Del gol al bestseller: Futbolistas que escriben, y no precisamente en Twitter
Comúnmente se piensa en el jugador de fútbol como un ente descerebrado que no funciona fuera del césped, como la chica rubia del salón, tu compañero que durante los trabajos en equipo propone sacar las copias o en su caso el que oportunamente se sitúa en la zona donde estirar la pata representaría un gol seguro, el perro o jugador pavloviano que al mirar una pelota saliva y corre detrás de ella, pero es un tarado en asuntos ontológicos, sociales, aquél que sólo es moneda de cambio instantánea y cáduca, estampitas de colección, muñequitos Funko para las súper modelos y jeques árabes.
No está para nada mal el cliché, porque así es y qué le vamos a hacer, no estamos mintiendo querido lector, cuando la pedrada es para la lagartija, ni aunque se quite, ya lo dijo Juan Villoro en Balón dividido (2014): “un futbolista estelar gana millones de euros. Parte de esa fortuna está destinada a garantizar su felicidad pública: ha sido contratado para transmitir alegría”… Y nada más.
Sin embargo, existen raras avis (muy pocas), que dejan su nido en el travesaño para posarse en la hoja en blanco. La búsqueda suele ser exhaustiva, pero si se busca bien, te toparás con pequeñitas joyas sin pulir, tal es el caso de Francesco Totti, el exfutbolista italiano que marcaría 307 goles en clubes, quien publicaría las hazañas que le dejaría “El Cucchiaio” (“La cuchara”, para quienes no mastican el italiano), técnica que utilizaba este futbolista y galán de portada, un toque suave por debajo del balón, que eleva la trayectoria unos metros y luego la deposita en el suelo, dentro de la portería, en libros como Los chistes de Totti contados por mí mismo –sí, con ese ego redundante en el título-, y para variar: Los nuevos chistes de Totti contados por mí mismo, y más recientemente, Mo je faccio er Cucchiaio: il mio caccio, algo así como: Mi cuchara: mi fútbol, publicado en enero de 2006 por David Rossi, el mismo editor que publicaría las memorias y los libros de receta del chef estadounidense Kwame Onwachi.
Pero me permito amargarles el íncipit de este artículo, ya que ninguno de los libros que llevan el nombre de Totti en la portada no fueron escritos por él, sino por un escritor fantasma (el chiste se cuenta solo, ¿no?, Totti). En este caso, poco importa, ya que los beneficios de las ventas (una millonada) son destinados a una beneficencia.
Recuerden, oh amiguitos, ya lo dijo su tío, el también rockero y futbolista frustrado: “los futbolistas son contratados para transmitir alegría”… Y nada más.
Un caso sí ejemplar es el de Daniel Baldi Alfano, el exfutbolista uruguayo, quien jugaría en nuestro Cruz Azul por allá del 2003, y cuya afición a la literatura lo llevaría a escribir narrativa infantil, lo que es doblemente difícil, publicando su más reciente libro en 2013, titulado Mi mundial, con prólogo de nada más y nada menos que de Diego Alfredo Lugano, su antiguo capitán de selección.
En Mi mundial, Baldi relata la historia de Fernando “Tito” Torres, un niño de trece años que tiene un gran talento para el fútbol, y esa habilidad, lo llevará a integrar uno de los equipos de Peñarol y a convertirse en la esperanza celeste para el mundial Sub 15, hasta que una tragedia alcanza sus piernas.
Un libro verdaderamente hermoso, publicado por Santillana. Daniel Baldi ha publicado también La botella F.C. (2006), Los Mellis (2013), Entre dos pasiones (2014) y Gracias a Peñarol (2021), novelita ambientada en Fraile Muerto, la ciudad uruguaya del departamento de Cerro Largo.
Otro ornitorrinco del fútbol, por su extravagancia en el deporte, es el excentrocampista del Madrid Esteban Guerrero, y quien actualmente es fundador y CEO de Olocip, empresa de inteligencia artificial especializada en el deporte, que aunque no escribe –parece que sí es una tarea por demás ardua para los futbolistas- realiza reseñas en breves cápsulas de video sobre libros como Cuentos de amor, de locura y muerte (1917), Narraciones (1970) de Jorge Luis Borges, 1Q84 (2009) de Haruki Murakami (libros de formación, pues), además de compartir fotografías de varios poemarios de haikus en sus redes. Así mismo, se dice que este exfutbolista asiste a un taller de escritura creativa en Hotel Kafka, en la calle Angosta de los Mancebos de Madrid. Ya lo sé, este inaudito caso no le hace justicia a este artículo, pero algo es algo, y como escribió Juan Villoro: “un futbolista se contrata para transmitir alegría”… Y nada más.
El caso único y ejemplar, como un clavel en la solapa de este texto, es Jorge Valdano, exfutbolista, exentrenador y coach motivacional argentino, quien ha publicado siete libros, siempre con el fútbol como eje principal de las cosas, las cosas menos importantes de la vida, que aunque él se considera sólo un buen lector y nunca un buen escritor –porque el escritor sufre, y nadie quiere sufrir- ha publicado, por casualidad dice, Los cuadernos de Valdano (1997), Los 11 poderes del líder (2013), Fútbol: el juego infinito (2016), Apuntes del balón (2001) y El miedo escénico y otras hierbas (2002). Valdano es autor de una de mis frases futbolísticas favoritas: “el fútbol se benefició cuando la cultura integró las emociones a su ámbito. Antes, los pobres se aproximaban a la belleza mediante un balón porque sabían descifrar el arte en cada partido, como el túnel del futbolista habilidoso…”, creo que por eso algunos exfutbolistas dicen que escriben; pero como dijo Juan Villoro: “un futbolista se contrata sólo para transmitir alegría”. Sí, Villoro, y un escritor para calentar la silla, y ojalá en tu caso, fuera la banca.
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