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El sureste de Los Ángeles ya enfrenta muchos males y ahora es el epicentro del coronavirus

El sureste de Los Ángeles ya enfrenta muchos males y ahora es el epicentro del coronavirus
Los clientes caminan por la Plaza México en Lynwood. El sureste del condado de Los Ángeles se ha convertido en el epicentro del resurgimiento del coronavirus.
(Wally Skalij / Los Angeles Times)
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El sureste del condado de Los Ángeles se ha convertido en el epicentro del resurgimiento del coronavirus, según un análisis del Times de datos de salud del condado que encontró que las infecciones se dispararon en sus comunidades latinas, en su mayoría de clase trabajadora.

El fuerte aumento desde la reapertura de la economía alrededor del Día de los Caídos muestra que el virus se está propagando rápidamente a través de fábricas, tiendas y otros lugares de empleo y en comunidades con mayores tasas de pobreza, más hacinamiento y muchos trabajadores esenciales que hacen que la economía funcione. Muy perjudicados por la pérdida de puestos de empleo durante el cierre, ahora están cada vez más afectados por el virus.

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La región reportó más de 27.000 nuevos casos de COVID-19 en los últimos dos meses, la mayoría en el condado. El área ahora representa el 19% de las nuevas infecciones, aunque comprende solo el 12% de la población del condado, muestra el análisis del Times. De acuerdo con el análisis hasta el 2 de agosto, eso elevó su tasa de infección, que alguna vez fue modesta, a una de las más altas del condado y justo por debajo de las áreas ya afectadas de Eastside y South L.A.

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La tendencia es parte de un aumento estatal en las infecciones entre los latinos, tanto en las comunidades rurales como en las áreas urbanas.

Es solo la última carga para un rincón del sur de California acosado durante mucho tiempo por la contaminación de la industria cercana, la falta de acceso a la atención médica y una serie de otros males.

Assistant manager Luis Garcia sanitizes outdoor tables at Gloria's Restaurant in Huntington Park
Luis García desinfecta las mesas al aire libre en el restaurante Gloria’s en Huntington Park. Las ciudades de la región se han convertido en el epicentro del COVID-19.
(Brian van der Brug/Los Angeles Times)

La región sureste, con 1.2 millones de personas que viven en más de una docena de comunidades a lo largo de las autopistas 710 y 605, ha visto aumentar las tasas de infección a algunas de las más altas del condado, incluyendo Maywood, Huntington Park, South Gate, Cudahy y Lynwood.

El área es el hogar de muchos trabajadores de primera línea de bajos salarios, y los residentes allí son más propensos a vivir en hogares superpoblados y multigeneracionales, factores clave de riesgo en la propagación acelerada del virus, según los expertos.

Por el contrario, el Westside, más próspero y de mayoría blanca, que al comienzo del brote informó tasas de infección más altas debido a los viajes al extranjero y un mejor acceso a las pruebas, registró alrededor de 3.000 casos nuevos y mostró un aumento mucho más lento, encontró el análisis del Times.

A medida que incrementan las enfermedades y las muertes y aumentan las disparidades en el condado más poblado del país, el número de víctimas del virus se parece cada vez más a un mapa de los lugares donde viven muchos latinos de clase trabajadora. Es un cambio que los expertos en salud y los funcionarios locales predijeron hace meses.

“Ya anticipábamos que los casos de COVID se extendieran desde Beverly Hills, Brentwood y Bel-Air hasta las áreas más expuestas”, dijo David Hayes-Bautista, profesor de medicina en UCLA y director del Centro para el Estudio de la Salud Latina y Cultura. “Lo ha hecho exactamente, siguiendo la línea de menor resistencia”.

Hayes-Bautista, quien sigue el crecimiento de los casos per cápita en California, dijo que hubo un “período fatídico” entre Memorial Day y el Cuatro de Julio cuando las tasas de infección entre los latinos se duplicaron, aumentando más que cualquier otro grupo racial o étnico. No es la segunda ola del virus, señaló. Es como la ola 1.5, impulsada en gran parte por los trabajadores que contraen el virus y lo llevan a casa, expuso Hayes-Bautista.

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Las órdenes de quedarse en casa y otras medidas agresivas impuestas al principio de la pandemia tenían un “gran punto ciego”, dijo Hayes-Bautista.

Pasaron por alto a aquellos que seguían trabajando como procesadores de carne, conductores de reparto, empleados de supermercados, trabajadores de la construcción y otras labores esenciales (el trabajo a menudo se realizaba sin máscaras N95 u otras protecciones) lo que permitió a los empleados de ‘cuello blanco’ refugiarse en sus hogares.

Una clienta sale de Angel's Bridal en la Plaza México en Lynwood.
(Wally Skalij/Los Angeles Times)

Los líderes estatales y locales se han comprometido a hacer más para proteger a los trabajadores esenciales y a los latinos, que en el condado de Los Ángeles tienen el doble de probabilidades de haber sido infectados por el virus que los blancos.

Los funcionarios de salud del condado creen que el coronavirus se está propagando rápidamente en los lugares de trabajo que violan las reglas de seguridad, pero han tardado en aumentar las pruebas en los vecindarios más afectados, hacer cumplir las medidas de control de infecciones, como el uso de mascarillas y el distanciamiento físico, y repetidamente no han podido detectar brotes antes de que se propaguen ampliamente.

Los expertos dicen que las personas que viven en áreas como el sureste del condado de L.A., donde el coronavirus ha matado a más de 650 individuos hasta la fecha, ahora están pagando el precio por el pobre enfoque en la protección de los trabajadores y sus familias.

“Creo que toda la atención se ha centrado en las personas que pasan el rato en bares y restaurantes”, manifestó Manuel Pastor, profesor de sociología en USC. “Pero alguien está trabajando en los cuartos traseros en esos lugares y continúa yendo a los sitios de construcción, viajando en transporte público y volviendo a casa a hogares superpoblados”.

Desde que la reapertura comenzó a fines de mayo, el virus generalmente se ha movido hacia el Este, con tasas de infección que también han aumentado considerablemente en las comunidades de los valles de San Gabriel y Pomona con grandes poblaciones latinas, muchos trabajadores esenciales y mayores tasas de hacinamiento.

En todo el condado, las áreas con las tasas de pobreza más altas están experimentando tasas de infección que son casi cinco veces más altas que las zonas con las cifras de pobreza más bajas. Esa brecha se ha ampliado en las últimas semanas a medida que las áreas más ricas han pasado por un crecimiento bastante más lento en el número de casos.

Gabriella Barrera, left, helps load boxes of groceries into the car of a volunteer driver.
Gabriella Barrera, izquierda, ayuda a cargar cajas de comestibles en el automóvil de una conductora voluntaria. Barrera es miembro del grupo Buddy to Buddy Southeast LA, un grupo que ayuda cada vez más a las familias que se han enfermado con COVID-19.
(Luis Sinco/Los Angeles Times)

Para calcular esa disparidad, el Times comparó vecindarios en los que más del 25% de la población vivía por debajo de la línea de pobreza, definida por la Oficina del Censo como una familia de cuatro que gana menos de $26.000 al año, con aquellos en los que la tasa de pobreza era inferior al 5%.

Muchas de las mismas áreas que experimentan un fuerte aumento en las infecciones también tienen algunas de las condiciones de vivienda más pobladas del país.

Varias de las comunidades más afectadas, como Huntington Park, El Monte y Pomona tienen códigos postales que se clasifican en el 1% superior en todo el país que se consideran “llenos de gente”, con más de una persona por habitación, excluidos los baños, muestra un análisis del censo.

Los investigadores y los funcionarios de salud pública han advertido que las viviendas superpobladas podrían contribuir a acelerar la propagación de la enfermedad. Aproximadamente el 3.3% de las unidades de vivienda se consideran abarrotadas, y el condado de Los Ángeles alberga cinco de los 10 códigos postales más hacinados de EE.UU.

En el condado de Los Ángeles, el análisis encontró que la tasa de casos confirmados aumentó en casi 900 infecciones por cada 100.000 personas con un 10% adicional de residentes que viven en condiciones de hacinamiento en un vecindario.

La supervisora del condado de Los Ángeles, Hilda Solís, cuyo distrito predominantemente latino cubre gran parte del sureste del condado más afectado por las infecciones recientes, dijo que ha trabajado para agregar nuevos sitios de prueba en South Gate, Montebello y Azusa mientras expande la capacidad en las ubicaciones existentes en Pomona , El Monte y East Los Angeles. Todas esas áreas han tenido tasas de infección relativamente altas en los últimos dos meses.

“Si bien esta es una gran noticia, se necesitan más recursos para abordar la raíz de las disparidades, no solo los síntomas”, dijo Solís. “Nuestras comunidades de bajos ingresos también necesitan protección en sus lugares de trabajo, acceso a sitios de cuarentena, rastreo de contactos culturalmente competentes, seguridad alimentaria y asistencia de alquileres”.

Las personas del sureste del condado de Los Ángeles han enfrentado durante décadas una afrenta ambiental tras otra, incluidos altos niveles de contaminación de autopistas, patios ferroviarios y sitios tóxicos, la planta de reciclaje de baterías Exide que contaminó a media docena de comunidades con plomo venenoso y un avión Delta que arrojó combustible sobre hogares y escuelas a principios de este año.

“Nuestras comunidades se encuentran en áreas severamente contaminadas donde la calidad del aire no es buena”, expuso Aidé Castro, alcalde de Lynwood. “Solo aquí en Lynwood tenemos la 710, la 105 [autopistas] y el Corredor Alameda, por lo que nuestra comunidad tiende a sufrir muchos problemas respiratorios”.

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Castro señaló que el aumento de infecciones se debió a una reapertura apresurada que incrementó los riesgos para sus residentes, en su mayoría de clase trabajadora, que son 88% latinos.

Castro, ubica el aumento de casos en su ciudad de 70.000 desde el Día de los Caídos, cuando dijo que “los políticos sintieron la presión y tomaron la mala decisión de reabrir”.

Ella es dueña de un salón de belleza en las cercanías de Maywood que permanece cerrado y comentó que no tiene planes de reabrir hasta que sea seguro nuevamente.

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“Aunque me está afectando financieramente, tenemos que ser honestos y decir que arreglarte el cabello no es esencial”, manifestó. “Nosotros, los políticos, los legisladores, no deberíamos haber permitido que las cosas reabrieran tan rápido como lo hicieron y ahora estamos sufriendo las consecuencias”.

Buddy to Buddy Southeast LA, un grupo de ayuda mutua que se formó para entregar comestibles y ofrecer apoyo emocional a los residentes ancianos aislados durante el cierre, está ayudando cada vez más a las familias que luchan porque se han contagiado con el virus.

“Tienen varias personas infectadas. Estas son familias con niños y con abuelos”, dijo Ryan Jordan, de 31 años, un miembro del grupo en una tarde reciente mientras trabajaba para cargar entregas en los automóviles de los voluntarios fuera de su bungalow del Este de Los Ángeles. “Es irritante ver que estas comunidades no tienen los recursos para protegerse”.

Los compradores caminan hacia el estacionamiento en una Plaza México casi vacía en Lynwood.
(Wally Skalij/Los Angeles Times)

Un sondeo de 500 residentes del sureste del condado de Los Ángeles, realizado a mediados de mayo por la firma de encuestas Latino Decisions con el Instituto Pat Brown de Cal State LA y la organización sin fines de lucro SELA Collaborative, encontró que el 75% de los encuestados tenían a alguien en su hogar que había perdido su empleo o le redujeron las horas de trabajo.

Más de 1 de cada 5 encuestados tenía amigos o familiares que se habían enfermado a causa del coronavirus y el 41% tenía a alguien en su hogar que continuaba yendo a trabajar fuera del hogar.

En Cudahy, donde el 96% de los 24.000 residentes de la ciudad son latinos, la alcaldesa Elizabeth Alcántar dijo que escuchó de residentes que temen estar expuestos en el trabajo, pero también están preocupados por dar positivo y verse obligados a quedarse en casa y perder su sueldo. Los inmigrantes constituyen casi la mitad de la población de Cudahy, expuso, y muchos no calificaron para el estímulo federal.

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“Así que pudimos ver cómo la gente volvía al trabajo y luego regresaba una semana después porque ellos mismos u otro miembro de su equipo estaban infectados”, manifestó. “Es como la dinámica de un yo-yo”.

Alcántar dijo que ha hablado con familias de entre 10 y 15 personas que viven en el mismo hogar y que comenzaron con uno de ellos sintiéndose enfermo pero que terminó con todos infectados. “Eso finalmente será una gran diferencia si la gente se verá afectada, si recibirán ayuda e incluso si sobrevivirán”.

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