¿El tratamiento radical de este médico para las embarazadas adictas? Desintoxicarlas antes del parto
KNOXVILLE, Tenn. — En el suave resplandor de la máquina de ultrasonido, en el consultorio tenuemente iluminado, el Dr. Craig Towers fue categórico con su paciente: “¡Tu bebé está muy bien!”.
Pero Emily Lenderman apenas registró las buenas noticias. La joven de 22 años se sentía mal. Una furiosa infección por estafilococos había invadido el lado derecho de su rostro, su piel mostraba un sudor frío y bolsas oscuras ensombrecían sus ojos. Su cabeza colgaba de un lado a otro.
El Dr. Towers no necesitó una prueba de drogas para confirmar que Lenderman, con 14 semanas de embarazo, sufría una adicción a los opiáceos, y esa mañana todavía mostraba los efectos de haber consumido el día anterior. Por eso la joven había recorrido 70 millas para ver a este médico, uno de los pocos que se especializa en el tratamiento de mujeres drogadictas embarazadas.
En la última década, Towers ha ayudado a cientos de pacientes a dejar los opioides -altamente adictivos- antes de dar a luz, un enfoque sorprendentemente controvertido para tratar la adicción. Sus métodos provocaron una reacción violenta en el entorno médico sobre si la rehabilitación es demasiado arriesgada y si las pacientes embarazadas deberían tener la opción de desintoxicarse.
Mirando su reloj -tenía otras 20 pacientes adictas en su agenda ese día- Towers acercó un poco su taburete y fijó sus ojos gris verdosos en los de Lenderman. Necesitaba captar toda su atención.
Si ella elegía desintoxicarse y lograba evitar las drogas por completo hasta el parto, dijo, su bebé no nacería con el síndrome de abstinencia neonatal (o NAS, por sus siglas en inglés), el doloroso cuadro que sufren los bebés de consumidoras de opioides.
Pero había peligros. El más grande: una recaída.
“Entonces, probablemente te ofrecerán algo en la calle, quizá la dosis incorrecta, y podrías tener una sobredosis y morir”, le dijo. “Si eso sucede, tú no estarás aquí, y el bebé tampoco estará aquí”.
La otra opción, remarcó Towers, era seguir las pautas nacionales que recomiendan tomar medicamentos de mantenimiento con opioides -como la buprenorfina o la metadona- durante el embarazo. El peligro de una sobredosis es menor, pero las posibilidades de que un bebé desarrolle NAS son mayores. “Esta es tu elección”, le aclaró. “Te atenderé de cualquier manera. No te estoy juzgando; es tu embarazo, tu vida”.
Towers, un hombre de 64 años que habla con la alegre inflexión del recordado actor Jimmy Stewart, es un rebelde poco probable, ya que ha publicado más de 100 artículos o estudios sobre el embarazo, la enfermedad y la adicción.
Se interesó en la obstetricia porque requería de una combinación única de habilidades: medicina interna, cirugía e investigación. También había algo mágico en todo.
“Recuerdo mi primer parto”, evocó. “Era temprano una mañana, y yo estaba allí en el quirófano. Vi esa cabeza saliendo, y pensé que la madre se iba a partir en dos. Y entonces, ella empujó esa criatura que estaba viva, y yo la atrapé. Un ser vivo…”.
Towers creció en Downey, en las afueras de Los Ángeles, y se graduó en 1984 de la Facultad de Medicina de la Universidad de Kansas. Finalmente regresó al sur de California y aceptó un trabajo como obstetra especializado en embarazos de alto riesgo.
En 2010 se mudó aquí y se unió a High Risk Obstetrical Consultants (consultores obstétricos para casos de alto riesgo), un consultorio afiliado al Centro Médico de la Universidad de Tennessee. Su trabajo se centró en las mujeres que luchan con diabetes, hipertensión u otras complicaciones, y está muy orgulloso de haber ayudado a una paciente que había tenido seis abortos involuntarios a dar a luz bebés sanos, en dos ocasiones.
Cuando hacía menos de un año que estaba allí, comenzó a confrontar a pacientes adictas a los opioides; estaban al frente de una epidemia a nivel nacional. Hoy, hasta 35.000 mujeres embarazadas abusan de los opioides, un medicamento que puede provocar sobredosis fatales y causar estragos en el sistema inmunológico. Casi 20.000 bebés nacen con abstinencia cada año. Esos pequeños también pueden sufrir problemas de desarrollo y de aprendizaje a largo plazo.
El Colegio Estadounidense de Obstetras y Ginecólogos había advertido durante mucho tiempo que era demasiado peligroso quitarles a las mujeres embarazadas la droga. “La interrupción abrupta de los opioides en una embarazada dependiente de estos puede derivar en parto prematuro, sufrimiento fetal o muerte fetal”, declaró la institución.
En lugar de eso, las pautas de la institución recomendaron que los médicos receten sustancias de mantenimiento con opioides hasta el nacimiento. En consecuencia, Towers rechazaba las súplicas de las mujeres que le pedían desintoxicarse, el término con el que los médicos se refieren a dejar las drogas. “Muchas se molestaban por esa respuesta”, dijo. “Las deprimía un poco”.
Towers investigó un poco y elaboró un folleto para educar a las pacientes sobre los peligros de la desintoxicación. Lo que descubrió lo sorprendió: no había evidencia, dijo, de que la desintoxicación fuera peligrosa para los fetos. Las pautas se habían basado en dos estudios de casos de pacientes individuales en la década de 1970, que habían perdido sus embarazos. Towers sospechó que esos incidentes no estaban relacionados con la desintoxicación; estudios en Australia demostraron que no había ningún riesgo para los fetos en absoluto.
El único peligro, indicaban los reportes, era que una mujer recaiga en el uso, sufra una sobredosis y muera. Towers pensó que podía manejar ese riesgo. Si las pacientes estaban de acuerdo, él les daba un tratamiento con medicamentos de mantenimiento según lo recomendado, pero luego reducía sus dosis a cero.
Desde 2012, detalló el experto, ha tratado a casi 1.800 adictas a los opioides y logrado con éxito que 850 mujeres dejen el narcótico para el parto. De ellas, ninguna experimentó abortos espontáneos o muertes fetales relacionadas con la desintoxicación, precisó, y ningún bebé nació con abstinencia.
Alrededor de 450 pacientes recayeron después de desintoxicarse o no pudieron lograrlo por completo; y alrededor de 400 siguieron las recomendaciones nacionales. Más de la mitad de los bebés nacidos de esos dos grupos de mujeres sufrieron NAS.
El médico publicó un estudio en 2016 sobre sus hallazgos y, en 2017, el Colegio Estadounidense de Obstetras y Ginecólogos modificó las pautas para permitir que los doctores experimentados ayuden a sus pacientes a disminuir los opioides, aunque todavía recomienda que sigan el enfoque más conservador para el tratamiento de la drogadicción.
Algunos expertos desconfían de alentar a las mujeres a desintoxicarse durante el embarazo. Afirman que Towers es demasiado audaz y refieren a las tasas de recaída -de entre 40% y 60%- que muestran los adictos a los opioides. Tales mujeres podrían morir por sobredosis. También estiman que los datos nacionales no respaldan la conclusión de Towers de que la desintoxicación lleva a una reducción de las posibilidades de NAS debido a que muchas pacientes recaen y, en última instancia, exponen a sus fetos a los opioides. “La desintoxicación no es superior a la medicación”, aseveró el Dr. Mishka Terplan, un experto en obstetricia y medicina de adicciones, que ha escrito extensamente sobre el tema.
Terplan, quien trabaja en un estudio a gran escala para evaluar los méritos de la desintoxicación durante el embarazo, recomienda el uso de medicamentos de mantenimiento, aunque cree que los médicos pueden ayudar a algunas pacientes a desintoxicarse caso por caso.
Towers afirma que evalúa a cada paciente para ver si puede manejar la desintoxicación, y toma medidas para reducir las posibilidades de recaída. Su clínica impulsó el acceso a asesoramiento de salud mental y garantiza que haya especialistas presentes para ayudar a las mujeres a conectar con empleos, servicios sociales e incluso transporte. En 2017, comenzó a recetar naltrexona, una sustancia que combate los antojos de drogas. En los últimos años, dijo, la tasa de recaída de sus pacientes de desintoxicación se redujo de una en cinco a una en 10.
El día más ocupado de Towers es el martes, cuando hasta 25 mujeres adictas se presentan a las citas en su oficina del cuarto piso, en un edificio adjunto al Centro Médico de la Universidad de Tennessee. En uno de esos días, en agosto pasado, la demanda era alta: él subía y bajaba por los pasillos, entraba y salía de las salas de examen, revisaba los gráficos y los resultados de las ecografías, verificaba el progreso de las pacientes en sus embarazos y sus tratamientos farmacológicos.
Muchos de sus exámenes eran típicos de cualquier cita obstétrica: garantizar que los bebés tuvieran el tamaño correcto y que sus cabezas apuntaran hacia abajo. Opinar sobre el mejor elixir para las pruebas de diabetes. “Confía en mí”, le dijo a más de una paciente, “los he probado todos, y el ponche de frutas y la baya son los mejores”.
Pero todos los exámenes finalmente se centraron en las luchas de las pacientes con opioides u otras drogas.
El médico felicitó a una joven de 30 años que parecía haber superado una racha después de dos sobredosis. También le dijo a una mujer que estaba bien que no hubiera podido dejar de tomar el medicamento de mantenimiento. Y consoló a una paciente de 27 años casi en lágrimas porque otro obstetra no la dejaba desintoxicarse. “Me dijeron que podía matar a mi bebé si dejaba de consumir”, expresó la mujer.
Towers hizo algunos cálculos. Ella tenía 27 semanas de embarazo, y eso les daba sólo 10 semanas para disminuir el uso antes de dar a luz. “Vamos a tener que ser un poco agresivos con esto”, aconsejó. La mujer lo logró y dio a luz a un niño sin NAS.
Con los años, Towers ha aprendido una verdad primordial sobre sus pacientes: están sufriendo. Muchas muestran cicatrices de abuso psicológico y físico profundo. La mayoría siente vergüenza al exponer a otro ser humano a las drogas. Incluso después de la desintoxicación, muchas tienen encima el peso de una pregunta que temen hacerse: ¿Han lastimado a sus bebés? Manejar a estas pacientes requiere de los más gentiles modales junto a la camilla.
A mitad de su jornada, ese martes de agosto, Towers revisó a Kayla Daniell, de 25 años, y pudo ver que estaba mucho mejor que cuando había ingresado a su cuidado, seis semanas antes. Adicta desde hacía mucho tiempo -había comenzado a usar drogas para hacer frente a un abuso sexual del pasado-, Daniell ahora estaba limpia.
Aún así, el médico la notó ansiosa. Sabía exactamente por qué. “Tu bebé está muy bien”, la tranquilizó. “Simplemente genial”. Daniell exhaló profundamente, aliviada. Seis semanas después, dio a luz a una niña sana.
Para Towers, cada nacimiento es una victoria, un punto de referencia en un conjunto de datos en crecimiento que, según él, refuta las críticas y demuestra que su enfoque es seguro y efectivo. Eso lo mantiene en marcha, incluso cuando probablemente debería pensar en reducir la velocidad.
En mayo pasado, después de sentir un intenso dolor en el pecho, consultó a un cardiólogo y descubrió que una de sus arterias principales estaba bloqueada en un 95%. Le colocaron un stent. Si bien ha reducido un poco su actividad, se niega a renunciar a su consulta para el tratamiento de opioides. Hay demasiadas Emily Lenderman a quien ayudar.
Era una tarde a fines de octubre cuando Lenderman, quien ahora tiene 23 años, entró rápidamente en la sala de examen para un seguimiento de rutina. Él la había atendido por primera vez en agosto, cuando la miró a los ojos y le preguntó si quería desintoxicarse. La mujer completó con éxito un plan de desintoxicación y en esta cita parecía una persona completamente diferente.
Su rostro era claro y brillante, su cabello estaba perfectamente peinado. Ella se echó a reír cuando su madre hizo un chiste malo, y le hizo varias preguntas al técnico de ultrasonido. Por primera vez desde que tenía memoria, estaba planeando su futuro: quería ser enfermera.
Towers estaba contento con su progreso y el de su embarazo. Pero el médico sabía que ella seguía inquieta.
“¡Tu bebé está muy bien!”, remarcó.
Ella sonrió ampliamente: “Eres un salvavidas”.
Tres meses después, en enero, Lenderman dio a luz a Luke, un bebé sano.
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