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Se reinventan en medio de la pandemia apostando por la gastronomía centroamericana y mexicana

Blanca Pérez, propietaria del restaurante Rincón Hondureño, coloca frijoles, queso y crema a unas baleadas tradicionales.
(Soudi Jiménez/Los Angeles Times en Español)
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La llegada de la pandemia provocó una reducción de clientes de hasta el 60% en el restaurante Rincón Hondureño. La soledad de los primeros días de la cuarentena, con las mesas vacías y la gente encerrada, poco a poco va quedando atrás mientras toman nuevos aires para salir a flote de ese golpe económico.

“Hemos sobrevivido por el cliente fiel”, reconoció Blanca Pérez, propietaria de ese negocio.

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Este restaurante es una especie de rincón cultural, en donde la gastronomía centroamericana y mexicana tiene un lugar especial, una visión que ha implementado Pérez desde que asumió como propietaria del negocio, el cual le hace honor a su nombre con comida propiamente hondureña.

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“Hay mucha comida que no está en el menú”, admitió la empresaria detallando que ella se caracteriza por la flexibilidad. “Si no lo tenemos [el plato], pero contamos con los ingredientes, se lo preparamos”, aseguró.

En el Rincón Hondureño, ubicado en el 1654 W. Adams Blvd, los clientes encuentran 12 tipos diferentes de baleadas y también preparan pupusas de carne asada, pollo, vegetales y camarones, entre otras. De igual manera hay sopa de caracol, atol de elote, champurrado, tostones y garnachas, entre otras delicias.

Al menos 12 diferentes tipos de baleadas se elaboran en este negocio ubicado en el 1654 W. Adams Blvd, en Los Ángeles.
(Soudi Jiménez/Los Angeles Times en Español)

Pérez, de 58 años, es originaria de Guatemala. Al llegar a Los Ángeles, a finales de 1978, su primer trabajo fue cuidar niños y, después de seis años, se dedicó a la limpieza de casas.

En 1999, al visitar este restaurante como clienta, el dueño le comentó a Pérez y a su esposo que quería venderlo. Al analizar la oferta, pidieron un préstamo y se aventuraron en este negocio. “Yo cocinaba nada más para mi familia, nada de hondureño; yo vine a aprender al restaurante”, aseguró.

Las piezas elaboradas por estudiantes y padres de familias están a la venta en una galería en la ciudad de Long Beach

Con el paso del tiempo, la empresaria se ha especializado en la gastronomía catracha y ahora la gente la busca desde diferentes ciudades que llega a saborear sus platillos.

“Cuando tenemos la oportunidad de venir a ciudades grandes, lo primero que buscamos es pollo chuco”, manifestó Janeth Hecht, originaria de San Pedro Sula, quien llegó desde Kansas a buscar esa receta hondureña.

“Esta es auténtica comida hondureña”, agregó Hecht después de probar varios platillos con los familiares que la acompañaban.

Antes de la pandemia, el negocio tenía 9 empleados; en la actualidad son seis, entre ellos hay personas originarias de Honduras, El Salvador y México.

Al tener que ofrecer alimentos solo para llevar, durante los primeros meses de la pandemia la empresaria creó ofertas de baleadas, pollo chuco y sopas salvadoreñas a un precio económico.

Blanca Pérez cuenta con el apoyo de sus dos hijos en la administración del negocio.
Blanca Pérez cuenta con el apoyo de sus dos hijos en la administración del negocio. En esta imagen aparece junto a su hija Stephanie Bonilla.
(Soudi Jiménez/Los Angeles Times en Español)

Al mismo tiempo, acudieron a las redes sociales, Instagram y Facebook, para hacer publicaciones que incluían fotos en las que provocaban los antojos de los clientes al destacar con detalle comida recién hecha.

“La pandemia me hizo más consistente con fotos. Si yo pongo una comida, he observado que en las tardes la gente la viene a ordenar”, aseguró Stephanie Bonilla, hija de Pérez, quien también ayuda en el negocio atendiendo al cliente, en la caja y lavando platos.

La estudiante de la Escuela Secundaria de Santa Ana estudiará biología en el otoño de 2021. Pero primero tuvo que ayudar a su padre a salir de un centro de detención de inmigrantes.

De acuerdo a la empresaria, la temporada de tamales hondureños que por lo general dura de noviembre a enero, ahora la han extendido y están proyectando que dure todo el año.

En este momento, está preparándose con pescado envuelto en huevo y torrejas para la Semana Santa. De igual forma, hace pocos días introdujo candinga, arroz chino y shop suey, platillos que los clientes hondureños le han sugerido.

“Hay que reinventarse para seguir adelante en estos tiempos de pandemia”, aseguró Pérez, indicando que en su local se pueden encontrar rosquillas olanchanas, tustacas, semitas, mantecadas, yuquitas y tajaditas de plátano, productos que hacen suspirar y provoca nostalgia entre la comunidad catracha.

La comunidad catracha suspira con las rosquillas olanchanas, tustacas, semitas, mantecadas, yuquitas y tajaditas de plátano.
La comunidad catracha suspira con las rosquillas olanchanas, tustacas, semitas, mantecadas, yuquitas y tajaditas de plátano que venden en este local.
(Soudi Jiménez/Los Angeles Times en Español)

En la actualidad, en el menú hay más de 40 platillos, de ellos el 70% es hondureño, pero los consumidores de otras nacionalidades encuentran algo que les hace recordar su gastronomía. Entre las opciones culinarias hay 10% salvadoreño, 5% guatemalteco, 5% mexicano y 5% nicaragüense.

“Soy nacida en Guatemala, pero de corazón soy hondureña”, concluyó Pérez, agradecida por el apoyo que le ha dado la comunidad latina que consume sus productos. Este restaurante atenderá en el interior del local a partir del 2 de abril, siguiendo siempre las medidas de distanciamiento social y cubierta facial establecidas por las autoridades de salud.

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