ha dado una gran libertad. Nos proponen cosas, pero no se meten. Todo es responsabilidad de Alejandro Rosas y mía. Aunque es una obra muy comercial o muy masiva, tiene mucha independencia editorial. Son libros de autor o, para mejor decirlo, de autores, ya que somos dos.

¿Hay algo que diferencie al volumen uno con respecto al volumen dos?

Bueno, en el volumen dos instituimos algo que se llama “Medalla al mérito bizarro” que es como el premio Oscar a la trayectoria. Esta vez hay dos ganadores: Luis Echeverría y Vicente Fox. Pero existen otros personajes que tienen historias en los libros, como por ejemplo el Rey de la basura, quien hizo una fortuna manejando a los pepenadores de los tiraderos de Iztapalapa, o “La Mataviejitas” o “La Paca”. La verdad es que podríamos hacer una verdadera enciclopedia de personajes grotescos de la realidad mexicana, aunque por el momento van 180 historias. Pero respondiendo a tu pregunta, creo que el volumen dos nos salió más compacto. Como que aprendimos cosas del volumen uno y entramos con una idea más clara de cuál debería ser el guion. También hicimos más concesiones a lo extra político. Hay más temas de farándula y deporte. Como el caso del “Gato” Ortiz, aquel portero del equipo Monterrey que se convirtió en secuestrador y que sigue en la cárcel. O esa historia de don Fernando Marcos, cuando por haber pitado un penalti, el público en protesta quemó el Parque Asturias. Tenemos una sección dedicada a los nombres absurdos que algunos padres le ponen o le ponían a sus hijos en este país. Nombres como Audelino Supermán, Gordonia, Vagina o Clítoris. Afortunadamente, a veces el gobierno mexicano sí funciona y ya no se permite poner esa clase de nombres. Hay otra sección sobre gastronomía y otra sobre los monumentos grotescos, como la famosa “Cabeza de Juarez” que es uno de los monumentos más feos del planeta Tierra.

Obviamente ya están empezando a planear el volumen tres.

Fíjate que no, porque hemos aprendido que primero hay que ver cómo funcionan los libros con los lectores. Vender no es la única razón para escribir un libro, pero es una razón importante. La gente respondió muy bien al volumen uno. Ahora hay que ver cómo recibe el dos. De eso dependerá en buena parte si se hace el tres o no. Pero sobre todo hay que darse un respiro. El segundo libro está muy fresco todavía y promoverlo va a tomar todavía bastante tiempo. Hay muchas ferias del libro por delante y por lo tanto muchos viajes. Y hay que estar con los medios, firmar ejemplares en las librerías, etcétera. Si combinas eso con el trabajo cotidiano (en mi caso el noticiario diario de Foro TV, dar conferencias, etcétera), pues sí estás muy ocupado. No nos estamos apresurando tanto. Hay que dejar que el libro empiece a funcionar solo y ya luego pensar en escribir el tercero. Y lo más importante: que nos paguen un adelanto por escribirlo, ¡ja ja!… Yo sí quiero recordar que los libros son o deben ser un negocio. Pequeño, mediano o grande, pero un negocio. El capitalismo funciona, querido Hugo.

Para terminar: ¿la 4T qué material va a dar para futuros volúmenes de México bizarro?

La 4T es una locura, pero todavía resulta incierto lo que va a pasar con esta administración. Lleva muy poco tiempo y las señales son muy ambivalentes. Pero yo diría que hay dos componentes ideales en ella para la bizarrez mexicana: el primero es el autoritarismo, un componente que a autores como nosotros nos ayuda mucho; siento decirlo, porque yo preferiría que mi país estuviera gobernado por una democracia civilizada, pero como autor, el autoritarismo me ayuda muchísimo, me brinda un gran material de trabajo. Cosas como la grotesca puesta en escena de lo del huachicol, el desastre absoluto que son las pérdidas económicas en Pemex con este gobierno, las peticiones a la Madre Tierra, las declaraciones chavistas de Yeidckol Polevnsky, los programas de televisión de John Ackerman, todo lo que pasa en el Conacyt o Gerardo Fernández Noroña por sí mismo, agandallando señoras en las filas del aeropuerto o yendo a protestar a las oficinas de Twitter porque le suspendieron su cuenta.

La 4T es todo un festival y apenas llevamos seis meses. El segundo componente es el estilo personal de gobernar del propio López Obrador que tiene mucha tela de dónde cortar por ser muy florido, ocurrente, muy campechano y también muy violento. Si todos los días el presidente de la república está dos horas hablando para los mexicanos en Palacio Nacional, en las mañaneras, no te das abasto con el material bizarro que surge de ahí.

Pero tampoco debemos permitir que todo ese material nos avasalle. Como escritores, y creo que los lectores de México bizarro estarán de acuerdo con esto, nuestros intereses tienen que ir mucho más allá. Es bonito recordar la historia de México, pero es igual o más importante entender lo que pasa hoy a partir de los caudillismos y los cacicazgos de nuestro pasado… Aunque se me ocurre que lo que sí podríamos hacer es una especie de Semanario de lo insólito, con todo lo absurdo de la 4T.

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