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Un nuevo mapa muestra el sombrío futuro del agua en la Tierra

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Los datos y las imágenes satelitales son provocativos, incluso alarmantes. Nos confrontan con una visión global que puede ser a la vez impresionante, como una obra de arte, y aún así -en esta era de clima rápidamente cambiante- pintan una imagen de la desaparición del medio ambiente. Cómo responderemos a lo que vemos -o incluso si lo haremos- es incierto. Esa vacilación yace en la raíz de nuestro peligroso futuro.

En mayo, mis colegas y yo publicamos un informe cuyo eje central es un mapa global derivado de datos satelitales, que muestra cómo la distribución del agua dulce de la Tierra ha cambiado rápidamente desde 2002. Analizamos las mediciones de los satélites del experimento Gravity Recovery and Climate Experiment (GRACE), de la NASA, para determinar las tendencias en el almacenamiento total de agua -aguas subterráneas, humedad del suelo, aguas superficiales, nieve y hielo- durante casi una década y media.

Aunque el mapa es llamativamente simple -con códigos de colores que van del azul al rojo para mostrar aumentos y disminuciones promedio por año en agua dulce disponible-, la trama que revela es compleja y preocupante. Las tonalidades progresivamente más profundas representan las tasas de cambio más grandes y problemáticas. Los azules más fuertes indican áreas donde aumentaron las inundaciones; los rojos más intensos indican áreas donde las pérdidas de agua fueron más severas.

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Siempre ha habido clases geográficamente distintas de “poseedores” y “desposeídos” de agua. Ahora, tal como muestra el mapa, las regiones de seguridad e inseguridad hídrica están cambiando radicalmente.

Los modelos predicen que los cambios climáticos y los patrones de temperatura harán que las regiones tropicales y de alta latitud del mundo -las áreas que ya son húmedas- estarán aún más mojadas, mientras que las regiones áridas, semiáridas y secas se resecarán. Pero esos modelos prevén cambios importantes que ocurrirán a fines del siglo XXI.

Nuestro mapa muestra claramente nuevos patrones emergentes en la actualidad. Esto incluye a EE.UU.: la mitad norte del país se ha vuelto mucho más húmeda, mientras que la sección sur se ha tornado mucho más seca.

El mapa está salpicado de casi tres docenas de puntos regionales de inseguridad hídrica, donde los cambios en el suministro de agua amenazarán seriamente la salud, el bienestar y el medio ambiente de una región.

Algunos son impulsados por el cambio climático, como el derretimiento de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida, y los glaciares de montaña en Alaska, Colombia, Perú, la Patagonia y el Himalaya. Otros son resultado directo de la gestión del agua o de la falta de ella. Muchos indican zonas donde el agua subterránea se está agotando rápidamente al ser bombeada a niveles insostenibles para regar cultivos y criar ganado para una población en crecimiento o en respuesta a la sequía.

El futuro del agua que el mapa presagia es desalentador.

En el Valle Central de California, cuyas partes son de color rojo oscuro en la imagen, el secado en latitudes medias, la sequía persistente y las napas subterráneas decrecientes ya están llevando el costo de perforar pozos más profundos mucho más allá de lo que cualquier familia promedio puede permitirse. La disminución de la calidad del agua subterránea y la baja de la tierra son señales de que los acuíferos están siendo presionados más allá de su punto de inflexión, perdiendo más agua de la que pueden reponer en un año.

Las tierras de labranza del Valle Central y las Grandes Llanuras de América, otro punto de conflicto en el mapa, alimentan a Estados Unidos y al mundo. Si el agotamiento global de las aguas subterráneas continúa allí, y en regiones similares (noroeste de la India, la llanura del norte de China, el acuífero guaraní de Sudamérica), indudablemente ello impulsará una inseguridad alimentaria mundial.

El resultado lógico será un mayor precio de los comestibles, cambios en la selección de cultivos y una disponibilidad cambiante de alimentos. En última instancia, habrá que tomar decisiones difíciles, como mover la agricultura a donde haya más agua disponible o mover el agua a donde estén las granjas.

Las regiones donde las aguas subterráneas y los glaciares están desapareciendo amenazan no solo la disponibilidad de alimentos, sino también la salud y los medios de subsistencia de los miles de millones de residentes que viven en estas áreas. Varios de estos puntos críticos abarcan fronteras políticas y coinciden con regiones volátiles, donde la falta de agua puede actuar como desencadenante de conflictos violentos. El papel de la sequía en la guerra siria y la crisis de refugiados ahora es bien comprendido.

Esté unida o no al conflicto, la inseguridad del agua, como siempre, continuará movilizando a las poblaciones. Cambiar la disponibilidad de agua tiene el potencial de generar olas de millones de refugiados climáticos en el futuro.

Los gobiernos y la sociedad no están preparados para enfrentar el endeble futuro del agua que nuestra investigación ha trazado literalmente. El ritmo rápido y el alcance global del cambio requieren una respuesta más allá de las regiones y las fronteras nacionales. Existen pocas instituciones y redes con ese tipo de autoridad y alcance, pero deben ser fomentadas, y rápidamente. Necesitamos una nueva diplomacia del agua que trate este recurso crucial como un vehículo para la cooperación, en lugar del conflicto.

El mapa señala una necesidad apremiante de discusiones de políticas de agua a nivel nacional en Estados Unidos. Debemos exigir más responsabilidad de los funcionarios electos y a la industria alimentaria, el mayor usuario de agua en el planeta. Nuestros líderes deben saber que, como votantes y consumidores, esperamos su compromiso con la seguridad del agua, en cantidad y calidad, antes de que puedan ganarse nuestro apoyo.

La información que analizamos crea un mapa del aquí y el ahora, y señala el futuro. ¿Cómo responderemos a ello?

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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