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Con todas las distracciones en casa, los alumnos de bajos ingresos necesitan auriculares para estudiar

Valeria, de 8 años, y Keyla, de 12, disfrutan de su hermano Carlos, de 2 años, “él las distrae”, dice su madre Norma Quijas.
(Gabriella Angotti-Jones/Los Angeles Times)
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En la casa de una habitación de su familia en el Este de L.A., para Anais Hernández, de 17 años, todos los días se genera una distracción tras otra: su madre cocinando y limpiando; su padre discapacitado viendo noticias de TV a todo volumen, más el bullicio de su hermana menor.

No hay escapatoria del ruido mientras Anais intenta enfocarse en clases avanzadas de literatura española, inglés y economía. Dos semanas después de estar en casa estudiando, esta alumna de último año de la escuela Mendez High podría necesitar un aparato que sería difícil de pagar para su familia: auriculares para la cancelación de sonido.

Antes del 13 de marzo, cuando los funcionarios del distrito escolar de Los Angeles cerraron los campus y comenzaron una difícil transición al aprendizaje en línea, Anais pasaba mucho tiempo en Mendez High, donde realizaba la mayor parte de su tarea.

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“Me resulta difícil poner mi mejor esfuerzo en mis tareas porque hay muchas distracciones”, dijo Anais, agregando melancólicamente que “cualquier aparato de auriculares, me ayudaría a concentrarme y estudiar”.

El coronavirus ha desarraigado la vida de muchos, desplazando a la gente de sus puestos de trabajo y despertando la preocupación de quienes aún se espera que se presenten a trabajar

Anais tiene auriculares que vienen con su iPhone 7, pero no están diseñados para eliminar el sonido.

El problema inesperado del ruido y la distracción llamó la atención de los trabajadores sociales de la organización sin fines de lucro, Communities in Schools, que ayuda a cerca de 1.000 estudiantes y sus familias en 11 escuelas unificadas de Los Ángeles en vecindarios de alta pobreza.

“El equipo comenzó a compartir historias muy similares sobre cómo las familias están sobreviviendo”, dijo Elmer Roldan, director ejecutivo del grupo. De repente, estos grupos se han congregado todo el día en espacios relativamente pequeños -a veces familias grandes o familias múltiples.

Contar con un lugar tranquilo para el trabajo escolar “es un lujo que no muchos estudiantes tienen”.

Los estudiantes generalmente han trabajado al margen de sus hogares excesivamente poblados al “quedarse tarde en la escuela, ir a la biblioteca o trabajar en cafeterías, todos los lugares donde el Internet estaba fácilmente disponible”, señaló Roldan. Pero estas opciones desaparecieron cuando la ciudad ordenó el cierre de negocios “no esenciales” y prohibió todos los servicios de comida en los establecimientos.

Roldán dijo que algunos estudiantes mencionaron los auriculares directamente, pero los asistentes sociales concluyeron que las familias a menudo no querían parecer codiciosas o egoístas y simplemente no iban a mencionarlos.

Communities in Schools está trabajando con otros grupos, bajo el nombre de One Family LA, en la recaudación de dinero para necesidades obvias como papel higiénico, alimentos, alquiler, atención médica y suministros, cuidado de niños y costos de transporte hacia y desde el trabajo.

Pero el grupo también se ha puesto en contacto con los fabricantes de auriculares para obtener ayuda.

Por separado, el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles, en lausd.net, tiene un esfuerzo amplio de recaudación de fondos enfocado sustancialmente en alimentos y tecnología para los estudiantes y sus familias.

“Nuestras familias y poblaciones más vulnerables serán las más afectadas financiera y académicamente”, manifestó Ana Ponce, directora ejecutiva del grupo local Great Public Schools Now, que está ayudando a encabezar el esfuerzo de One Family L.A. “Vamos a encontrar cosas en las que no pensamos. Los auriculares son una necesidad práctica que no se identificó antes”.

La importancia de eliminar las distracciones ha surgido en los hogares de toda la región.

En la comunidad cercana de Bell, Keyla, de 12 años, y Valeria, de 8, cohabitan con un niño pequeño muy activo. En su pequeño patio, Carlos, de 2 años, se mueve, como un misil robusto y alegre, en rápida sucesión, desde un mini-carro de elefante azul hasta un trampolín, una patineta para lanzar una pequeña pelota y luego una pelota de playa.

Cuando está confinado dentro de la casa de 958 pies cuadrados de la familia, Carlos cambia de bullicioso a simplemente ruidoso, mientras Norma Quijas intenta supervisar el trabajo escolar de sus hijas mayores.

La bruja Karina, que despacha para todo tipo de males en su puesto del mercado de Sonora de Ciudad de México, no tiene un antídoto contra el coronavirus, pero sí un método que ayuda “mucho”: “Se prenden tres veladoras blancas y le pides a Dios con mucha fe”.

“El bebé salta y quiere ayudar”, dijo Quijas, quien normalmente trabaja limpiando casas. “Y las chicas se distraen; entonces el bebé comienza a gritar”.

No muy lejos, la estudiante de Bell High School, Isabelle Torres, también se encuentra abandonada académicamente. Estaba preocupada por trabajar en casa incluso antes de encontrarse con las distracciones que esto representaba.

“Soy esa adolescente que odia el uso de las computadoras hasta cierto punto, y siento que muchas de mis clases dependen de las conversaciones, es la única forma en que realmente aprendes”, dijo. “Lucho en la clase de cálculo, incluso cuando hay un maestro delante de mí”.

Ahora, trabajando en casa, “me encuentro increíblemente distraída”, reconoció. “Vivo junto a otras cuatro personas y, aunque no parece tan malo, nunca hay un momento de silencio... La última semana ha sido extremadamente difícil y todavía tengo que adaptarme a esta nueva forma de vida”.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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