OPINIÓN: Perú, un mensaje, una homilía y una entrevista
La situación en Perú se resume rápidamente: 43 días de presidencia de Dina Boluarte y 53 víctimas mortales como consecuencia de los enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del orden y el bloqueo de las vías; dos en la localidad puneña de Macusani por impacto de bala tras lo que incendiaron la comisaría y el juzgado de paz y los policías tuvieron que ser rescatados en helicóptero y la última en el aeropuerto de Arequipa.
La jornada de paro nacional convocada para el 19 de enero, trasladó la protesta a la capital del país y sus consecuencias han sumado violentos enfrentamientos y un incendio de grandes proporciones en un edificio del centro de Lima.
El análisis de lo sucedido y sus consecuencias, sin embargo, se puede intentar hacer a partir del mensaje a la nación que dio la presidenta Boluarte tras cuatro días de silencio después de la muerte de 18 manifestantes el día 9 en Juliaca; la homilía que el arzobispo de Lima, Carlos Castillo, dio en la misa fúnebre por los fallecidos en la catedral de la capital; y la entrevista que concedió Francisco Sagasti, ex presidente de la República tras ser vacado Martín Vizcarra.
Dina Ercila Boluarte Zegarra apareció el viernes 13 a las 21:45 ante las cámaras para manifestar su voluntad de finalizar su mandato en una alocución de 22 minutos. En la misma, al mismo tiempo que pedía perdón “por esta situación y por lo que no se haya podido hacer para evitar esos acontecimientos trágicos” hacía severas acusaciones de instrumentalización de las protestas por parte de azuzadores y agitadores extranjeros; la presidenta afirmó que “un tipo de armas de fuego y municiones habría ingresado por el sur del país. Esas son las que podrían haber causado la muerte de nuestros compatriotas.” Tras tratar de alejar la responsabilidad de las muertes de las fuerzas del orden se dirigió a las mujeres, “mamita, no te dejes engañar, mira tu hogar ¿no necesitas agua, atención médica, educación para que tus hijos sean profesionales que sean con el tiempo presidentes de la República como yo?”
Para Flavio Cruz Mamani, congresista por Puno y portavoz de Perú Libre (el partido con el que Pedro Castillo llegó a la presidencia en 2021) “fue un discurso lleno de soberbia y gestos de autoritarismo, que ha sido mal recibido por la población; (…) muy provocador y azuzador y prueba de un mal manejo de la crisis.” Lejos de contribuir a la pacificación del país, la postura de la presidenta parecía avivar la hoguera en su contra.
Al día siguiente, los medios informaban de su mensaje y al mismo tiempo lo hacían de las preferencias de la nación a través de dos encuestas realizadas entre los días 7 y 12, que señalaban que el 71% de los encuestados rechazaban a la presidenta frente al 19% que la aprobaban.
La respuesta más rotunda probablemente llegó de la iglesia. El domingo 15 se celebró una misa en la que el evangelio fue leído en quechua y español, y el arzobispo de Lima, Carlos Castillo, dedicó la homilía a la memoria de los fallecidos en los enfrentamientos cuyos retratos presidían el altar de la catedral. El reverendísimo se refirió a ellos como “48 asesinados de una forma u otra”; y fue categórico en el juicio de los hechos, “quienes perpetraron estas muertes quizás escondían en algunas cosas la intención de ganar algún poder, alguna posición política, algún beneficio generador de caos y de ganar a río revuelto como los pescadores.”
El arzobispo no señala hacia ningún lugar concreto con sus palabras, no hacía falta, se refería a “la ambición desmedida de poder y dinero que durante estos años hemos denunciado, recubiertas de ideologías para aprovechar la ocasión (…) Pero la base de ello es la frivolidad para no percibir el drama humano que estamos viviendo.” Una invitación a hacer examen de conciencia a un número elevado y diverso de actores de la política, la economía, los medios de comunicación y la sociedad peruana. Sobre los responsables directos de las muertes sus palabras fueron contundentes. “Esos hermanos que han hecho esto, quizás alguno por un disparo equivocado, no sabían quizás que mataban al Señor, pero si son cuarenta y ocho, 48 veces han intentado matar al Señor Jesús”.
El día anterior, sábado 10, el rotativo La República publicaba una entrevista firmada por David Ojeda a Francisco Sagasti, el presidente que logró vacunar al país del COVID y llevarlo con normalidad a las elecciones en las que ganaría Pedro Castillo Terrones. Sagasti parece una voz en el desierto de la polarización y radicalización de la política, pero una voz que representa el deseo de gran parte de la población de superar la crisis sin más violencia, mediante el dialogo y el consenso y alejarse del odio y el hartazgo. “Un problema de la política en el país es que la gente no quiere pensar ni escuchar.
Algunos políticos ponen al otro una etiqueta: caviar o neoliberal, y no piensan más.(…) Hay que hacer un enorme esfuerzo por escuchar al que piensa distinto.” Una de las reivindicaciones de los protestantes es junto a la dimisión de la presidenta Boluarte, el cierre del Congreso y la creación de una Asamblea Constituyente. “Es un momento destituyente muy lejos de uno constituyente. Para avanzar, debemos pasar por un momento instituyente, en que las instituciones cobran una mayor vigencia.” Sus palabras han tenido eco a lo largo de la semana y los términos destituyente e instituyente han encontrado espacio en los canales más moderados.
A estos tres testimonios se pueden sumar todos los de los representantes de la Organización de Estados Americanos (OEA) que intervinieron ayer, 18 de enero, en la Asamblea Ordinaria en la que el relator para Perú, Edgar Ralón Orellana, leyó unas primeras impresiones tras sus dos visitas al país. Rescataré sólo dos de las intervenciones, justo las de los representantes del cono sur. Washington Abdala, de Uruguay, terminó sus palabras llamando al dialogo y la democracia, “el mundo está mirando a Perú (…) más muertos nos matan a todos.” El representante argentino, por su parte señaló en dirección a las razones del conflicto: “el hartazgo tiene que ver con el fenomeno de la desigualdad, formar parte de países muy pero muy ricos, y al mismo tiempo de pueblos muy pero muy pobres.”
En la mañana de la jornada de paro nacional las televisiones conectaban con una sede policial de la capital en la que la institución escenificaba el poder de sus efectivos. El general Victor Zanabria, jefe de la Región Policial de Lima, informaba en directo de la dotación de más de 11,000 efectivos, equipados algunos de ellos con material prestado de los serenazgos de las municipalidades, que garantizarían los derechos de manifestación de los ciudadanos, y la tranquilidad, ya que no esperaba “más de 1,500 o 2,000 manifestantes; y ellos, la policía, eran muchos más y estaban preparados” y ponía de ejemplo la marcha del orgullo LGTBI en la que se manifestaron 15,000 personas. Es imposible saber que intenciones tenía el general al hacer la comparación, pero a las cuatro de la tarde una de las líneas policiales que trataba de impedir el acceso de los manifestantes a la avenida en la que se encuentra el Congreso de la República fue rota por la acción de los que protestaba y se veía en directo como salían los uniformados en desbandada.
La protesta en las calles del centro de Lima aún no había ni empezado; en Arequipa otras manifestaciones habían logrado ingresar en el aeropuerto, y en Cusco el aeropuerto canceló su actividad para prevenir afectación de los viajeros. La noche se presenta larga y será seguida con atención desde despachos y hogares de todo el país y el mundo. Ya ha habido más muertes en el sur desde que Wasington Abdala dijera sus palabras; pero la historia peruana enseña que no tienen el mismo valor los muertos de provincias y los de la capital.
Mienras las protestas eran retransmitidas en directo por las principales cadenas del país el comienzo de un incendio en los pisos superiores de un predio del centro robó el protagonismo a los enfrentamientos. El dueño del edificio acusaba a la policía de ser la causante por el lanzamiento de gases lacrimógenos. La extinción del incendio aún está en proceso mientras escribo.
Dina Boluarte salió de nuevo ante las cámaras con su premier y cinco ministros a reafirmar su posición, felicitar a la policía por su actuación, prometer investigaciones para castigar a los instigadores y agresores en las protestas y negar cualquier tipo de responsabilidad por parte de su presidencia o gobierno tanto en las muertes com en el incendio del cenro de Lima.
Y construir carreteras, también habló de construir carreteras, en el tiempo que le queda antes de ceder el gobierno piensa contruir carreteras.
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