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Una cónsul ‘milenio’ llega con grandes desafíos a una comunidad hondureña combativa

María Fernanda Rivera lleva dos lustros en la diplomacia, antes de llegar a L.A. trabajó en Atlanta

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Al ver a María Fernanda Rivera, por su juventud, aparenta ser una neófita, como si recién estuviera estrenándose en la diplomacia; sin embargo, habla con aplomo y maneja al dedillo los vericuetos de la oficina consular asignada, algo que aflora por los dos lustros que lleva en estos menesteres.

“Traigo la experiencia”, ataja con firmeza la joven diplomática, de 33 años, que desde el 1 de agosto es la cónsul general de Honduras en Los Ángeles.

Alfonso Guerrero Ulloa, el portavoz no oficial de un grupo dentro de los migrantes hondureños que causó revuelo cuando pidió que Estados Unidos le pague $50 mil a cada persona para que regresen a su país, no ha pisado Honduras en más de tres décadas.

En la última década, este consulado ha sido como un polvorín y a pesar de que el cónsul Pablo Ordóñez, el predecesor de Rivera, logró apagar las fricciones con las organizaciones comunitarias y construyó relaciones cordiales con sus líderes, eso no fue suficiente para que el gobierno lo dejara en la ciudad.

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En cambio, el presidente Juan Orlando Hernández apostó por esta funcionaria que ha eregido su carrera en Atlanta (Georgia) y en su carta de presentación aparece que es la hija de Alden Rivera, quien ha sido vice-canciller, secretario de desarrollo económico y ahora es embajador de Honduras en México.

Ambiente huracanado

La comunidad catracha en el Condado de Los Ángeles no es tan copiosa. Según el Censo del 2010, se habla de una cifra cercana a los 42.901 habitantes de este origen, siendo el condado de Harris (Texas) el que tiene más personas de ascendencia hondureña (47.067) en toda la Unión Americana.

Después de salir de sus hogares en Honduras hace ocho semanas y llegar a Tijuana a mediados de noviembre con el sueño de solicitar asilo en Estados Unidos, cinco miembros de la caravana de migrantes centroamericanos decidieron regresar a casa el 6 de diciembre.

Al igual que las cifras de población, las organizaciones comunitarias no son tan abundantes como sus pares guatemaltecas o salvadoreñas; pero en lo que sí hay semejanza con sus vecinos centroamericanos es en el espíritu belicoso, tanto que ya han manifestado sus demandas.

“Yo lo que no quiero son quejas”, aseveró Cecilia Rodríguez, presidenta de la Alianza Hondureña de Los Ángeles (AHLA), entidad fundada a finales de 2001.

Los cónsules de Honduras que dirigieron esa oficina entre el 2010 y principios de 2014 fueron (de izquierda a derecha) Ástrid Bustillo, Cristina Romero y Gerardo Agüero.
(Soudi Jiménez)

Rodríguez, oriunda de Choluteca, sostiene que cuando hay algún trato indebido de los funcionarios consulares o en caso de que los usuarios no logran completar sus documentos por trámites burocráticos, la gente la llama. Y cuando aquí no hay respuesta, ella se encarga de informarlo a la Cancillería.

En el 2012, después de que esta activista denunciara cobros irregulares y que esa queja fuera canalizada en el periódico HOY, extinta publicación hermana de Los Angeles Times en Español, fue separada de su cargo la cónsul Ástrid Bustillo, quien estuvo en el puesto tan sólo dos años.

A pesar de la impactante reducción de los homicidios, los hondureños siguieron abandonando su país en tropel en los últimos años.

Antes de Bustillo, la cónsul Vivian Panting duró 12 años, entre 1998 y 2010. Aunque un sector de la comunidad la recuerda con admiración porque los apoyó y tuvieron puertas abiertas en el consulado, para otros esa gestión es un espejo que Rivera debe mirar.

A juicio de Xiomara Ayes-Fields, presidenta de La Casa del Hondureño, entidad creada en el 2003, Panting fragmentó a la comunidad y a pesar de los conflictos sobrevivió varios cambios de presidente porque tenía “un buen padrino político”, pero si se carece de tal respaldo el puesto puede ser volátil.

“Cuando tuvimos a Panting acá eran como bandos, ella sí tenía a las organizaciones peleando unas contra otras”, señaló la oriunda de Tegucigalpa.

Ayes-Fields apunta que la clave aquí es que “no hay que inclinarse hacia una organización”, por eso todavía no asimila los cambios recientes hechos por el gobierno. “En la gestión del cónsul Ordóñez no hubo conflicto de la comunidad, creo que sí hubo un balance”.

Esa apreciación es compartida por el resto de líderes de asociaciones locales.

Pablo Ordóñez llegó al consulado hondureño en L.A. a finales de agosto de 2014 y concluyó su gestión en mayo de 2019.
(Soudi Jiménez)

Ordóñez llegó a Los Ángeles en agosto de 2014, procedente de la embajada de Honduras en Washington y después de un paso fugaz en el consulado de Chicago. Su gestión, devolvió un clima apacible a esta comunidad y después de casi cinco años abandonó el cargo sólo para dejárselo libre a Rivera.

Entre el 2012 y principios de 2014 estuvieron al frente de este consulado Cristina Romero y Gerardo Agüero; al final, ambos fueron despedidos.

Los desafíos

En la actualidad, las personas acuden al consulado principalmente para solicitar el pasaporte o la matrícula consular; pero la entrega del pasaporte tarda hasta tres meses, algo que complica al usuario.

En su primer encuentro con los líderes comunitarios, al que se dieron cita una veintena de personas, Rivera se comprometió a devolver el centro de producción de pasaportes a L.A., el cual se encuentra en Dallas (Texas). Si eso ocurre la entrega del documento sería el mismo día.

El derecho a la migración es de ellos, nadie se los puede quitar. Sin embargo, ellos tienen que considerar los peligros que hay en el camino.

— María Fernanda Rivera, cónsul general de Honduras en L.A.

Por otro lado, los hondureños se enfrentan a la cancelación del programa Estatus de Protección Temporal (TPS), el que sigue con vida gracias a las demandas en las cortes. La funcionaria, en ese sentido, invita a sus connacionales a buscar asesoría legal en esa oficina consular.

“Es un tema que afecta a muchísimas familias hondureñas”, dijo la cónsul en referencia a este programa que favorece a más de 44.000 inmigrantes de esa nación, que fueron amparados en 1998 después del paso devastador del huracán Mitch por territorio centroamericano.

La situación para la comunidad hondureña es muy complicada, porque la migración se ha agudizado. A principios de año, aparecieron las caravanas como un nueva modalidad para llegar a la frontera con Estados Unidos.

Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica conmemorarán su independencia con vibrantes actividades en el Sur de California.

“El derecho a la migración es de ellos, nadie se los puede quitar”, dijo Rivera. “Sin embargo, ellos tienen que considerar los peligros que hay en el camino”.

Debido a esa ola migratoria, el gobierno ha dispuesto de consulados móviles en diferentes puntos de la ruta. Al mismo tiempo, desde suelo estadounidense se deportan a cerca de 600 personas cada mes. “Sale un vuelo cada semana con más o menos 150 hondureños”, indicó.

Ante todo esto, Rivera insiste en que es fundamental tener asesoría migratoria. En su oficina, al menos una vez por semana llega un abogado que atiende las preguntas de los usuarios. Tener esa orientación, advierte la funcionaria, es parte de un plan que todo inmigrante debería tener.

“No esperen a estar en un momento de emergencia para ir a buscar su pasaporte o preguntar al consulado cómo les podemos ayudar”, increpó a sus connacionales.

Trayectoria

A sus 23 años de edad, Rivera comenzó su carrera diplomática en Atlanta. Era el 2010 cuando fue nombrada consejera económica y al año siguiente la ascendieron a vice-cónsul. Los últimos cinco años se desempeñó como cónsul general en la misma oficina.

Su formación académica es en Comunicaciones y Publicidad, graduada de la Universidad Tecnológica Centroamericana (Unitec).

“Trae buenas ideas, tiene buen liderazgo”, dijo Leoncio Velásquez, presidente de Hondureños Unidos de Los Ángeles (HULA), entidad creada en 1998. “Me transmite confianza, porque se mira que es una persona dinámica”.

A las demandas planteadas por las otras organizaciones, Velásquez agrega que es imperativo que esa máquina para procesar pasaportes vuelva a L.A., algo que Rivera ofreció como plazo a más tardar diciembre de este año.

“Si eso no pasa, sería peor que la gestión de los otros cónsules”, remató el activista.

La cónsul, sin embargo, no tendrá el dolor de cabeza de sus predecesores porque, para comenzar, el consulado tiene nuevas y amplias instalaciones, las cuales se habilitaron el 19 de agosto anterior.

Rivera, por su parte, afirma que no tendrá problema en relacionarse con las organizaciones.

“A mi me gusta incluir a la comunidad en las actividades, que ellos me ayuden”, respondió la funcionaria oriunda de Tegucigalpa. “Vengo dispuesta a trabajar con ellos, a incluirlos”, insistió.

Me gusta hacer mucho Facebook Live, estar pendiente (que los usuarios) puedan conversar conmigo, estar al alcance de ellos, que no sientan que la cónsul es una figura inalcanzable

— María Fernanda Rivera, cónsul general de Honduras en L.A.

De forma paralela, asegura que fortalecerá la comunicación con los usuarios. En ese sentido, como una joven “milenio” que es, los primeros pasos los ha dado incrementando el uso de las redes sociales.

“Creo que por ser una cónsul joven, me gusta muchísimo el tema de las redes sociales y estar en contacto con mis compatriotas”, aseguró detallando que ahora es más frecuente el uso de las cuentas de Facebook e Instagram del consulado.

“Me gusta hacer mucho Facebook Live, estar pendiente (que los usuarios) puedan conversar conmigo, estar al alcance de ellos, que no sientan que la cónsul es una figura inalcanzable”, apuntó.

“Quiero decirles que traigo la experiencia y que vengo con toda la energía para implementar iniciativas que mejoren el trato que se da en las oficinas”, se comprometió.

Rivera está casada con Fredy González y es madre de una niña de dos años. Para febrero espera dar a luz a su segunda hija.

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