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A medida que se propaga el coronavirus, las trabajadoras domésticas en L.A declaran ‘un lujo’ quedarse en casa

Housekeepers in Westwood
Sonia Esperanza Valencia, a la izquierda, y Dora Mayen, que laboran como empleadas domésticas, se reúnen por la mañana para tomar un café cerca de UCLA antes de salir a trabajar en casas en el vecindario de Westwood en Los Ángeles.
(Patrick T. Fallon / For The Times)

Se estima que hay 2.5 millones de trabajadoras domésticas en todo el país. La mayoría no tienen acceso a la atención médica y el 83% no recibe pago por los días de enfermedad

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Durante años, las trabajadoras domésticas se han reunido todas las mañanas en una cafetería de Westwood para tomar un café y conversar antes de comenzar su jornada laboral.

Hablan sobre sus hijos y nietos, la familia en Centroamérica y los problemas con los esposos o el trabajo. Las pláticas han servido como una especie de terapia.

Pero en el último mes, la asistencia en el café comenzó a disminuir, cortesía de un visitante no deseado: el miedo al coronavirus.

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A medida que la pandemia continúa extendiéndose, con un número cada vez mayor en EE.UU, hay más empleadores que les dicen a sus trabajadoras domésticas que se queden en casa. El viernes, el presidente Trump declaró una emergencia nacional por el brote de coronavirus.

Sin embargo, muchos de los afortunados de poder seguir ganándose la vida recibieron un golpe el viernes cuando el distrito unificado de Los Ángeles cerró todas sus escuelas, lo que complica su capacidad de asegurarse de que sus hijos sean atendidos mientras trabajan.

En una mañana reciente, Doralicia Bermúdez se sentó con un puñado de mujeres cubriendo la yuca con el curtido que alguien trajo para el desayuno. Una familia para la que trabaja la descansó por miedo al coronavirus.

“No pagan”, dijo. “Y las cuentas siguen llegando”.

Las empresas en todo Estados Unidos han estado instando a los empleados a trabajar desde casa en respuesta al creciente brote viral en el país. Pero para muchas trabajadoras domésticas, esa no es una opción.

Housekeepers
Dora Mayen y Martha Espinoza, derecha, que trabajan como empleadas domésticas, se reúnen para tomar un café por la mañana en una cafetería cerca de UCLA.
(Patrick T. Fallon / For The Times)

“Quedarse en casa es un lujo”, dijo Sonia Rodríguez, de 44 años, que trabaja seis días a la semana limpiando casas y sirviendo como cuidadora de una persona mayor con enfermedad de Alzheimer. Rodríguez, quien recientemente perdió a su esposo, vive en San Fernando con sus cuatro hijos.

Muchas de las trabajadoras toman autobuses para ir a trabajar. Les preocupa que esto las deje expuestas al virus, que se propaga con el contacto cercano. Los expertos han sugerido que las personas practiquen el distanciamiento social para mantenerse a salvo. Pero, como quedarse en casa, esto también se siente como un lujo que no pueden permitirse.

“Si nos ponen en cuarentena”, manifestó Rodríguez, “¿de dónde vamos a obtener dinero?”

Se estima que hay 2.5 millones de trabajadoras domésticas en todo el país. La mayoría no tiene acceso a la atención médica y el 83% no recibe días de enfermedad remunerados, según Ai-jen Poo, fundador y director de la Alianza Nacional de Trabajadoras Domésticas.

En una llamada con las trabajadoras domésticas la semana pasada, Poo las escuchó preocupadas por perder empleos y no poder llevar comida a la mesa. Una niñera, por ejemplo, dijo que fue despedida por empleadores que dijeron que estaban distanciándose socialmente y que no querían que nadie entrara a su casa.

Housekeepers
La trabajadora Dora Mayen se sube a un autobús después de reunirse para tomar un café por la mañana con otras compañeras cerca de UCLA, antes de salir a trabajar en casas en el vecindario Westwood de Los Ángeles.
(Patrick T. Fallon / For The Times)

“Desde una perspectiva de salarios e ingresos, la mayoría de las trabajadoras domésticas no pueden permitirse tomar un solo día libre”, señaló Poo. “Cuando miras el mundo a través de los ojos de ellas... comienzas a ver las formas en que la crisis se agrava para las trabajadoras con bajos salarios”.

La Alianza Nacional de Trabajadoras Domésticas se ha centrado en aprobar declaraciones de derechos para sus agremiadas y ha creado una plataforma de beneficios que permite a los empleadores contribuir a una cuenta que ayudaría a las trabajadoras a obtener tiempo libre y seguro.

Muchos afortunados pueden trabajar desde su casa o llamar enfermos a sus empleos, pero una cantidad de personas que están en contacto con el público no pueden darse ese lujo en medio del brote de coronavirus

“Esta es una fuerza laboral tan precaria”, expuso Poo. “A menudo describí la industria del trabajo doméstico como el Salvaje Oeste porque hay una larga historia de exclusión de los derechos y protecciones básicos”.

A medida que el coronavirus continúa propagándose, con más de 2.500 casos en EE.UU a partir del sábado por la tarde, algunas organizaciones ofrecen consejos sobre cómo apoyar a las trabajadoras domésticas. Hand in Hand, una red nacional de empleadores de niñeras, personal de limpieza y personal doméstico, ha publicado una guía sobre “Cómo ser un empleador justo durante la pandemia de coronavirus”.

Exhorta a los empleadores a elaborar un plan sobre qué hacer en caso de enfermedad y proporcionar una licencia por enfermedad remunerada a las trabajadoras domésticas para que puedan visitar al médico o quedarse en casa para cuidarse a sí mismas o a los miembros de su familia que pudieran estar enfermos.

Para Carmen Solano, una trabajadora de Brentwood, el tema del coronavirus no se ha tocado con sus empleadores. En el otoño, Solano fue una de las muchas empleadas domésticas que se presentaron a trabajar en un vecindario que estaba bajo evacuación obligatoria debido al incendio de Getty.

La venta del mercado de valores del lunes fue, en la superficie, una reacción a la guerra de precios del petróleo entre Arabia Saudita y Rusia. Pero el detonante fue el coronavirus

Solano, de 64 años, padece diabetes y está preocupada por el coronavirus, que es especialmente peligroso no sólo para las personas mayores sino también para aquellos que tienen problemas de salud subyacentes.

Algunos condados han advertido a los ancianos y a las personas con asma, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, diabetes, enfermedad hepática crónica, trastornos de la sangre y otras afecciones que permanezcan en casa tanto como sea posible.

Pero Solano necesita el dinero para pagar el alquiler de $900.

“Ya gano tan poco para el alquiler”, dijo. “No quiero terminar en la calle”.

En el café de Westwood, el desinfectante de manos era un accesorio en las bolsas de las trabajadoras, escondido junto a pares adicionales de zapatos y almuerzos. Las mujeres se deslizaron en las bancas una al lado de la otra o se apiñaron alrededor de las mesas, escondiendo chaquetas para la lluvia en sus bolsas.

“Ahora, las voy a saludar así”, bromeó Rodríguez, sosteniendo una mano cerca de su boca y lanzando besos aéreos a las cuatro mujeres sentadas en una mesa de la esquina.

Cada vez que se abría la puerta, las mujeres se volvían, preparadas para saludar a otra amiga.

Se conocen desde hace años. Algunas se conocieron cuando compartieron un autobús para trabajar en el Westside; otras, en este café cerca de UCLA. Muchas de ellas huyeron de El Salvador hace décadas, tratando de escapar de una guerra civil que destrozó el país.

El fanfarrón inquebrantable de Trump es entretenido (para algunos) cuando hay poco en juego, pero es desconcertante durante una crisis de salud pública

“Estamos aquí la una para la otra en las buenas y en las malas”, dijo Sonia Esperanza Valencia, de 59 años, quien ha trabajado como ama de llaves en una casa de Westwood durante más de 20 años.

Ella vio crecer a las hijas de sus empleadores. Una de las chicas le dijo que cuando se casara, quería a Valencia allí. El teléfono de Valencia está lleno de fotos de la chica de 23 años, que vive en Nueva York.

Valencia se considera afortunada. Sus horas no se han reducido, pero las de su esposo, un chofer, sí.

Mientras que algunos empleadores han descansado a los trabajadores sin pagar, otros se han ofrecido a ayudar tanto como puedan.

Rodríguez tiene amigas que han seguido trabajando en hogares donde las personas están enfermas. Otra llamó para preguntarle a Rodríguez si podía ayudarla a encontrar trabajo después de que una familia la escuchara toser.

Si Rodríguez tiene que quedarse en casa, ya sea porque ella o sus empleadores se enferman, dos de las cinco familias para las que trabaja dijeron que seguirán pagándole durante aproximadamente un mes.

“Obviamente no ganaré lo mismo, pero aún tendré su apoyo”, dijo. “Afortunadamente, trabajo con buenas familias”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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