Óscar De La Hoya vs. Julio César Chávez: La pelea que generó gran atención hace 25 años presentó a un hombre que personificaba el boxeo mexicano y un hombre que sería criticado por no ser lo suficientemente mexicano.
El 7 de junio de 1996, Julio César Chávez se enfrentó a Óscar De La Hoya. Los promotores llamaron a la pelea “La Máxima Gloria”. Celebrada en las afueras del Caesars Palace de Las Vegas en una calurosa noche de viernes, la pelea fue, en muchos sentidos, un choque de opuestos.
Chávez, de 33 años, era un héroe nacional mexicano que entraba en el centésimo combate profesional de su carrera. De La Hoya, de 23 años, era un boxeador mexicano-estadounidense de una generación a punto de entrar en su mejor momento. Pero más que una pelea entre un boxeador que fue grande contra otro con expectativas de grandeza, Chávez contra De La Hoya simbolizó algo más en la comunidad mexicana de Estados Unidos.
Chávez contra De La Hoya dividió a la gente, incluso a las familias, fraccionándolas a lo largo de las brechas generacionales, de género y de clase.
La pelea entre Chávez y De La Hoya se convirtió en una representación de todas las complejidades que se derivan de ser de origen mexicano y de vivir en un lugar que antes era México. Y cuando la pelea comenzó, 15.283 personas se reunieron en Las Vegas. En todo México y Estados Unidos, cientos de miles más se reunieron para ver a Chávez, un hombre que algunos veían como un dios, boxear contra De La Hoya, un hombre que buscaba escapar de la sombra del mexicano.
Esta es la historia de esa pelea - hace 25 años – entre un hombre que personificaba todo lo que era el boxeo mexicano y un hombre que sería criticado por no ser lo suficientemente mexicano.
Parte 1: La cultura del boxeo mexicano
Éric Gómez, presidente de Golden Boy Promotions, amigo de la infancia de Óscar De La Hoya: En México hay una rica historia de campeones mundiales. Hemos tenido la suerte de contar con grandes estrellas, incluso en los años cuarenta y cincuenta. Es una pasión, es una tradición.
Gene Aguilera, autor de boxeo y nativo del Este de Los Ángeles: Nos reuníamos alrededor del televisor, hacíamos una fiesta y veíamos el box.
Fernando Páramo, exeditor de Deportes en La Opinión: Cuando llegamos en los años 60, en Los Ángeles transmitían el boxeo mexicano todas las semanas. Televisa enviaba el enlace a KMEX. Vimos las carreras de gente como Sal Sánchez, todos esos tipos, cualquiera que peleara en la Ciudad de México, en la Arena Coliseo y en la Arena México – que era más o menos el templo del boxeo en México – lo transmitían aquí.
Joel De La Hoya Jr., el hermano mayor de Óscar: Nuestro padre y nuestro abuelo pelearon profesionalmente en México. Recuerdo que veía las peleas por televisión desde la Arena Coliseo en México, religiosamente.
Paul Rodríguez, comediante y amigo de Chávez y De La Hoya: Siempre ha habido un gran campeón de boxeo mexicano. Creo que eso es lo que nos sostiene a muchos. Infinidad de mexicanos están muy orgullosos de eso.
Joe Cortez, árbitro de Chávez contra De La Hoya: La afición mexicana, cuando ve una pelea, está preparada para gritar a pleno pulmón, para involucrarse emocionalmente con el combate y los púgiles. No hay un mejor aficionado a las peleas que el mexicano.
Rubén Espinoza, profesor y director de Estudios Latinoamericanos y Latinos de la Universidad de Chapman: El boxeo es ese espacio donde el enfrentamiento es uno a uno. “¿Me vas a insultar? Subamos al ring y solucionémoslo con los puños”. No se puede separar porque los mexicanos aman este deporte de ese contexto. El contexto de la migración, de la discriminación, incluso de los movimientos sociales como el movimiento chicano que te hizo sentir orgulloso de ser mexicano.
Rodríguez: Nos enseñan a luchar. Puede que no sea socialmente aceptable, pero eso me gusta. Me agrada el hecho de que vivimos vidas difíciles, pero somos luchadores. La vida es una pelea, a veces difícil. Por eso estimamos tanto a los boxeadores. Porque es una metáfora de nuestras vidas.
Parte 2: El gran campeón mexicano
Chávez era un héroe nacional para los mexicanos de ambos lados de la frontera entre Estados Unidos y México. Se abrió camino desde la oscuridad que supone luchar en los combates inferiores en México hasta convertirse en una gran atracción en EE.UU. Chávez construyó su carrera durante la década de 1980 que los medios de comunicación y los anunciantes estadounidenses llamaron la “Década de los Hispanos”. Era el machismo mexicano personificado, el tipo de héroe popular que inspiraba canciones. Chávez era “El gran campeón mexicano”.
“[Julio César] Chávez solía ir mucho al Hilton de Las Vegas, y todos los ‘dealers’ de cartas tenían prohibido hablar español. ... Después de unos seis meses, un año, pidieron que los repartidores de cartas hablaran español. ... Él fue el que abrió Las Vegas a los hispanohablantes”.
— Fernando Páramo, exeditor de Deportes de La Opinión
Rodríguez: Antes de Chávez, Culiacán no era conocida por nada. “Los hombres vienen de Guadalajara” [un dicho mexicano: “Los hombres de verdad vienen de Guadalajara” - cuna de los charros, jinetes mexicanos, que influyeron en la masculinidad mexicana]. Pero Chávez puso a Culiacán en el mapa por algo más que el narcotráfico.
Aguilera: Yo estaba en el Auditorio Olímpico cuando Julio peleó contra Azabache Martínez por su primer campeonato en 1984. Chávez era al que se le veían menos posibilidades. Fue una noche única. No mucha gente conocía a Chávez. Peleaban por un título vacante, y Azabache estaba clasificado como número 1 y Chávez como número 2. Chávez terminó por dejar todo golpeado a Azabache y lo convirtió en un desastre sangriento al final de la pelea. Es decir, lo abrumó totalmente, controló la pelea. Esa noche, nació una estrella con Julio César Chávez.
Cortez: Chávez tenía fama de ser uno de los púgiles más difíciles de vencer.
La Esquina de Chávez: Chávez dice que llevó el corte al ring.
8 de junio de 1996
Larry Merchant, comentarista de HBO Sports durante la pelea Chávez contra De La Hoya: Chávez era el epítome del feroz guerrero mexicano. Tenía una mentalidad dura, atacaba el cuerpo. Creo que es justo decir que él fue el principal responsable de comunicar el tipo de espíritu guerrero que tenían los mejores boxeadores mexicanos y que sus fans esperaban.
Aguilera: Julio luchaba como un hombre, luchaba como un guerrero, era un macho, era arrogante. Tenía confianza en sí mismo y eso le gustaba a la gente.
Espinoza: Mike Tyson fue la primera persona que capturó mi imaginación, después de él, Chávez, a principios de los 90. Era como mi deidad, mi dios. Creo que muchos niños mexicanos y mexicoamericanos te dirían lo mismo.
Gómez: Chávez era un héroe, un dios. Era increíble.
Teresa Tapia, viuda de Johnny Tapia, quien peleó en la cartelera de Chávez-De La Hoya: Johnny quería pelear como Chávez.
Joel De La Hoya Jr.: Representó el boxeo mexicano en su mejor momento, fue la cara del boxeo. Como todo fan de Chávez, hacíamos fiestas cada vez que peleaba. Era el momento de reunirse con amigos y familiares para ver a uno de los mejores boxeadores de todos los tiempos.
Rodríguez: Chávez siempre mantuvo un aire de “soy puro mexicano”. Hablaba como el hombre común. No se daba aires.
Páramo: Chávez solía ir mucho al Hilton de Las Vegas, y todos los ‘dealers’ de cartas tenían prohibido hablar español. Entonces Chávez empezó a venir con sus colegas, muchos de los tipos pesados de México, que venían con grandes rollos de dinero, y comenzaron a jugar en las mesas, todo el lugar se llenó.
Boxing: Vanquished former champion says that De La Hoya reopened a wound suffered in a sparring incident five days before the fight.
Después de unos seis meses, un año, pidieron que los repartidores de cartas hablaran español. No solo eso, sino que incluso los cantantes mexicanos de la talla de Juan Gabriel y Rocío Durcal, tocaban en los bares pequeños, no en los grandes escenarios. No fue hasta que llegó Chávez que empezaron a abrir en el Caesars para los grandes espectáculos. Chávez debería tener una gran estatua en Las Vegas por lo que hizo por la comunidad mexicana. Eso es algo en lo que nadie ha pensado: que él fue el que abrió Las Vegas a los hispanohablantes.
Rodríguez: Lo que Chávez tenía, que ni siquiera De La Hoya tenía, y que muy pocas personas pueden poseer, era un cierto tipo de terrenidad. Tenía un cierto tipo de cercanía. Recuerdo haber ido con él a comer al este de Los Ángeles, a un pequeño local, y él ya era una superestrella, pero todo el mundo -desde el taxista hasta el tipo que cortaba el césped o el dueño del negocio- sentía que lo conocía. Como si pudieran acercarse a él, estrecharle la mano y decirle un par de palabras. Nunca perdió eso, ni siquiera en la cima de su fama, cuando paraba el tráfico.
Parte 3: El chico de oro
De La Hoya era mexicoamericano. Hijo de inmigrantes, nació y creció en el este de Los Ángeles. Era un medallista de oro olímpico bilingüe con una apariencia de estrella de cine, una voz suave y una sonrisa cálida. Cuando De La Hoya construyó su carrera en la década de 1990, momento en que la población hispana del país estaba en auge – y los mexicanos representaban la mayor parte del crecimiento –, se convirtió en el producto corporativo ideal. De La Hoya idolatraba a Chávez. Dentro y fuera del cuadrilátero, tanto por su apodo como por su atractivo para las masas, De La Hoya era el “Golden Boy” del boxeo.
Gómez: Conozco a Óscar desde que teníamos 5 años. Nos conocimos en el jardín infantil.
Óscar De La Hoya (en una entrevista con Playboy en 1996): Yo era un niño pequeño que solía pelear mucho en la calle y recibir unas palizas. Pero me gustaba. Así que mi padre me llevó al gimnasio.
Aguilera: El boxeo era muy importante para el este de Los Ángeles. Poniendo como ejemplo a Óscar De La Hoya, él creció en un barrio humilde, en una casa pequeña, y se levantó.
Páramo: Conocí a De La Hoya cuando tenía unos 9 años. Hicimos un reportaje sobre él en el gimnasio Resurrección. Lo teníamos regularmente, no demasiado, diría que hasta los Juegos Olímpicos. Le hacíamos aparecer una vez cada dos años.
Gómez: Éramos adolescentes y empezó a ganar estos grandes torneos. Comenzó a viajar un poco. Recuerdo que me hablaba de los grandes torneos que se avecinaban. Me avisaba cuando ganaba. No paraba de hablar de su sueño de ir a los Juegos Olímpicos. En la escuela fue que supimos que era real. Que sí, que este joven tenía muchas posibilidades de llegar a los Juegos Olímpicos.
Aguilera: Conocí a Óscar incluso antes de que fuera a Barcelona para las Olimpiadas del 92. Estaba buscando patrocinadores. Yo estaba en el Club de Leones del Este de Los Ángeles, y él vino y habló con nuestro club. Acabamos dándole 500 dólares. Estaba muy contento.
Rodríguez: Conocí a Óscar De La Hoya antes de que fuera a los Juegos Olímpicos. Yo tenía un programa de entrevistas [“El Show de Paul Rodríguez”] y él vino. Recuerdo que le di $50 para ir a Barcelona. Fue la mejor inversión que hice en mi vida.
Gómez: Me llamó como tres o cuatro veces cuando estuvo en Barcelona. Me llamaba después de casi todos los combates, y era divertido, era emocionante. Los combates empezaban casi a medianoche. Recuerdo que nos quedábamos despiertos para ver las peleas. Dos de mis hermanos estaban conmigo. Recuerdo que Óscar estaba un poco nervioso en la pelea. Estaba seguro de que ganaría. Estaba preparado. Fue un momento de orgullo para todos nosotros.
Espinoza: A mí me gustaba De La Hoya; a muchos de mis amigos no. Le apoyé desde que oí hablar de él en los Juegos Olímpicos. ESPN y todos esos lugares tenían historias sobre De La Hoya, la historia sobre el fallecimiento de su madre y él ganando la medalla de oro por ella.
Merchant: De La Hoya era casi una superestrella cuando se convirtió en un peleador profesional. En esa etapa de su carrera, ya era una figura importante del boxeo. Era una gran atracción, y de esas no había muchas. Hay grandes púgiles que nunca llegaron a ser grandes atracciones.
Albert Pérez, periodista en español que creció en el Este de Los Ángeles: En la escuela, en Montebello, justo al lado de East L.A., o conocías a alguien que había conocido a Óscar, o conocías a alguien que conocía a alguien que conocía a Óscar. Así que crecí rodeado de muchos fans de De La Hoya.
Aguilera: Fui a la mayoría de las peleas de De La Hoya - las de Las Vegas, Nueva York. Como soy del este de Los Ángeles, él es del este de Los Ángeles, estaba orgulloso de su ascenso a la grandeza.
Mark Taffet, entonces vicepresidente sénior de HBO Sports: Óscar tenía un aspecto de estrella de Hollywood. Cuando íbamos a las giras de prensa para todas sus mega peleas de pago por ver, había tantas o más mujeres que hombres. Tenía un atractivo de estrella de rock. Fue la primera estrella de pago por ver en la que dirigimos el marketing y la publicidad específicamente al público femenino.
Merchant: Una vez estaba en España con mi esposa, íbamos en un taxi y del espejo retrovisor colgaban un par de guantes de boxeo. Y mi mujer le dice al conductor: “¿Quién es su boxeador favorito?”. Él respondió: “Óscar De La Hoya”. Era prácticamente una estrella internacional.
Merchant: Una de las ironías es que cuando se le llamó estrella crossover, querían promocionar a De La Hoya como alguien que pasó de ser simplemente otro muy buen boxeador mexicano o mexicanoamericano a tratar de encontrar su base de fans entre los estadounidenses. Pero resultó que los mexicanos sintieron -por lo que pude observar- que, debido a ese plan, a sus antecedentes, a su aspecto y a su estilo norteamericano seguro de sí mismo, de alguna manera había abandonado la base mexicana. Eso es importante para entender los combates entre Chávez y De La Hoya.
Parte 4: La promoción
Para ayudar a promocionar la pelea, en marzo, Chávez, De La Hoya y sus respectivos equipos realizaron una gira de 23 ciudades en 12 días. El Caesars Palace le proporcionó a cada uno de ellos un avión privado con el lema “Ultimate Glory” y el nombre del boxeador en el lateral. Empezando en California, luego en Arizona, Nuevo México y Texas, las conferencias de prensa pasaron por los estados de la Costa Este antes de dar la vuelta para llegar a Washington y bajar por la Costa Oeste.
“La sangre de los antiguos guerreros aztecas corre por las venas de estos púgiles”, dijo Bob Arum, copromotor junto a Don King. Y en más de una parada, incluida la de Los Ángeles, el público abucheó a De La Hoya. “Óscar De La Hoya vive entre ustedes”, citó Los Angeles Times a Arum diciéndole a la multitud. “Él es parte de su cultura en Los Ángeles. Deberían estar muy orgullosos de él”. Los abucheos continuaron, mientras el público animaba a Chávez.
Taffet: Fue una yuxtaposición muy difícil de la gran leyenda nacida en México y el gran mexicanoamericano que estaba liderando el cambio demográfico en Estados Unidos.
Three days before Friday night’s World Boxing Council welterweight title fight at the Thomas & Mack Center, Oscar De La Hoya already had his game face on.
Yxta Maya Murray, novelista y profesora de derecho: Era la vieja guardia contra la nueva guardia. También parecía estar envuelto en una especie de crítica anticapitalista, porque De La Hoya se comercializaba a sí mismo como una mercancía. Se promocionaba como un producto para un público blanco, mientras que Chávez era para el pueblo.
Óscar De La Hoya (en una entrevista de 1996 con Sports Illustrated): La gente quiere ver sangre y moretones, pero yo no voy a darles eso. Me encanta el boxeo, pero odio las peleas.
Julio César Chávez (en una entrevista de 1993 con el New York Times Magazine): Odio a los boxeadores que se la pasan bailando. Para mí, ese es un estilo que no sirve.
Páramo: Julio estaba a punto de empezar a descender, y Óscar estaba casi en la cima.
Gómez: Cuando llegó la pelea, realmente dividió a la gente. Fue raro, fue diferente y confuso. Pero para nosotros, estábamos contentos de que tuviera su oportunidad. Óscar quería demostrar que pertenecía al grupo.
Aguilera: Cuando De La Hoya peleó contra Chávez, dividió a la gente, dividió a las familias. Era básicamente mexicanoamericanos-chicanos- contra mexicanos.
Joel De La Hoya Jr.: Óscar recibió algunas reacciones de los mexicanos por enfrentarse a su héroe. A Óscar no se le consideraba lo suficientemente mexicano, a pesar de que nuestros padres nacieron en México: papá en Durango y mamá en Sonora.
Aguilera: Yo estaba en el medio para esta pelea. Conocí a Óscar y no conocí a Chávez - me encontré con él algunas veces, pero no éramos amigos. Como yo soy del Este de Los Ángeles, él es del Este de Los Ángeles, supongo que mi lealtad era para De La Hoya. Sabía que iba a ganar. Él era una estrella fugaz en ese momento, y Chávez se estaba desvaneciendo.
Tapia: Johnny tenía lealtad a ambos. No quería que pelearan.
Gómez: El boxeo es un deporte solitario. No es un deporte de equipo, y potencialmente, peleas con amigos y gente que es de tu cuadra. Esa es la naturaleza del boxeo.
Tapia: Estuvimos en el campamento con Óscar, entrenando en Big Bear con él. Óscar hizo mucho por Johnny. ... Yo apoyaba a Óscar solo porque lo conocía más. Conocía a Chávez, y ¿quién no sería un fan de Chávez? Pero conocía a Óscar a nivel personal. Veíamos a Óscar todos los días. De hecho, fue Óscar quien cambió el nombre del ring de Johnny. Johnny se llamaba “Baby Face Assassin”, y Óscar le llamó “Mi Vida Loca” porque Johnny también estaba loco en el campo.
Óscar siempre fue muy cuidadoso y tenía sus cosas claras. Johnny aparecía con un dedo roto, o una pierna cortada, o con puntos de sutura en la cara. Óscar, en cuanto Johnny entraba, le decía: “Tapia, ¿qué ha pasado?”. Johnny diría, “Óscar, estaba allí, y me metí en esta pelea”. Óscar le diría, “¡Tapia, no! ¡No!” Siempre trataba de sermonear a Johnny. Así que, después de unos meses de estar en el campamento de Óscar, le dijo: “Ya no eres ‘Baby Face Assassin’, eres ‘Mi Vida Loca’”. Y Óscar fue a conseguirle a Johnny su primer respaldo con B.U.M. Equipment y le sorprendió con unos pantaloncillos y una bata que decían: “MI VIDA LOCA”. A partir de ese día, el nombre se mantuvo.
Rodríguez: Una vez entrevisté a Chávez y me dijo algo que nunca olvidé. Le pregunté: “¿Alguna vez contemplas una derrota?”. Fue como si hubiera dicho una mala palabra. Cambió totalmente y respondió: “No me menciones eso de perder, ni nada de eso”. Estaba realmente ofendido, y no era un espectáculo. Se notaba que nunca se le había pasado por la cabeza, lo que, en mi opinión, hizo que fuera una pelea muy peligrosa. Porque alguien así puede morir en el ring.
Julio César Chávez (en una entrevista de 1993 con Sports Illustrated): No podía soportar la idea de perder, porque dañaría a mi familia.
Cortez: Esto no es un juego. No se juega al boxeo. Se juega al béisbol, al baloncesto, al fútbol. Pero al boxeo no se juega. El boxeo es el negocio de la fuerza. Están ahí para atacarse, para hacerse daño.
Gómez: Óscar lo hizo todo perfecto y según el reglamento. Para los boxeadores, el día a día, el entrenamiento, la dieta, los combates, el simple hecho de ir al campamento es duro. Así que hay días en los que aflojan. Hay que descansar el cuerpo. Pero para esta pelea, Óscar lo hizo todo siguiendo el manual. En cada entrenamiento, no se saltó nada. Estaba concentrado.
Rodríguez: Aquí estaba el mexicanoamericano contra el mexicano. Y los mexicanos siempre tienen cierta nostalgia por su país. Nunca podrán borrarla. Estamos aquí, somos totalmente americanos, pero nos preguntas y te diremos: “Yo soy de Sinaloa”. Si tienes padres que eran de allá, siempre tuvieron esa nostalgia de que algún día van a hacer suficiente dinero, o van a estar económicamente establecidos, y van a regresar a su México.
La verdad es que nos morimos aquí y nos enterramos aquí. Pero tenemos una afinidad con México. Queremos a México, aunque México no nos quiera. Y lo sabemos porque nos tratan diferente. Pero eso es parte del misterio de nosotros. Tenemos esta lealtad y patriotismo imperecederos hacia un país que no quiere saber nada de nosotros. Es extraño.
Parte 5: La pelea
El combate entre Chávez y De La Hoya no estaba disponible en la modalidad de pago por ver. “Se ha calculado que por cada hogar que compra una pelea, dos hogares la roban”, dijo Arum sobre las cajas negras ilegales en una entrevista con Los Angeles Times en marzo de 1996. En su lugar, la pelea se retransmitió por circuito cerrado de televisión en teatros designados, centros de convenciones, casinos, recintos feriales, arenas y estadios de todo Estados Unidos y México.
Taffet: Trabajé durante toda la promoción con Bob Arum. Pasé mucho tiempo intentando convencerle de que pusiera la pelea en pago por ver. Entendí y respeté mucho el punto de vista de Bob. Pero también sentía que, al final, los ingresos en circuito cerrado nunca se acercarían a los ingresos en pago por ver. Y sabía que en el pago por ver necesitábamos tiempo para comercializar y promocionar el evento adecuadamente y hacer llegar toda la información a los sistemas de cable y satélite para que pudieran informar a sus clientes. Se convirtió en una verdadera batalla, y en una batalla que ponía los nervios de punta, a medida que se acercaba el evento.
Incluso una semana antes del combate, seguía negociando con la industria del pago por ver para intentar mejorar las condiciones. Pero al final, Bob se mantuvo firme y logró su objetivo. Fue la última vez que un gran combate de pago por ver se emitió en circuito cerrado.
Pérez: Lo vi en el Rose Bowl. Conseguí esas entradas esa misma mañana, en una emisora de radio de música de otra época. Eran 40 dólares, no era barato. Si no hubiera conseguido esas entradas, probablemente no habría ido.
Murray: Lo vi en el L.A. Memorial Sports Arena.
Gómez: Lo vi en el East L.A. College. Abrieron el auditorio y lo proyectaron allí. Probablemente había un 80% de fans de Chávez y un 20% de fans de Óscar.
Taffet: Fue una de las noches más eléctricas del boxeo. Tenías la pasión de los aficionados latinos a la lucha allí para ver a su leyenda, Julio César Chávez, contra la estrella emergente que no solo era latina, sino que también tenía un tremendo atractivo para un público estadounidense joven y para las mujeres de una manera que ninguna estrella del boxeo había tenido antes.
El Dr. Edwin “Flip” Homansky, médico jefe del ring en el combate entre Chávez y De La Hoya: No era parte de mi trabajo, pero lo vi. Lo sentí. No hay duda de que De La Hoya lo sintió. Y creo que eso le animó aún más. De La Hoya conocía al público -y esto es incluso antes de la noche de la pelea- en el Caesars. Eran un grupo pro-mexicano, pro-Chávez.
Boxing: Everything seems to be on challenger’s side, but champion is not one to be discounted.
Cortez: Creo que había 98 grados en el ring. Hacía calor. He arbitrado peleas con ese tipo de calor, y sabía que iba a ser difícil para todos.
Homansky: Hacía más calor de lo normal. Lo que la gente olvida es que, además del calor del desierto, las luces del cuadrilátero -las luces de la televisión- también están calientes. Era una noche más calurosa de lo normal. Si combinamos eso con el calor del ring, fue brutal.
Taffet: Los eventos se hicieron para maximizar los ingresos, no para maximizar la comodidad de los asistentes. Sabíamos que iba a ser una noche muy, muy calurosa en Las Vegas. Y en realidad, en la mente de la gente, se convirtió en parte de la magia del evento.
Tapia: Hacía mucho calor. Johnny se desmayó después de su pelea, y algunos aficionados tuvieron que ayudarme a llevarlo de vuelta al camerino.
Homansky: Chávez siempre estuvo muy confiado, y estaba igual de confiado en esta pelea. De La Hoya entendía el impacto cultural. Estaba un poco nervioso.
“En mi opinión – como escritor, cronista deportivo, mexicano, seguidor del boxeo, lo que sea – esa fue la noche en que Julio prácticamente le dio la bandera a Óscar. No había forma de que volviera a ganarle”.
— Fernando Páramo, exeditor de Deportes de La Opinión
Tapia: Johnny fue al camerino de Óscar para decirle buena suerte y esas cosas. Óscar se encontraba muy tranquilo, tenía música suave y estaba oscuro.
Óscar De La Hoya (en una entrevista de 1996 con el New York Times): Chávez estaba en la mejor forma de su vida. Tenía que mantener la compostura y la calma.
Cortez: Estando dentro de ese cuadrilátero, escuchando los himnos nacionales, viendo a estos púgiles moverse, mirándolos, pude ver que todos estaban tensos mientras esperaban que sonara la primera campana.
Gómez: El combate comienza. Desde el principio, Óscar se puso en marcha. Quiero decir, él es agudo. Lo acribilla con el jab y toma el control con la velocidad, las combinaciones. Chávez ni siquiera aterrizó un golpe. No pudo tocar a Óscar.
Aguilera: ¡Bam! De La Hoya lo golpea con un jab.
Star boxers Oscar De La Hoya and Julio Cesar Chavez admit drug use
Joel De La Hoya Jr.: Vi la sangre goteando del ojo de Chávez.
Aguilera: Se abre, y Chávez está sangrando como un cerdo.
Homansky: Estaba concentrado en el corte y en su ojo. Pero como Chávez era tan veterano, no me preocupaba eso. No era un boxeador joven, así que no me preocupaba lo que el corte pudiera hacer psicológicamente. Pero, obviamente, había que vigilar los efectos físicos de la herida.
Cortez: De La Hoya, cuando vio la sangre, fue tras ella. Como, “Oh, lo tengo ahora. Lo tengo”. Se volvió más agresivo. Fue a matar.
Óscar De La Hoya (en una entrevista de 1996 con el Washington Post): Supe cuando le corté el ojo y le rompí la nariz -creo que sentí cómo se le rompía la nariz- supe que lo tenía.
Páramo: Tres semanas antes, fui a ver a Julio cuando estaba entrenando en Reno. Tuvo un gran campamento, uno de los mejores. La semana anterior, en Hollywood Park, tuvieron una rueda de prensa y supuestamente -yo no me encontraba allí porque no estaba con ellos las 24 horas del día- uno de los chicos, Junior, estaba saltando de un lado a otro. Lanzó la cabeza hacia atrás y cortó a Julio en la ceja. Yo no lo vi, pero todo el mundo lo comentó. “¡Se ha cortado! ¡Está cortado! No sé si va a pelear, ¡está cortado!” Era como un secreto, pero todo el mundo hablaba de ello.
El día de la pelea, yo estaba a un pie y medio de su cara. Intenté mirar de cerca, y realmente no pude distinguir nada. Dijeron que le habían maquillado el corte, pero sinceramente puedo jurar que no vi nada fuera de lo normal. ... Solo se veía el desgaste normal de cualquier boxeador.
Entonces lo golpea y se forma la herida. Dije: “Oh, sí, era real. El corte era real”.
“Fue una de las noches más eléctricas de la historia del boxeo. La pasión de los aficionados latinos a la pelea, que estaban allí para ver a su leyenda, Julio César Chávez, contra la estrella emergente que no solo era latina, sino que también tenía un enorme atractivo para el público joven estadounidense”.
— Mark Taffet, entonces vicepresidente sénior de HBO Sports
Julio César Chávez (en una entrevista de 1996 con Sports Illustrated): Nunca sentí el golpe de Óscar. Simplemente no fui capaz de ver.
Gómez: Óscar solo aterrizó un jab. Si has seguido la carrera de Chávez, rara vez sangraba. Era conocido por ser capaz de aguantar un golpe. Y para que Óscar aterrice un par de jabs y haga eso, creo que podría haber habido una lesión previa o algo así. Cómo ocurrió, no lo sé.
Aguilera: Debería haber cancelado la pelea. Pero, de nuevo, había millones de dólares en juego, así que Chávez quiso seguir adelante con ella.
Taffet: Chávez es un guerrero. No dejaría que nada le impidiera subir al ring para luchar contra Óscar De La Hoya, para defender a su pueblo, a su país. Su orgullo no le permitía hacer otra cosa que subir al ring. Por eso Chávez era adorado por sus seguidores.
Julio César Chávez (en una entrevista de 1996 con Los Angeles Times): No me planteé cancelar. Era una pelea demasiado grande.
“[Julio César] Chávez dijo que no habría excusas. Comentó que quien ganara se llevaría la máxima gloria. Y luego aquí estuvo poniendo excusas con esto del ojo”.
— Óscar De La Hoya en una entrevista de 1996 con el New York Times
Homansky: No había evidencia de una herida anterior. No digo que no hubiera un corte durante el entrenamiento, eso no es tan inusual para un boxeador. Pero puedo decir que un jab duro de De La Hoya realmente abrió una pequeña herida, y luego una mano derecha devastadora en ese primer asalto es lo que en verdad abrió ese corte. No puedo decir francamente si hubo una laceración anterior o no, pero sé que Chávez dice que la hubo. Lo haya habido o no, fue el golpe de De La Hoya el que abrió el corte.
Tapia: Johnny diría que Óscar tenía un jab mortal. Cuando entrenaba, y simplemente observabas a Óscar y la forma en que trabajaba, cómo golpeaba los guantes, el sparring y todo eso, el corte no era sorprendente. Los golpes de Óscar eran muy afilados y precisos.
Joel De La Hoya Jr.: Si había un corte antes de la pelea o no, no importa. Óscar lo abrió y le impuso su voluntad a Chávez.
Taffet: Sabía que Julio César Chávez era un gran, gran luchador. Y sabía que le iba a dar a Óscar una gran batalla. El corte cambió el aspecto de toda la pelea. Ese fue el primer momento, cuando vi el corte, en el que realmente empecé a creer: “Esta noche va a acabar siendo la noche de Óscar”.
Antes de eso, estaba muy nervioso porque sabía que Óscar De La Hoya podría cargar con toda la industria del pago por ver a sus espaldas si ganaba la pelea. Desde el punto de vista del negocio, había mucho en juego para el futuro.
Rodríguez: Podía oír a Chávez en su esquina. Gritaba: “¡ESTÁ BIEN! ¡ESTÁ BIEN! ¡ÉCHAME LA POMADA! ¡ESTOY BIEN!”
Era su corazón, por supuesto. Le dejaron seguir otro par de asaltos. Pero se puso peor. No dejaba de sangrar.
Parte 6: El final
A falta de unos 30 segundos para el final del cuarto asalto, Cortez pidió un tiempo muerto. Solicitó a Homansky que examinara el corte. Chávez, con la cara cubierta de sangre, el protector bucal blanco y el bañador blanco manchados de rojo, se dirigió al médico del ring. Homansky detuvo la pelea. De La Hoya ganó. Hasta esa pelea, nadie había derrotado a Chávez.
Homansky: Mentalmente, parecía un luchador derrotado. Sus ojos estaban caídos, su postura - me di cuenta de esas cosas. Al mismo tiempo, mi atención se centró en lo peligroso que era el corte. El corte estaba por encima del ojo. Era un corte muy feo y sangraba profusamente. La sangre bajaba hacia el ojo, no solo alrededor del ojo. Además, al principio del cuarto asalto, De La Hoya había dado un golpe brutal en la nariz de Chávez. Así que su nariz también estaba ensangrentada. Había una serie de cosas sucediendo al mismo tiempo.
It wasn’t a fight, it was an execution. As one-sided as an electric chair.
Cortez: Fue por lo menos de tres pulgadas. Cuando ves salir esa sangre, piensas: “El corte debe llegar hasta el hueso”. Odiaba tener que parar una pelea así, pero estaba preparado para ello. Una cosa que la gente tiene que recordar, un árbitro debe estar preparado para lo inesperado. Yo, como árbitro veterano, estaba preparado para ello. Me sorprendió, pero estaba preparado para ello.
Gómez: Cuando lo suspendieron, la gente estaba muy disgustada. No lo entendieron.
Murray: Los aficionados de Chávez estaban melancólicos. Se encogieron de hombros cuando les hice preguntas. Solo querían subirse a sus autos e irse a casa.
Espinoza: La forma en que mucha gente racionalizó la derrota de Chávez -y probablemente yo también- fue que en realidad no fue noqueado. Que solo fue un corte extraño que sufrió con ese jab en el primer asalto. Muchas personas se consolaron sabiendo que no lo habían noqueado.
Pérez: No podían aceptar el hecho de que no era la noche de Chávez. Decían en ese momento: “No, pues se vendió”. Esa era la única explicación que tenían. No era porque fuera mayor. No fue porque De La Hoya fuera un joven luchador electrizante. Fue porque Chávez se vendió.
“Podía oír a [Julio César] Chávez en su esquina. Estaba gritando, ‘¡ESTÁ BIEN! ¡ESTÁ BIEN! ¡ÉCHAME LA POMADA! ¡ESTOY BIEN! Era su corazón, por supuesto. Le dejaron seguir otro par de asaltos. Pero se puso peor. No dejaba de sangrar”.
— Paul Rodríguez, comediante y amigo de Julio César Chávez y Óscar De La Hoya
Joel De La Hoya Jr.: Durante el campamento, sabíamos que sería cuestión de tiempo antes de que Óscar detuviera a Chávez. Solo que no esperábamos una dominación total. Fue una de las actuaciones estelares de Óscar.
Gómez: Óscar estaba súper contento. Y fue histórico. Fue casi como ganar la medalla de oro. Fue como un sueño inalcanzable, pero Óscar lo consiguió.
Homansky: Creo que hubo mucha reivindicación con De La Hoya. Con Chávez, el temor era no solo que fuera una derrota importante, sino que fuera el principio del fin de su carrera.
Páramo: Entrevisto a Chávez y él dijo: “Oh, bueno, el corte. Podría haber seguido”. Pero para entonces, no importaba.
Rodríguez: Primero hablé con Chávez. De La Hoya era inaccesible. De La Hoya estaba siendo acosado, y su atención se ubicaba en las chicas y en todos los parásitos que la fama te trae. Chávez me recibió, pero fue muy triste. “Campeón, tú sabes, qué lástima”. Y él dijo: “No, pa’ la otra”. Pero no habría una próxima vez.
Demasiado corazón, demasiado coraje a veces no es algo bueno. Y por supuesto, tienes entrenadores y gente a tu alrededor que alimentan ese ego, diciéndote que tuvo suerte. Pero no hubo nada de suerte. De La Hoya en ese momento estaba cincelado, cortado, rápido. Era tan bueno como lo iba a ser siempre.
Julio César Chávez (en una entrevista de 1996 con Sports Illustrated): Si Óscar me hubiera derribado, me habría retirado anoche. Pero tuvo suerte, y esto no significa que sea mejor que yo.
Boxing: Challenger, 36, puts up strong fight against De La Hoya before quitting in his corner after eighth round.
Óscar De La Hoya (en una entrevista de 1996 con el New York Times): Chávez dijo que no habría excusas, que quien ganara se llevaría la máxima gloria. Y luego aquí está poniendo excusas sobre este asunto del ojo.
Espinoza: No recuerdo que se criticara tanto a De La Hoya por haber aceptado la pelea hasta después de ganar. No recuerdo que en los prolegómenos mucha gente dijera: “No debería hacer eso porque Chávez es viejo”. Eso es algo que ocurrió después. Fue entonces cuando empecé a escuchar a mis amigos decir: “Eso es una falta de respeto, no debería haber hecho eso”. De La Hoya no debió haber aceptado la pelea”.
Merchant: A los 33, 34 y 35 años, es más difícil ser ese guerrero inamovible.
Rodríguez: Tengo un gran respeto por De La Hoya, es un buen tipo, nunca ha sido más que un amigo para mí, pero esa pelea en particular fue un punto de inflexión en su carrera. La gente dijo: “Oye, hombre, no deberías haber hecho eso”. Por supuesto, no se le puede culpar. Una vez en el ring, luchando por millones de dólares, esto es una carrera. Estás ahí para herir a alguien si tienes que hacerlo. Pero no fue un punto alto. Fue un punto bajo, creo.
Taffet: Realmente estableció a Óscar De La Hoya como la próxima gran estrella de pago por ver. Impulsó el crecimiento de la participación de los latinos en los eventos de pago por ver durante los siguientes 10 o 15 años. 1997 fue un año récord para Óscar De La Hoya. Tuvo cuatro combates de pago por ver. Todo eso se debió a la gran victoria sobre Chávez en 1996.
Rodríguez: De La Hoya pensó erróneamente que al vencer a Chávez, de repente, tomaría el control. Que sería el ícono. Se dio cuenta de que era todo lo contrario. Tuvo que enmendar muchas cosas y dar marcha atrás y decir: “No, no, él sigue siendo campeón, un ídolo”, ese tipo de cosas.
Estaba convencido de “ya saben que soy el campeón”. Le dije: “Tu historia está equivocada. Mira lo que le hicieron a Larry Holmes. Era un gran boxeador, pero nunca fue amado porque golpeó a Ali”.
Páramo: Cuando peleó con Julio, De La Hoya le quitó lo más grande que tenía México. Y creo que Óscar lo manejó bien. Fue muy respetuoso. Decía: “Soy mexicano y mexicoamericano”. Creo que al final la gente lo respetó. La mayoría lo respeta. Algunos no lo soportan, pero eso es por sus otros asuntos personales y también por su asociación con Canelo [Álvarez]. Pero creo que De La Hoya fue tratado con normalidad.
Pérez: Chávez había puesto las expectativas tan altas que la gente no estaba preparada para ver el lado malo de su carrera.
Aguilera: Somos un grupo de gente muy leal, y cuando tenemos un héroe, lo seguimos hasta el final. Hasta el final de su carrera, incluso cuando está en las cenizas, corriendo en los humos, todavía amamos a nuestros héroes. Y eso es lo que ocurrió con Chávez.
Páramo: En mi opinión - como escritor, periodista deportivo, mexicano, seguidor del boxeo, lo que sea- esa fue la noche en que Julio prácticamente le dio la bandera a Óscar. No había forma de que le volviera a ganar. Estaba en una etapa de su carrera en la que ya no podía volver a entrenar para nada más. Su cuerpo no tenía nada más que dar.
Rodríguez: Sabía que Julio había pasado su mejor momento, pero no que sería tan triste. Que sería tan sangriento.
Marchant: No esperaba ver una derrota. Quiero decir, Dios mío, ¿cómo se detiene a Chávez?
Rodríguez: Esa fue una pelea icónica. De vez en cuando, la veía en YouTube. No puedo verlo todo.
Taffet: Esa pelea realmente ejemplificó las tendencias sociales de la época. Fue una noche muy especial en la historia del boxeo. No solo por el evento y los participantes y su grandeza, sino porque representó claramente los cambios demográficos en la comunidad latina y en Estados Unidos.
Parte 7: Las secuelas
Antes de la pelea, Chávez afirmó que se retiraría después de pelear con De La Hoya. Pero Chávez siguió luchando. Dos años después, Chávez y De La Hoya se enfrentaron en la revancha. La pelea tuvo lugar el fin de semana del Día de la Independencia de México, uno de los dos días de boxeo más importantes del año que Chávez y De La Hoya ayudaron a popularizar. Se enfrentaron en el Thomas & Mack Center de Las Vegas ante 17.125 personas.
Chávez, de 36 años, mostró destellos de su antigua grandeza, pero no lo suficiente para vencer a De La Hoya, de 25 años. En el noveno asalto, con un corte dentro de la boca de su púgil, la esquina de Chávez detuvo la pelea. Chávez dijo que respetaba a De La Hoya, que le había ganado con justicia. Luego comentó que pelearía una vez más y que se retiraría.
Chávez peleó hasta 2005. De La Hoya, que había afirmado que se retiraría a los 26 años, peleó hasta los 35. Chávez, de 58 años, peleará en una exhibición el 19 de junio. De La Hoya, de 48 años, planea volver a pelear pronto.
Rodríguez: Los comediantes pueden contar chistes hasta que se mueran. Pero en el boxeo eres como una mariposa. Tienes una cierta cantidad de tiempo cuando estás en tu mejor momento. Los más inteligentes saben cuándo es el momento de dar un paso atrás o acortarán su vida. Los peores son empujados por la mala gestión y la codicia. Se convierten en historias trágicas como tantos que murieron jóvenes. Los golpes que reciben tienen repercusiones. Es un precio muy alto el que pagan por unos momentos de gloria.
Entrevistas editadas y condensadas para mayor claridad.
Roberto José Andrade Franco es autor, periodista independiente y redactor de Texas Highways.
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