Editorial: Mientras que Facebook le entrega un micrófono a los políticos mentirosos, Twitter se los quita
Facebook se convirtió en un medio de comunicación clave para la campaña presidencial; el primer mandatario y sus rivales demócratas gastan colectivamente más de $1 millón por semana en anuncios dirigidos, según informes publicados. Por lo tanto, resultó inquietante, como mínimo, que Facebook modificara sus reglas recientemente para eximir a los políticos y los partidos de la prohibición de hacer publicidad falsa.
No es por ser demasiado escrupulosos, pero el cambio equivalió a una invitación permanente para que los políticos mientan en esa red, algo que no se permite a otros anunciantes. Y esto no se trata de la libertad de expresión, o la capacidad de los políticos de manipular la verdad en los comentarios publicados en sus páginas de perfil, que sólo ven las personas que los siguen. Se trata de discursos pagados, o de la capacidad de utilizar el inmenso poder de la plataforma para mostrar a las masas anuncios engañosos adaptados a las preferencias y debilidades de esos votantes.
El fundador de Facebook , Mark Zuckerberg, defendió este jueves la política de esa red social de publicar anuncios de campaña que contenga declaraciones falsas o mentiras, y admitió que esas tensiones son algo con lo que “tenemos que vivir”.
Para demostrar lo absurdo de la situación, un estratega político demócrata en San Francisco, Adriel Hampton, recientemente publicó un anuncio en Facebook con la afirmación totalmente inventada de que el senador conservador Lindsey Graham (R-Carolina del Sur) había apoyado el proyecto de ley liberal Green New Deal, un truco destinado a exasperar a algunos de los constituyentes de Graham. Después de que Facebook eliminó el anuncio, Hampton presentó documentos, el lunes, para postularse a la gobernación de California en 2022, lo cual le permitió publicar anuncios falsos como el de Graham sin la interferencia de los verificadores de datos de la red social.
Se acumulan preguntas para Facebook, y Mark Zuckerberg no las responde
Facebook y su director ejecutivo, Mark Zuckerberg, insisten en que los votantes merecen tener acceso a las palabras de sus políticos sin filtros, para que puedan decidir por sí mismos en qué creer. “Al limitar el discurso político”, afirmó la compañía, “dejaríamos a las personas menos informadas sobre lo que dicen sus funcionarios electos y haríamos que los políticos sean menos responsables por sus palabras”.
Sin embargo, existe una enorme diferencia entre no censurar los comentarios de los candidatos, y entregarles un megáfono para amplificar falsedades entre todo el electorado, que es lo que Facebook está haciendo.
Google, Microsoft, IBM e Intel han estado persiguiendo la tecnología cuántica, que podría acelerar enormemente el procesamiento de la información.
En sentido contrario, Twitter anunció este miércoles que ya no publicará anuncios políticos de ningún tipo. “Creemos que el alcance del mensaje político debe ganarse, no comprarse”, tuiteó el CEO, Jack Dorsey. En pocas palabras, eso significa que los candidatos todavía podrán publicar comentarios que serán vistos por sus seguidores, y posiblemente retuiteados, pero no podrán pagar para enviarlos directamente a miles o millones de usuarios de Twitter.
Dorsey también criticó a Facebook, que dio numerosos pasos en los últimos años para combatir el flagelo de las cuentas falsas y las publicaciones fraudulentas que salieron a la luz en las elecciones de 2016. “No es creíble para nosotros decir: ‘Estamos trabajando mucho para evitar que las personas engañen a nuestros sistemas y difundan información falaz, pero si alguien nos paga para atacar y obligar a los usuarios a ver su anuncio político... bueno, en ese caso ¡pueden decir lo que quieran!’”, tuiteó Dorsey.
Es cierto que el problema es mucho más fácil de identificar que de solucionar. La Primera Enmienda prohíbe al gobierno establecer reglas para la veracidad en línea, y si bien las plataformas privadas como Twitter y Facebook pueden establecer sus propios estándares para aquello que permiten, es una tarea difícil y complicada para la industria privada distinguir mentiras de opiniones provocadoras. Tampoco queremos que las empresas tecnológicas gigantes actúen como guardianes del discurso político.
Sin embargo, Facebook quiere lavarse las manos de cualquier responsabilidad sobre cómo se puede abusar de su ‘altavoz’ al decir que es tarea del público separar la paja del trigo en cuanto a la ficción engañosa. Esa es una postura egoísta, destinada a seguir disfrutando del flujo de dólares publicitarios de la campaña, protegiendo a la vez a la empresa de las denuncias de sesgo, un tema con el que los republicanos han estado intimidando a las grandes compañías de tecnología durante meses. Si Facebook no acepta la elegante solución propuesta por Twitter, debería establecer estándares claros para los anuncios políticos que protejan contra el engaño deliberado y las afirmaciones falsas, y proponer una forma transparente y apartidista de hacerlos cumplir. Decenas de compañías de medios, incluidos periódicos y redes de televisión por cable, lo hacen de forma rutinaria; también puede hacerlo Facebook.
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