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El coronavirus ha matado a decenas de mexicanos en Nueva York. Sus familias están luchando para traerlos a casa

Maclovia Zacatenco and daughter Saida Rojas outside home in La Magdalena Axocopan, Mexico
La esposa Maclovia Zacatenco y su hija Saida Rojas con una foto de José Félix Rojas en su casa en La Magdalena Axocopan, México. Rojas murió de COVID-19 en Nueva York.
(Samuel Lopez Amezquita / For The Times)
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Durante casi dos décadas, José Félix Rojas vivió en apartamentos con otros inmigrantes mexicanos en el distrito de Queens de la ciudad de Nueva York y trabajó en cafeterías y supermercados, enviando dinero a su esposa y cuatro hijos en el estado de Puebla.

“Mi esposo siempre dijo que volvería a casa, tal vez hubiera sido el año que viene”, dijo su esposa, Maclovia Zacatenco. “Siempre era el año que viene”.

Ahora es muy tarde.

Rojas es uno de al menos 150 ciudadanos mexicanos en el área de la ciudad de Nueva York, el epicentro actual de la pandemia de coronavirus, que han muerto después de infectarse, según las autoridades mexicanas.

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Junto con la intensa angustia emocional y un repentino vacío económico por la pérdida de sus proveedores, las familias deben soportar otro golpe: la crisis ha hecho casi imposible enviar cuerpos de regreso a México para su entierro.

Ante el sobrecupo en las morgues y funerarias en Nueva York, pocos vuelos y demoras en la emisión de certificados de defunción, el Ministerio de Relaciones Exteriores de México ha aconsejado a las familias que dejen que sus seres queridos sean incinerados para que las cenizas puedan ser devueltas.

Se les pide a las familias que eviten el deseo común de ser enterrados en su tierra y que renuncien a las ceremonias tradicionales de despedida: velorios, oraciones finales, visitas comunales, servicios públicos del funeral y un entierro adornado con flores en parcelas ancestrales.

El gobierno mexicano dijo el viernes que todos sus ciudadanos que murieron en Estados Unidos como resultado de COVID-19 permanecen allí en morgues y funerarias.

Maclovia Zacatenco, 50 años, viuda de José Félix Rojas, frente a su casa en La Magdalena Axocopan.
(Samuel Lopez Amezquita / For The Times)

Muchas familias siguen presionando para la repatriación de los parientes fallecidos para enterrarlos en camposantos familiares, o cementerios, lugares de descanso final para generaciones de sus antepasados.

“Quiero recuperar el cuerpo de mi esposo, verlo por última vez, para asegurarme de que se haya ido”, dijo la viuda de Rojas, llorando. “Siempre tuvimos el sueño de que algún día volvería”.

En la ciudad natal de Rojas, La Magdalena de Axocopan, los 8.000 residentes se ganan la vida plantando parcelas de maíz, frijoles y otros cultivos en el paisaje reseco, complementado con ingresos de ganado, tiendas y pequeñas empresas.

Pero el verdadero motor económico está en el extranjero: remesas de familiares en Nueva York que financian hogares, negocios, educación y gastos médicos.

“No había alternativa económica aquí; es por eso que tanta gente se fue”, dijo el alcalde, Pedro Maximiliano Méndez, de 52 años, quien pasó más de 20 años como trabajador indocumentado en Queens antes de regresar a México hace una década para estar con su anciana madre. “Queríamos ayudar a nuestras familias”.

A fines de la década de 1970, un gran número de personas de Puebla comenzaron a emigrar a Nueva York. Muchos comenzaron manejando puestos de flores en las tiendas de comestibles coreanas durante toda la noche, antes de progresar poco a poco en la escala de empleos para inmigrantes de bajos salarios en restaurantes y supermercados.

Hoy, el área de Nueva York alberga al menos 600.000 poblanos nativos y sus hijos nacidos en Estados Unidos, concentrados en enclaves de clase trabajadora en Queens, Brooklyn y East Harlem de Manhattan.

Pedro Maximiliano Mendez, 52, ex-New Yorker and mayor of La Magdalena Axocopan
Pedro Maximiliano Méndez, de 52 años, ex residente de Nueva York y alcalde de La Magdalena Axocopan.
(Samuel Lopez Amezquita / For The Times)

“La vida en Nueva York no es fácil. Vivíamos uno encima del otro”, explicó Méndez, recordando los abarrotados departamentos y sótanos compartidos por los trabajadores mexicanos, a veces alternando turnos en las camas según los horarios de empleo. “Fue una vida de trabajo, de días de 18 horas. Trabajar, comer, dormir, levantarse y trabajar de nuevo”.

Tales condiciones hacen que el distanciamiento social sea un desafío, si no imposible, que probablemente contribuya a la cifra de muertos de los inmigrantes mexicanos.

Rojas dejó La Magdalena de Axocopan hace 18 años. Contaba con 34 años y tenía cuatro hijos pequeños, pero vio pocas oportunidades en México. Nunca regresó a casa, uniéndose a las filas de inmigrantes que se convirtieron en personas ausentes de la familia.

“Mi padre siempre fue muy trabajador”, dijo su hija mayor, Saida Rojas, de 26 años. “Pero también estaba muy feliz, era una persona muy amable que se preocupaba profundamente por su familia”.

La última vez que vio a su padre fue cuando tenía 8 años.

Restricciones fronterizas cada vez más estrictas dificultaban que Rojas y otros inmigrantes mexicanos en Estados Unidos visitaran a sus familias en sus hogares, incluso cuando sus hijos celebraban las primeras comuniones, graduaciones y otras fechas importantes en su vida.

Saida Rojas, 26, daughter of Jose Felix Rosas, outside their home in La Magdalena Axocopan
Saida Rojas de 26 años, hija de José Félix Rosas, afuera de la casa familiar en La Magdalena de Axocopan.
(Samuel Lopez Amezquita / For The Times)

Su presencia se hizo cada vez más distante, a pesar de las llamadas telefónicas semanales y, más recientemente, las conversaciones por video. Pero sus remesas ayudaron a comprar una nueva casa familiar y una pequeña tienda de comestibles.

En los últimos dos años, Rojas había sufrido problemas renales, incluso mientras seguía llenando estantes en un supermercado de Queens.

En la mañana del 24 de marzo, mientras se preparaba para ir a trabajar, Rojas se sintió enfermo. Su cuñado, Genaro Zacatenco, quien compartió un departamento en Queens con Rojas, estaba alarmado.

“Estaba completamente pálido, blanco, y me asusté mucho porque no podía hablar, tenía problemas para respirar y luego todo su cuerpo comenzó a temblar”, recordó Zacatenco, de 42 años, hablando por teléfono desde Queens.

Nuevas advertencias de seguridad por parte de especialistas en temas cardíacos y otros médicos y expertos

“Le dije a mi esposa, ‘¡Llama a la ambulancia! ¡No está bien!’. No podía respirar ni hablar”.

Rojas fue trasladado de urgencia al Jamaica Hospital Medical Center en Queens, donde murió al día siguiente. El personal del hospital le dijo a la familia que la causa era insuficiencia renal.

“Nadie mencionó el coronavirus”, dijo Zacatenco.

El cuerpo de Rojas fue trasladado a una funeraria en Manhattan que se especializa en preparar los cuerpos de inmigrantes mexicanos para su repatriación. El personal de la funeraria pidió ropa para el cuerpo, documentos de viaje y pago para enviarlo de regreso a México, relató Zacatenco.

“Pagamos y dijeron que se encargarían de todo que llevarían el cuerpo a donde vive mi hermana” en México, dijo.

Aproximadamente una hora más tarde, alguien de la funeraria llamó con malas noticias: el informe del hospital indicó que Rojas había sido infectado con el coronavirus, un hecho que descartó devolver sus restos a México.

“Tenemos que incinerar”, le dijeron a Zacatenco.

Un certificado de defunción provisional del Departamento de Salud e Higiene Mental de la Ciudad de Nueva York dijo que Rojas murió de “insuficiencia respiratoria hipoxémica aguda” como resultado de dos causas. El primero fue “neumonía bilateral”, lo que significa que ambos pulmones estaban dañados.

El segundo estaba escrito a mano en letras grandes en todo el documento: “* Covid-19 Case*”

El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, y otros funcionarios han instado a los inmigrantes en Estados Unidos a permanecer allí para reducir el riesgo de llevar el virus a casa.

Pero en las últimas semanas, muchos mexicanos que huyen de Nueva York después de perder sus empleos han regresado al estado de Puebla.

El difunto fue descubierto el miércoles en una residencia del hotel La Quinta en el Valle de Coachella.

Al menos dos en el municipio de Atlixco, que incluye La Magdalena de Axocopan, han dado positivo por el coronavirus, dijo René León, portavoz del gobierno de la ciudad de Atlixco.

“Si publicitamos los nombres, o incluso los vecindarios donde viven, provocaría pánico e histeria entre la gente”, señaló. “Ya hemos visto algunos casos de discriminación contra los compatriotas que han regresado. La gente dice que portan el virus”.

Aquí en La Magalena de Axocopan, la semana pasada, los voluntarios sentados tras una mesa en la plaza entregaron mascarillas quirúrgicas y distribuyeron cucharadas de gel desinfectante para manos a los transeúntes.

Para la familia de Rojas, el objetivo sigue siendo recuperar su cuerpo.

“Si pudiera verlo, incluso su cuerpo, al menos estaría tranquila de que se haya ido”, dijo su viuda. “Pero no puedo estar en paz ahora, no sin volver a ver a mi esposo”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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