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Columna: ¿Qué hay detrás de la protesta contra un arqueólogo en el Festival del Libro de la semana pasada?

El arqueólogo estadounidense Richard Hansen, a la derecha,
El arqueólogo estadounidense Richard Hansen, a la derecha, muestra un friso de piedra caliza encontrado en el sitio arqueológico de El Mirador, al norte de Guatemala, el 7 de marzo de 2009. Se anunció el lunes 16 de enero de 2023 que el uso de la tecnología Lidar condujo a más descubrimientos en el sitio arqueológico maya de La Cuenca Karstica Mirador Calakmul, entre Peten en Guatemala y el sur de Campeche en México. (Moises Castillo / Associated Press)
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Hace poco más de un año, acompañé al arqueólogo Richard Hansen en una de sus frecuentes expediciones a la región de El Mirador, en la selva del Petén de Guatemala, fronteriza con México, donde considera se encuentra la cuna de la civilización maya. Fue un viaje fascinante, en ocasiones aterrador, y fui con él una segunda vez en diciembre pasado.

En esos dos viajes me enteré de cómo, gracias a la tecnología LiDAR, Hansen y su equipo de investigación habían descubierto más de 964 vestigios arqueológicos y localizado 417 ciudades conectadas entre sí por una compleja red de caminos. Hoy esas extraordinaries ciudades mayas corren peligro por actividades ilegales como la caza furtiva, tala de árboles y el tráfico de drogas y personas.

La preocupación de su equipo, me dijo Hansen, “es cómo proteger El Mirador sin que caiga en manos de los grandes intereses que rondan la zona, y creemos que la mejor manera de hacerlo es declarando un santuario natural binacional”.

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El pasado fin de semana, Hansen vino desde Guatemala para participar en el Festival del Libro de Los Angeles Times en el campus de la USC. Había invitado a Hansen a mantener una conversación conmigo sobre su investigación para que los angelinos, incluida la comunidad maya local, pudieran conocer sus investigaciones, incluidas las lecciones que en su opinión encierra el declive de la antigua civilización mayas y su relación con el calentamiento global que está viviendo el planeta por el desmedido uso de recursos.

“El destino de esa zona arqueológica está ligado a la protección de la selva”, dijo Hansen.

Pero el domingo 23 de abril, cuando apenas llevábamos tres minutos hablando, un grupo local de manifestantes enmascarados que decían ser miembros de la comunidad maya se abalanzó sobre el escenario, se apoderó de nuestros micrófonos, tiró sillas, derribó los altavoces y golpeó a uno de los miembros del equipo de escenario.

El mensaje que Hansen venía a transmitir quedó ahogado por los manifestantes que lo insultaban mientras desplegaban una pancarta en la que se leía “Gringo colonizador fuera del Mirador”. Los manifestantes acusan a Hansen de intentar apropiarse del patrimonio cultural del pueblo guatemalteco para lucrar personalmente convirtiendo la empobrecida región en un parque temático arqueológico.

“No hay nada más falso que eso”, me dijo Hansen mientras esperábamos detrás de una valla de policías que habían llegado rápidamente al lugar para protegernos de los manifestantes. “Mi propuesta es exactamente lo contrario de lo que dice esa gente”.

Cuando acompañé a Hansen y a su equipo a El Mirador el pasado mes de diciembre, le pregunté sobre acusaciones anteriores similares de sus oponentes de que quiere convertir el complejo maya en algo así como una Disneylandia turística. Se rió a carcajadas.

“Lo han tergiversado todo”, me dijo Hansen. Al contrario, Hansen dice que las grandes inversiones de capital en la región “deben evitarse a toda costa”. No sólo interferiría con su propio trabajo, sino que está convencido de que una invasión de nuevas autopistas, aeropuertos, hoteles y zonas de recreo destruiría la selva.

Por el contrario, según Hansen, él propone crear un santuario sustentable desde el punto de vista medioambiental que genere puestos de trabajo para las comunidades locales y disminuya la influencia de las “mafias” que están destruyendo la zona.

Según las investigaciones de Hansen, la cuenca El Mirador-Calakmul tiene una extensión de 3.500 kilómetros cuadrados en Guatemala y una extensión similar en el estado de Campeche en México y actualmente la única forma de acceder a los sitios arqueológicos es tomando un helicóptero desde Las Flores, o caminando casi tres días desde la comunidad de Carmelita.

“Para reducir el impacto ambiental, propusimos que se construyera un tren ligero, como el de Disneylandia, que permitiera el acceso de los turistas con un impacto ambiental mínimo”, dijo Hansen. “También propusimos que las propias comunidades se encargaran no sólo del tren ligero, sino también de toda la infraestructura necesaria para dar servicio a los turistas”.

Esa propuesta -que no era más que una propuesta- le ha granjeado muchos enemigos y ha suscitado ataques verbales e incluso algunas amenazas de muerte.

“Hay muchos intereses que tienen sus ojos puestos en esa zona, y no quieren que se proteja”, me dijo.

Le pregunté quién le había amenazado de muerte. “Prefiero no decirlo”, respondió, “pero ha habido amenazas de muerte concretas contra mí y mi familia en 2001 y en 2020”.

He recorrido la zona de El Mirador en dos ocasiones y la falta de vigilancia por parte del gobierno guatemalteco es notoria. Sólo hay un puñado de guardias pagados por el gobierno guatemalteco para patrullar la vasta zona.

En mi último viaje, uno de los guardias que pidió no ser identificado me dijo que él y sus colegas ven con frecuencia aviones descargando droga en la zona, pero que no pueden hacer nada. “No tenemos ni armas ni autoridad para intervenir”, me dijo. El equipo arqueológico de Hansen mantiene un grupo de 16 guardas en la zona para intentar proteger la zona arqueológica y reducir el impacto de las actividades ilegales.

Hansen también cree que los recursos naturales de la selva podrían explotarse de forma sostenible en beneficio de las comunidades locales, sin tener que diezmar la selva. El Dr. Estuardo Labbé, director de la Fundación Guatemalteca de Investigaciones Antropológicas y Estudios Ambientales (FARES), me explicó que, para preservar la selva, FARES llegó a ofrecer comprar árboles en pie a las empresas madereras que operaban en la zona. Pero esas ofertas fueron rechazadas.

“No han querido, a pesar de que existe un gran mercado en Europa y Estados Unidos para los productos naturales del bosque”, dijo Labbé.

El pasado fin de semana, la noticia de la manifestación de Los Ángeles se extendió rápidamente por las redes sociales. Entre los comentaristas se encontraba el arqueólogo italo-guatemalteco Francisco Estrada-Belli, crítico desde hace tiempo del trabajo de Hansen, quien escribió en twitter aparentemente en referencia a las protestas: “Eso pasa cuando intentas subvertir la conservación de los bosques y los medios de vida de las comunidades locales en #Peten, #Guatemala proponiendo un proyecto de ley en el Senado de EE.UU. (S.3131) para financiar tu plan por la puerta de atrás”.

El proyecto de ley del Senado estadounidense al que se refería Estrada-Belli era la “Ley de Asociación para la Seguridad y Conservación Maya de la Cuenca Mirador-Calakmul de 2019”, promovido por el senador James M. Inhofe (republicano de Oklahoma). El objetivo declarado era “fomentar los esfuerzos de investigación colaborativa entre los Estados Unidos y las entidades locales para crear un modelo de turismo sostenible que proporcione un acceso controlado y de bajo impacto a los sitios arqueológicos de la cuenca Mirador-Calakmul en América Central, con énfasis en proporcionar oportunidades económicas a las comunidades dentro y alrededor de la cuenca”.

Hansen me dijo que “no hubo nada oculto o bajo la mesa en su participación”.

“Yo fui invitado al comité para responder preguntas acerca de mi trabajo en El Mirador, y también estuvieron presentes 13 diputados guatemaltecos y el Ministro de Cultura del gobierno del presidente Jimmy Morales”, dijo Hansen.

La propuesta de ley, si hubiera sido aprobada, destinaba 144 millones de dólares que podían ser utilizados por entidades públicas o privadas para financiar proyectos de infraestructura que ayudaran a preservar la selva o de investigación científica. Para tener acceso a esos fondos cualquier entidad tendría que pasar por un proceso de licitación abierto y transparente.

“Es una verdadera tragedia que no se haya aprobado, porque habría beneficiado a miles de personas que viven en comunidades muy pobres y sin trabajo”, dijo Hansen.

Entre los que apoyan las propuestas de Hansen se encuentran algunas de las personas que se verían directamente beneficiadas por dichas propuestas: los miembros de las diversas comunidades mayas de Centroamérica y Estados Unidos, que siglos después de la llegada de los colonizadores españoles al hemisferio occidental, siguen luchando contra la pobreza, la discriminación y una opresión brutal. Los pueblos mayas fueron el principal objetivo de la guerra civil que arrasó Guatemala entre 1960 y 1996, en la que murieron cientos de miles de indígenas.

Un día antes del incidente en la Fiesta del Libro, Hansen y los arqueólogos Enrique Hernández, experto en las calzadas de El Mirador, y Beatriz Balcarcel, especialista en la Acrópolis, se reunieron con un grupo de unas 300 personas de origen maya en Los Ángeles para dar a conocer sus propuestas.

Edgar Leonel Chaj, vicepresidente de Maya Visión y secretario del Comité Cultural Maya de Los Ángeles, me dijo que “teníamos dudas y queríamos escuchar del propio Hansen los detalles de lo que está proponiendo y coincidimos con él en que son los pueblos mayas quienes deben decidir cómo proteger esa zona y cómo beneficiarse de ese legado cultural”.

Chaj lamentó los actos de violencia cometidos por los manifestantes, a quienes considera desinformados o pagados por alguien para que Hansen no pudiera transmitir su mensaje. “Probablemente no querían que se difundiera su mensaje de crear un santuario”.

También hablé con Nesha Xuncax, secretaria de Maya Visión, y que también asistió a la conversación de Hansen con los líderes mayas.

“Le preguntamos abiertamente a Hansen si había una agenda oculta en sus propuestas de desarrollo para El Mirador, y nos respondió que por supuesto que no, y yo le creo, porque ha hecho públicas cada una de sus propuestas”, dijo Xuncax.

Agregó que en la región del Petén hay muchos intereses ocultos. “Los gobiernos corruptos, los que mantienen al pueblo guatemalteco en la pobreza, son los que se han aliado con esos intereses”, continuó. “La propuesta de Hansen al menos tiene en cuenta a los mayas y sus necesidades. Sería absurdo no apoyarla”.

En su opinión, existe una campaña de desinformación contra Hansen, destinada a desprestigiarlo e impedir que se salvaguarde la zona de El Mirador.

Mientras tanto, me dijo Hansen, otro grupo, la Fundación Patrimonio Cultural y Natural Maya (Pacunam) ya ha presentado proyectos concretos de inversión.

“Ya hay una propuesta para construir autopistas, gasolineras, cadenas hoteleras, restaurantes y aeropuertos a gran escala”, dijo. “En realidad me están acusando de lo que quieren hacer los grandes inversionistas. Desgraciadamente, los manifestantes de Los Ángeles aparentemente no conocen estos proyectos y se prestan una vez más a la explotación del pueblo maya”.

Esta columna fue actualizada el domingo 30 de abril.

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