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Clint Eastwood, la gran estrella que sigue luciendo

Clint Eastwood: 90 años de un ícono 100 % "made in USA" y un verso libre
El actor y director estadounidense Clint Eastwood en 2018. EFE/EUGENE GARCIA
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Con cinco premios Óscar, y otros tantos Globos de Oro, la Palma de Oro de Cannes y el León de Oro de Venecia, Clint Eastwood podría retirarse tras haber alcanzado todos los honores posibles. Sin embargo continúa dirigiendo películas, la última “Richard Jewell”, estrenada en diciembre de 2019, a la que sigue “Cry Macho”, película que produce, dirige y protagoniza y que se estrenará el próximo octubre… con 91 años.

Una carrera que comenzó como actor en series B de televisión, pero que fructificó gracias a directores como Sergio Leone y Don Siegel. El primero reconoció de él: “Lo que más me fascinó, por encima de todo, fue su aspecto externo”, precisamente por lo que le ignoraron en su primeros años como actor.

Sin que se sepa mucho de sus humildes comienzos, algo que muchos aseguran él tendió a maquillar antes de ser la leyenda que es, fue un actor sin mucho éxito rechazado por su peculiar físico -demasiado alto, y nuez prominente- que, tras años, como secundario, protagonizó la serie de televisión “Rawhide” (1959).

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EL ROSTRO DEL “SPAGHETTI WESTERN”.

Gracias a ese físico de 1,93 y un rostro tan potente como fotogénico, consiguió un contrato con la Universal y, a partir de ahí, supo moverse con habilidad. Llegó a España para rodar la trilogía de Leone en la que inmortalizó a aquel sobrio y frio personaje, que hablaba entre dientes, ataviado con un inseparable poncho, convirtiéndose en el rostro del ‘spaghetti western’.

Pero Clint Eastwood (San Francisco, 31 de mayo de 1930) fue un actor que supo ir creciendo. Su don natural ante una cámara y su pasión por el cine, le hicieron evolucionar profesionalmente hasta consagrarse en la década de los ochenta como el actor y director que es.

Eastwood interpreta, dirige, produce y hasta compone de la música de algunas de sus películas, sin embargo, nunca se ha atrevido con los textos, algo que solventa gracias a su buen olfato para elegir guiones y a saber rodearse de los mejores. Gracias a ello acumula un buen puñado de obras maestras.

A los 34 años filmó el primer “spaghetti western” “Per un pugno di dollari” (1964), una coproducción italo-hispano-germana con la que asentaron las bases de este subgénero y transformaron al actor en ‘hombre sin nombre’, cuya sequedad y elegancia interpretativa le aportó el primer éxito de su carrera, al tiempo que se construyó un mito en torno a su figura que encajaba a la perfección con los ideales del sueño americano.

Tras esta primera entrega de la conocida por “Trilogía del dólar”, con música del gran Ennio Morricone, que ayudó a hacerla inolvidable, le siguieron “Per qualche dollaro in più” (1965), donde cuestionaba los valores de los que ostentan la autoridad, y la tercera “Il buono, il brutto, il cattivo “ (1966), considerada la mejor.

DEL RUDO POLICÍA AL CAMBIO DE REGISTRO EN LOS OCHENTA.

El estatus adquirido con Sergio Leone le ayudó a trabajar con otro grande, Don Siegel, para quien se convirtió en un peculiar inspector de policía, Harry Callahan en “Dirty Harry” (1971), que interpretó en cuatro filmes en esa misma década. Se trataba del policía con menos escrúpulos y más chulo del género policíaco.

Su historia protagonizada por Manolo Cardona, se convirtió en el título en idioma no inglés más popular en Estados Unidos en todo el mes del lanzamiento

Y es que esta imagen de Eastwood como prototipo de masculinidad ruda funcionó durante décadas pero, con el tiempo, se fue matizando. Aun así, todos sus personajes suelen ser hábiles en respuestas ásperas, lapidarias o sarcásticas, con bastante de ese socarrón sentido del humor que sin duda posee el propio Eastwood.

Eastwood entendió pronto la dinámica de la industria cinematográfica y creó su propia productora, Malpaso Company, para dedicarse a la dirección y debutó en 1971 con el thriller “Play Misty for Me”, que anticipaba su interés por los sentimientos y la psicología.

A partir de los ochenta se centró en su faceta de director con éxitos como “Pale Rider” (1985) y “Heartbreak Ridge” (1986) que contrastó con otros trabajos de temáticas minoritarias que lo apartaron del foco mediático.

Un giro supuso “Bird” (1988), la biografía de Charlie Parker, el gran músico jazz que se “consumió” en su propio éxito. Su talento no pudo apagar la angustia que le atormentaba y la heroína y el alcohol aceleraron su fin con solo 34 años.

En “The Bridges of Madison County” (1995), descubrió su faceta romántica junto a Meryl Streep, mientras que en otra de sus películas memorables como director “Unforgiven” (1992) cuestiona los motivos de venganza y la moralidad de quienes usan la violencia para resolver problemas.

Pero es “Mystic River”(2003), una obra maestra, que ofrece la mirada desgarradora del sueño americano visto al revés, basada en la novela de Dennis Lehane, donde se reconoce el esfuerzo que los padres de clase trabajadora realizan para dar una vida mejor a sus hijos. Candidata a seis premios Óscar, ganó dos: al mejor actor y mejor secundario para Sean Penn y Tim Robbins, respectivamente.

Para otra gran obra, “Million dollar baby” (2005), un drama que logró contagiar la emoción y adrenalina al público, además de coprotagonizarla y dirigirla, compuso también la banda sonora, otra de sus facetas, la música, que puso para otras de sus películas.

DE ACTOR SIN TALENTO A MAESTRO ENCUMBRADO .

Pero el ahora aclamado como el último de los grandes clásicos y con toda una colección de Óscar, no fue siempre una estrella consagrada. Se puede decir que hasta “Bird” (1988), cinta con la consiguió su primer Globo de Oro como director, Eastwood fue blanco de la crítica de cine estadounidense que se cebó con él durante más de dos décadas, de los sesenta a principios de los ochenta.

Durante ese periodo le calificaron de “actor inepto, director sin fuste y un ejemplo del Hollywood más reaccionaria”, además de dedicarle lindezas como “fraude morboso, entretenido y hortera”, o “Eastwood no actúa en sus películas: se deja encuadrar por ellas”.

Hasta el biógrafo especializado en estrellas de cine, Patrick McGilligan, autor de “Clint Eastwood. La biografía” (1999) presenta al artista como un cineasta fundamental, complejo y contradictorio, pero también le lanza algunos dardos: “Como actor es limitado y ha buscado trabajar con directores que no le han llevado al límite. Como realizador es extremadamente competente y tiene visión. Sin embargo, nunca ha escrito nada y rueda con lo que le cae en las manos, jamás revisa un guion. No guía a los actores, le suele valer la primera toma y todo lo rodado suele estar en pantalla. No me parece que esos sean los mimbres de un genio del cine”.

En una entrevista, años después, Eastwood parecía contestarle: “Me gustan las primeras tomas porque nunca lograrás igualar la sorpresa de oír por primera vez un diálogo. Algunos de mis maestros, como Siegel, lo hacían así. Por eso tampoco me gustan los ensayos, porque si repites muchos los diálogos se vuelven monótonos”. Genio y figura de un grande que sigue en activo.

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