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EE.UU está obsesionada con la carne de res, pero nadie quiere usar pieles y peligra la industria del cuero

Un trabajador procesa pieles en una curtiembre en Guanajuato, México. La creciente demanda de tapicería de automóviles revivió la histórica pero tambaleante industria del cuero de la región.
(Yesica Prado/For The Times)
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Los consumidores estadounidenses han aumentado el consumo de carne de res, más de lo que han ingerido en una década. Pero un subproducto de este anhelo carnívoro se está acumulando.

Los compradores que antes codiciaban las chaquetas y zapatos de cuero ahora buscan alternativas sintéticas más baratas, lo cual refleja una creciente ambivalencia hacia este antiguo elemento básico en los armarios estadounidenses.

El exceso de pieles de vaca generó que los precios caigan en picada. Y así como el amor estadounidense por la carne se popularizó en todo el mundo, también lo ha hecho el abandono del cuero, desde la ropa hasta los asientos de automóviles. Las pieles incluso están comenzando a ir a los vertederos, mientras que los procesadores de cuero más pequeños cierran sus puertas.

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La industria de la moda se encuentra en medio de un “gran despertar”, que va desde el énfasis en la sostenibilidad hasta dejar de lado las pie

Hace sólo cinco años, los precios se dispararon después de que una sequía redujo los rebaños de Estados Unidos a un mínimo en seis décadas. El precio del cuero se elevó y obligó a los diseñadores de calzado y ropa a recortar el material de sus productos. Ese factor, combinado con el auge de las prendas deportivas y la creciente popularidad de la “ropa vegana”, explica por qué la demanda no se ha recuperado.

Las pieles de ganado, un subproducto obligatorio del consumo de carne y lácteos, existirán mientras los estadounidenses sigan gustando de las hamburguesas con queso, los filetes y los helados. Y aunque los productores de lácteos han estado bajo presión por la baja de la demanda de leche y los productos alternativos a los lácteos, el aumento de los sustitutos cárnicos aún no ha afectado ampliamente el gusto de los estadounidenses por el producto real.

Un grupo de activistas se reúne en la planta de procesamiento de Farmer John dos veces a la semana para realizar una vigilia por los animales, en el momento exacto en el que entran en la instalación para ser sacrificados.

Con montones de pieles de vaca de 100 libras acumuladas en el país, sin usar y sin vender, los fabricantes de cuero advierten sobre un inminente desastre comercial. Las pieles a menudo representan el 50% del valor de los subproductos del animal, y los subproductos pueden ser el 10% del precio de un novillo o más. Las pieles de las vacas, que son de menor calidad que las de los novillos, han caído a sólo alrededor del 5% del importe de todos los subproductos, para pasar a valer menos que la carne de lenguas y mejillas. Ni siquiera es el 1% del coste de una vaca viva.

“Hay pieles sin valor”, comentó Joe Brannan, gerente de ventas de exportación en Twin City Hide, una procesadora con sede en South St. Paul, Minnesota. “Estamos tirando un producto natural a la basura”.

Miyoko Schinner es una imagen perfecta del sueño estadounidense.

Todavía hay mucha demanda de cuero de alta calidad, del que se utiliza en bolsos caros o sofás de alta gama. Pero eso es sólo una parte de la industria. La mayoría de los animales no tienen pieles perfectas, y muchas tienen marcas. Los ejemplares más viejos que han resistido al clima en los pastos durante años tienen la piel manchada por las imperfecciones.

Twin City Hide dejó de aceptar pieles de menor calidad a las compañías de carne pequeñas, ya que el costo de procesarlas era mayor de lo que podía recuperar. En los primeros cinco meses de este año, la empresa experimentó una caída del 27% en la producción; un 20% de su inventario actual está guardado en almacenes, sin valor. “No hay nadie que haga una oferta, o intente comprarlos”, relató Brannan, quien ha trabajado en el negocio de la piel desde 1976.

Según Hidenet, una firma de investigación de estos mercados, el cuero de una vaca herrada costó apenas $4 en la semana del 15 de julio, mucho menos de los $81 que valía hace sólo cinco años. Vera Dordick, directora ejecutiva y editora de la firma, agregó que no sólo la industria estadounidense está sufriendo. “Es una crisis mundial”, consideró. “Algunas personas solían decir: ‘No hemos enterrado ninguna piel todavía’. Ahora no pueden decir lo mismo”.

Antes del colapso, las pieles imperfectas podían convertirse en pequeños artículos de cuero, como bolsos baratos. Un tratamiento de acabado, como una impresión, una capa de poliuretano, o pulir la piel para convertirla en gamuza, podía mejorar las imperfecciones, dijo Stephen Sothmann, presidente de la Asociación de Pieles y Cueros de EE.UU, con sede en Washington, un grupo de cabildeo de la industria.

Pero gracias en parte a las telas sintéticas, eso ya no ocurre. La llamada moda rápida y el athleisure -prendas que no contienen cuero en absoluto- ahora dominan el comercio minorista estadounidense. Y para aquellos que aún prefieren el aspecto del cuero, las imitaciones se han vuelto más sofisticadas y se asemejan más al producto auténtico, expuso John Hochstein, vicepresidente de ventas de pieles y cuero de National Beef Packing Co., uno de los cuatro principales empacadores de carne del país.

Muchas pieles sintéticas están hechas de productos petroquímicos, lo cual plantea un dilema ambiental para algunos consumidores. Así que ahora, los compradores optan en masa por los cueros de imitación ecológicos, hechos de cáscaras de frutas y telas recicladas.

Siempre y cuando no contenga cuero u otros productos animales, un artículo se puede describir como vegano. Tales ropas, accesorios y calzados experimentaron un aumento del 54% en las tiendas minoristas del país en el primer semestre de 2019, conforme Helen Palmer, directora de materiales del pronosticador de tendencias WGSN. Los zapatos registraron las mayores ganancias, mientras que la disminución en ventas del calzado de cuero, que tradicionalmente usaba casi la mitad de las pieles de ganado del mundo, fue especialmente pronunciada.

“Las marcas de ropa intentan apelar al comprador más ecológico y más joven”, destacó Palmer. Y hay algo de la fascinación por estrellas que son responsables de esta tendencia como: Meghan Markle quien usa calzado deportivo Veja, hecho de plástico reciclado y maíz.

Más allá de la ropa vegana, la elección entre comprar pantalones de yoga confeccionados a base de combustibles fósiles o de piel de mamíferos plantea otra duda: ¿Cuál es peor para el medio ambiente?

Huantian Cao, profesor de estudios de moda y vestimenta en la Universidad de Delaware, expuso que ambas tienen inconvenientes. Los sintéticos basados en petroquímicos plantean los mismos problemas de sostenibilidad que el plástico, y pueden ser incluso peores. Cada vez que se lavan esos pantalones elásticos, microperlas de plástico y microfibras fluyen por el desagüe hacia los ríos y océanos.

Si bien el cuero es un material natural que deriva de la ganadería; esa industria genera emisiones de metano de las vacas y una escorrentía llena de desechos. Mientras tanto, la mayoría de las pieles de EE.UU se exportan a países con regulaciones ambientales menos estrictas, donde son curtidas con productos químicos agresivos, incluido el sulfato de cromo.

Peor aún, este proceso emplea mucha agua, remarcó Cao, quien también dirige una iniciativa de indumentaria sostenible. Hay investigaciones en curso para encontrar métodos de teñido más ecológicos, como el uso de extractos de plantas y enzimas. Pero actualmente, advirtió, los químicos crean un producto mejor.

Los humanos han curtido pieles para fabricar cuero desde tiempos prehistóricos, con el fin de usarlos como ropa y refugio. Los subproductos de la carcasa del ganado, como los huesos, la sangre y la grasa, se destinan a la fabricación de jabón, fertilizantes, gelatina, medicamentos y otros productos. Pero el cuero siempre ha sido el subproducto más preciado.

Hochstein, de National Beef, calificó las preocupaciones ambientales sobre la producción de cuero como “una mentalidad ridícula”. La idea de que convertir las pieles en cuero es malo para el medio ambiente “está muy lejos de la verdad; hay que reírse de eso, pero también hay que llorar”, afirmó. “Muestra hasta qué punto las personas no comprenden la cadena de suministro de alimentos, no entienden el valor de las materias primas”.

“Un zapato de cuero no va a derivar en un millón de micropartículas en el océano, matando peces”, afirmó Sothmann, cabildero de la industria. “Es un material natural, y debido a que somos consumidores de lácteos y carne, también tenemos una necesidad ética de producirlos”.

La industria tendrá que promocionarse si quiere que la demanda vuelva, advirtió. Si bien la mayoría de los procesadores envían sus pieles al extranjero, la guerra comercial iniciada por el presidente Trump también ha perjudicado a ese mercado de exportación. Los fabricantes de cuero estadounidenses recibieron recientemente dinero de la administración para ayudar a compensar el efecto negativo de los aranceles.

Impulsado por esta vorágine de gustos cambiantes y conciencia ambiental, una de las industrias más antiguas del país está cada vez más en riesgo.

Para Lowell Carson, propietario del Rancho Double L., en Altamont, Nueva York, que trabaja en la industria del envasado de carne hace más de 30 años, el negocio del cuero está en el peor momento de la historia. Carson comentó que solía obtener $70 por sus pieles, mientras que ahora regala algunas y pronto deberá enviarlas a vertederos, donde ya remite sus pieles de cordero.

Al otro lado del país, en Boise, Idaho, Southwest Hide Co. no ha obtenido ganancias en dos años. Como resultado, la planta procesadora de cuero se vio obligada a reducir la producción y la compra de pieles. La compañía maneja millones de pieles al año, provenientes de procesadores de carne de res pequeños a medianos. Los márgenes eran de unos pocos dólares por pieza, por lo cual con los recortes, pierden ahora decenas de millones de dólares.

“Tenemos que decirles a nuestros proveedores que ya no podemos aceptarlas”, expresó Jay Jensen, director de ventas internacionales de la compañía. “Eso los obliga a decidir qué hacer con ellas”.

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