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¿Podría una ‘avalancha controlada’ detener el coronavirus más rápido y con menos muertes?

A security guard checks a customer's temperature outside an IKEA store
Un guardia de seguridad en una tienda IKEA en Netanya, Israel, verifica la temperatura de un cliente. Algunos investigadores israelíes argumentan que permitir deliberadamente que más jóvenes se infecten ahora salvará vidas a largo plazo.
(Jack Guez / AFP/Getty Images)

Los científicos israelíes dicen que pueden imitar los efectos de una campaña de vacunación si ciertas personas se infectan voluntariamente con el coronavirus y se recuperan.

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Podría una “avalancha controlada” de infecciones deliberadas por coronavirus terminar con esta pandemia más rápido, y con menos muertes?

En Israel -un país que cuenta con sólo una estación de esquí-, un equipo de investigadores argumenta que tomar prestado ese truco de los alpinistas podría ser la mejor manera para que otras naciones superen rápidamente el brote hacia una conclusión lógica: el ideal de salud pública conocido como “inmunidad del rebaño”.

La estrategia imitaría los efectos de una campaña de vacunación al alentar a la mayoría de la población a infectarse con el coronavirus y recuperarse. Pero los expertos advierten que, sin embargo, hay una gran cantidad de dilemas prácticos, políticos y éticos al respecto.

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Los líderes políticos enfrentarán la acusación de que están sacrificando vidas para apuntalar las economías. Los trabajadores sanitarios y los asistentes de emergencias podrían verse abrumados de pacientes con COVID-19. Los trabajadores de bajos ingresos, ya agobiados por la situación, se sentirían presionados a infectarse para poder volver a trabajar.

¿Y si los ingenieros de esta avalancha supusieran mal cuándo se detendrá el virus? ¿Y si se equivocaran sobre cuándo, y por cuánto, los sobrevivientes serán inmunes?

¿Aproximadamente cuántos morirían de una infección que, con el tiempo, podrían haberse evitado?

Pero a medida que la cuestión transcontinental del coronavirus se acerca a su quinto mes, los líderes y los investigadores se preguntan abiertamente si la inmunidad del rebaño a la antigua podría ser mejor que esperar una vacuna. Y mientras que algunas ciudades, condados y estados estadounidenses retoman sus actividades normales, podrían probar la estrategia sin proponérselo.

Ese proceso podría recibir un impulso del estudio israelí, que se publicó esta semana en MedRxiv, un sitio web donde los investigadores comparten su trabajo preliminar.

Matthew Liao, quien dirige el Centro de Bioética de la Universidad de Nueva York, consideró que la intención de encontrar un atajo para salir de la pandemia es completamente razonable. “Pero es una mala idea”, remarcó sobre la propuesta israelí. Adoptar esa estrategia como una forma de disminuir el sufrimiento económico de la población “es un falso dilema”, remarcó. Además de arriesgar vidas para participar en un experimento médico en toda la población, “hay muchas otras formas de reducir el impacto económico” de una campaña prolongada de distanciamiento social, expuso.

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En una avalancha controlada, los expertos en seguridad diseñan la liberación periódica de la acumulación de nieve en la ladera de una montaña para evitar que el valle de abajo quede sepultado. En la versión del coronavirus, los investigadores israelíes proponen reclutar oleadas de voluntarios sanos -de entre 20, 30 y 40 años- que estén dispuestos a infectarse deliberadamente. En números que nunca exceden la capacidad de la atención médica de Israel, los voluntarios lidiarían cualquier síntoma, se recuperarían y se unirían a una creciente población de inmunocompatriotas. El resto del país permanecería sujeto a la cuarentena.

Si el 80% de los israelíes elegibles se inscriben para ser infectados, prácticamente todos estos graduados de la “avalancha controlada” se unirían a las filas de aquellos que se recuperaron de infecciones no intencionales, calculan los autores. Aplicando las tasas de mortalidad específicas por edad de Wuhan, China, a la población de Israel, el equipo estimó que 2.540 de esos voluntarios morirían por COVID-19. Pero en aproximadamente 200 días, dicen, entre el 40% y el 71% de la población de 8.9 millones de Israel obtendría la inmunidad contra el virus, a la antigua usanza.

En ese punto, el coronavirus se enfrentaría a tantos israelíes inmunes que prácticamente detendría su propagación. Este estado de inmunidad colectiva protegería a aquellos, incluidos los adultos mayores y los más vulnerables, que se habían quedado en casa mientras las avalanchas controladas ocurrían en el exterior.

En comparación con una táctica en la que se insta a todos los israelíes a permanecer dentro y practicar el distanciamiento social, la estrategia de avalancha controlada reduciría las muertes generales en un 43%, calculan los investigadores. Los beneficios de la inmunidad de rebaño después de que finalice la cuarentena salvaría las vidas de los israelíes que son más vulnerables al virus. Y ese punto ocurriría más rápido, lo cual disminuiría aún más los fallecimientos.

De forma acumulativa, la implementación de una estrategia de avalancha controlada reduciría en un 62% el número máximo de personas que necesitan atención hospitalaria intensiva, afirmaron los autores del estudio. Y la mitad de los individuos con bajo riesgo de enfermarse podrían abandonar sus hogares y volver a trabajar dos meses antes. “La implementación de la política de avalancha controlada es, por lo tanto, la más segura entre todas las opciones posibles”, concluyen los autores.

Un experto en bioética de la Universidad Johns Hopkins, Jeffrey Kahn, entiende que la nueva investigación es polémica porque se basa en hechos sobre el comportamiento y el impacto del virus que aún están en disputa.

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La idea de que aquellos entre 20 y 49 morirían de COVID-19 en cantidades tan pequeñas fue contrarrestada por estudios posteriores y por muchos informes de casos, remarcó Kahn. También se apoya en la creencia de que la reinfección no ocurre después de que una persona se ha recuperado. Un estudio publicado esta semana sugirió que hasta el 30% de los recuperados producen niveles muy bajos de anticuerpos protectores, y en el 10% de los casos los niveles fueron demasiado bajos para ser detectables, lo cual pone en duda la inmunidad.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) fue más allá en un informe científico publicado el viernes pasado. Al rechazar las propuestas de algunos países de emitir “pasaportes de inmunidad” a quienes se han recuperado, la OMS advirtió que incluso las personas con anticuerpos contra el coronavirus pueden ser vulnerables a una segunda infección.

Los investigadores están muy lejos de tener los datos a mano para determinar el nivel de inmunidad necesaria en la población para que la pandemia falle, agregó Kahn.

“Todavía hay que resolver muchas cosas básicas de inmunología”, consideró. “Hasta que se conozcan esas respuestas, no se puede analizar el equilibrio riesgo-beneficio” para informar a los posibles participantes. “Y si no se es capaz de ofrecer eso, no se puede justificar” el experimento. Porque, remarcó, en este punto realmente sería un ‘experimento’.

Aproximadamente cuatro meses después de que el nuevo coronavirus fuese identificado por primera vez en China, pruebas más amplias comenzaron a revelar que, en California y muchos otros lugares, ya ha infectado a muchos más de lo que se sabía. Aquellos que tienen síntomas leves o nulos ahora representan al menos el 25%, y en algunas poblaciones hasta el 70% de los infectados.

Como resultado, las evaluaciones de la capacidad del virus para matar -la tasa de letalidad- se han ajustado constantemente a la baja. El ideal de inmunidad colectiva no sólo parece más cercano de lo que se cree; el costo en vidas de lograr ese objetivo también puede parecer más bajo.

Incluso antes de que esas tendencias salieran a la luz, la carrera para obtener la inmunidad de rebaño parecía lo suficientemente atractiva como para que el primer ministro británico, Boris Johnson, pensara que valía la pena intentarlo.

A principios de marzo, con una vacuna estimada dentro de al menos 18 meses, los funcionarios de Reino Unido razonaron que una vez que aproximadamente el 60% de los británicos se recuperaran y obtuvieran inmunidad contra el coronavirus, su propagación se ralentizaría. Los extremadamente vulnerables y los aún no infectados estarían a salvo, y Reino Unido podría volver a trabajar.

Cuando un distinguido grupo de académicos británicos proyectó, a mediados de marzo, que tal experimento podía matar a por lo menos medio millón de británicos y abrumar el sistema de salud del país, la idea perdió su atractivo.

Mientras tanto, Suecia avanza con la estrategia. El país nórdico no ha ordenado cuarentenas, ni cierres de lugares de trabajo, escuelas o restaurantes. Sus líderes cuentan explícitamente con sus ciudadanos para decidir qué tan dispuestos están a infectarse y quién necesita la protección del aislamiento, y actuar en consecuencia.

El Dr. Anders Tegnell, epidemiólogo jefe de la Agencia de Salud Pública de Suecia y arquitecto de la respuesta al coronavirus en esa nación, expresó a la revista Nature que “cada país debe alcanzar la ‘inmunidad colectiva’ de una forma u otra, y nosotros vamos a llegar a ella de una manera diferente”.

Esta semana, Tegnell informó que con el 20% de la población de Estocolmo ya infectada, “estamos viendo el efecto de la inmunidad colectiva”. Él predijo que el virus se ralentizaría aún más en las próximas semanas a medida que se quedara sin gente por infectar en las ciudades densamente pobladas. En el resto del país, donde la población es más difusa, “la situación es estable”, comentó.

Mientras tanto, otro grupo de investigadores proyectó que si India permitiera que sus ciudadanos se infecten bajo circunstancias controladas, se estima que el 60% de ellos emergerían con inmunidad en noviembre. Eso sería suficiente para negarle al virus el grupo de infectados potenciales que necesita para prosperar, según un grupo de la Universidad de Princeton y el Center for Disease Dynamics, Economics and Policy, un grupo de defensa de la salud pública con sede en Nueva Delhi y Washington.

Debido a la población desproporcionadamente joven de la India, las muertes y las hospitalizaciones serían bajas si permitiera un grado de infección controlada, teorizaron los autores. “No desapruebo el pensamiento creativo”, consideró Arthur Caplan, bioético de la Universidad de Nueva York. “Pero todavía no tenemos la biología básica para ejecutar el experimento.

Si las suposiciones resultan erróneas, advirtió, “sería bueno postergar esta idea interesante hasta que tengamos algún tratamiento para poder rescatar a las personas” que se inscribieron para infectarse y luego enfermaron de gravedad. “Y hacer pruebas también sería bueno”, agregó Caplan. De hecho, enfatizó, “las pruebas, más una terapia efectiva, eliminarían la necesidad de hacer esto”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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