Anuncio

Columna de Adictos y adicciones: La cita

cuando se vive para la adicción, no hay descanso, siempre se termina esperando en alguna calle
cuando se vive para la adicción, no hay descanso, siempre se termina esperando en alguna calle, esperando a que el proveedor regrese con la droga.
(Gary Coronado/Los Angeles Times)
Share via

Llegó temprano, la cita era a las cuatro de la tarde y aún faltaba una hora y media; fue mejor así, dio tiempo para recorrer aquellas calles que parecían no haber cambiado en nada, sin embargo, esas ya no eran sus calles. Siendo nativo, se sentía extranjero en su propia tierra.

Cada esquina, cada rincón del barrio guardaba un recuerdo, todo lucia igual, pero diferente, en el terreno que alguna vez estuvo su casa, ahora había un centro comercial, el parque lucía renovado; con cierta nostalgia recordó los columpios, sus juegos de infancia, las peleas con los grandulones que no lo dejaban subirse. En ese parque se inició en las drogas y en ese mismo lugar conoció a la madre de su única hija.

Habían pasado veinticinco años y en esas calles se quedó dormida su historia. Ahora no conocía a nadie, ni nadie lo conocía a él.

Anuncio

Esta no era la primera vez que regresaba, ya antes había estado de “visita”, pero entonces eran tiempos de adicción, todo era igual a todo, entonces era lo mismo estar en Los Ángeles, en San Diego, Tijuana o Mexicali, todo era lo mismo, porque cuando se vive para la adicción, no hay descanso, siempre se termina esperando en alguna calle, esperando a que el proveedor regrese con la droga, con temor a perder su dinero y quedarse sin su dosis. Los adictos a la heroína son iguales en todo el mundo, o por lo menos en el mundo que él conocía.

La memoria lo llevó de regreso a Calexico: el sol de julio caía implacable, como una lluvia de fuego, las calles parecían una enorme plancha, lista para calcinar todo aquello que se aventure a desafiar al astro rey de las 2 de la tarde. La noche no es mejor, pero otorga el beneficio de la sombra y con ella, el esplendor de las estrellas del desierto. En ese pueblo fronterizo su adicción casi lo mata, también ahí tocó fondo e inició su viaje a la recuperación, aunque para entonces ya había perdido casi todo, menos la fe.

Siete años limpio, parecía mentira, por esas mismas calles caminó con el alma enferma, las mismas calles que lo vieron jugar de niño y caminar emocionado rumbo a casa, con su primer amor entre los labios, esos mismos espacios lo vieron años más tarde pasar como anima en pena, flaco, ocultando sus brazos, para no delatar su amor a la morena.

Las sombras de los árboles son como los abrazos que nos damos los humanos, un refugio para el alma. De aquellos tiempos, el mejor de sus recuerdos es la sombra de esos árboles, que regalan su sombra sin juicios, ni reclamos.

Después de 7 años limpio, la vida parece florecer, queda tanto por hacer y el tiempo parece acortarse a medida que la conciencia crece; parece tan lejano el día del primer amor, los años de desamor y abandono de sí mismo. Una mirada rápida al reloj lo regresó del pasado. Faltaban quince minutos para ver de nuevo a Martha y a su nieta, que le era tan desconocida como su propia hija.

Al ver el reloj, sintió un vacío en el estómago, encaminó sus pasos hacia el lugar del encuentro, el corazón latía con fuerza, sentía miedo, emoción, tristeza, coraje, vergüenza, un remolino de emociones lo envolvían, cuando de pronto apareció Martha con su nieta de seis años. El saludo fue cordial, pero frío, ninguno de los dos sabía qué decir; cuando Martha le dijo a su hija que ese señor era su abuelo, la niña en su inocencia lo abrazó y, por primera vez en su vida, escuchó que le decían abuelo; no pudo más y se derramó en lágrimas.

Aquel encuentro fue memorable, se dijeron muchas cosas, hubo abrazos, lágrimas y besos, ese no era el tiempo para reclamos, ya habría lugar y hora para eso.

Quiero agradecer a David por haber compartido parte de su historia, con la cual confirmo, una vez más, que Dios siempre escucha a quien lo busca de corazón.

Escríbame, su testimonio puede ayudar a otros. Todos los nombres han sido cambiados.

Cadepbc@gmail.com

Anuncio